A mediados del año pasado relatamos en De Raíces y Abuelos la historia del reencuentro de los integrantes de la familia Berrón del Pozo, que surgió a partir de un llamado telefónico procedente de España.
Juliana Tabuenca del Pozo, que vive en Madrid, desde hacía años quería completar muchos datos que le faltaban de su árbol genealógico familiar, en especial de aquellos hermanos de su abuelo que un día dejaron su tierra natal (el pueblo de Las Berlanas, Ávila) para venir a la Argentina.
Tras muchas investigaciones, Juliana habló a Santa Fe y finalmente se puso en contacto con Clelia Berrón, que -luego del intercambio de los primeros datos- concluyeron que sus abuelos Máximo y érsula eran hermanos.
Durante todo este tiempo, la relación que ambas fueron construyendo vía telefónica y con la ayuda del e-mail fue creciendo progresivamente. Este hecho y las permanentes invitaciones de Juliana y otros familiares a que conociera la tierra de sus abuelos, decidieron a Clelia para organizar un viaje a España.
"El 19 de mayo partí para España y en el aeropuerto me esperaban con carteles que decían `Bienvenida Clelia'. No podía creer semejante recibimiento. Estaba Rosina del Pozo (tía segunda) y su esposo Ángel Tabuenca, su hija Juliana (hacedora de esta búsqueda y encuentro), su sobrino Alberto Sánchez del Pozo y Hermelina del Pozo Berrón. Con los primeros tenemos en común nuestro bisabuelo y nuestros abuelos eran hermanos, y con Hermelina tenemos en común al tatarabuelo", comenzó Clelia su relato.
Y continuó: "La emoción y alegría hizo que mi cansancio desapareciera por completo. Por razones laborales llegaron más tarde al encuentro María José (esposa de Alberto) y Santiago Tabuenca del Pozo (hijo de Rosina y hermano de Juliana)".
Clelia descreía de esa frase que se dice que "la sangre y las raíces tiran", pero dijo que lo pudo comprobar por los buenos momentos que pasó con todos los integrantes de la familia que pudo conocer durante su viaje. Le parecía increíble estar ahí, su sueño se había hecho realidad y se le agolpaban las palabras para contar y preguntar múltiples cosas a los miembros de su "familia española".
"En casa de Alberto -recordó- conocí a sus hijos Helena y Albertito y su yerno Nicolás y también a Jaime (hijo de Juliana), que vive en Londres y había venido por unos días, antes de sus vacaciones en Mallorca. Compartimos una gran paella hecha por el anfitrión. Fue un domingo en familia donde pude conocer y saber más sobre ellos".
En una reunión previa a su llegada, la familia había organizado algunos viajes cortos por diversas ciudades y pueblos en las afueras de Madrid, incluyendo -obviamente- Las Berlanas.
"Alberto y María José fueron mis guías de turismo de lujo. Conocí Coslada (donde viven), Alcalá de Henares, Segovia, Chinchón y Aranjuez; con Hermelina fuimos a Móstoles, donde vive, y pude conocer a su esposo Pepe y sus hijos Víctor José, Helenita y Beatriz. Con ellos y Juliana fuimos en busca de nuestras raíces y nos hicieron pasar tres días maravillosos. Con Juliana también fuimos dos días a Salamanca, ciudad considerada Patrimonio de la Humanidad", continuó.
A pesar de la lluvia que caía, recorrieron "lo más importante y bello" de Ávila y por la noche partieron hacia Las Berlanas, "un pueblito a 12 kilómetros de Ávila, donde nacieron mis abuelos y algunos tíos y donde engendraron a mi padre, ya que nació a los 12 días de llegar en barco a Argentina", explicó.
Clelia recordó la recorrida por las calles de aquel pueblo como una maravillosa experiencia por partida doble: concretaba su sueño y lo hacía con Juliana y Hermelina.
"Mi abuela érsula, en lo poco que hablaba, nombraba una ermita que estaba frente a su casa. Cuando la vi, fui imposible contener el llanto de la emoción. Las Berlanas tiene actualmente 339 habitantes estables, pero los fines de semana se duplica y/o triplica. Todos los que se han ido por razones laborales, vuelven a su terruño".
Pudo percibir que "son todos muy amigos, familiares, encantadores. El sábado también vino en busca de sus raíces Alberto acompañado por esposa María José y su hijo Albertito. Recorrimos los barrios Aldehuela, con su Ermita de la Inmaculada Concepción; El Burgo, con su Ermita de las Angustias; la iglesia antigua, donde se casaron mis abuelos y bautizaron mis tíos, que hoy está abandonada y adonde no pudimos entrar. También visitamos la casa de nuestro tatarabuelo, Antonio del Pozo Santamaría, está apuntalada por su precario estado".
En Las Berlanas no faltó una pasada por el único bar del pueblo, en donde compartieron una caña -vaso de cerveza- acompañada con las denominadas "Orejas de cerdo": marinadas y otras delicias.
Clelia también pudo disfrutar de una tradicional ida al campo, algo similar a nuestros picnics. "A los pies de un cerro, con un paisaje maravilloso, aparecieron parrillas y sobre ellas solomillos, chorizos de distintos tipos, careta (la cara del cerdo). Se come a la parrilla o sobre las mesas de camping, picando de todo, acompañado de cerveza y/o vino, según el gusto de cada uno". "Después del almuerzo -acotó- aparecieron los postres: yemas de Santa Teresa, rosquillas, masas, mousse, etc., etc. Acompañamos estas delicias con carajillo: café con whisky y azúcar quemada. Luego se armó la `timba', donde comprobé que tenemos genes iguales, porque los Berrón del Pozo de aquí también siempre fuimos amantes del juego de cartas".
Y continuó: "A pesar de todos esos alimentos, a la tardecita llegó la merienda: tartas y tortillas de todos tipos, empanadas, distintas variedades de salames. Se reservaban lo mejor: una vez que guardaron los elementos que nos sirvieron para estar cómodos, recoger toda la basura (gesto digno de admirar), se armó el baile y el canto. Todo era tan mágico y maravilloso que no nos podíamos ir. Sólo porque empezó a oscurecer tuvimos que irnos. Fue otra experiencia magnifica, imposible de olvidar y a la cual revivo muy seguido".
El domingo por la mañana, Clelia y Juliana fueron al Ayuntamiento y consiguieron que les abrieran las puertas para que examinaran los libros de nacimiento, casamiento y fallecimiento de Las Berlanas.
Recordó que "todo era una realidad que me costaba internalizar. Encontrar el acta de nacimiento de mi abuela érsula del Pozo y la de los hermanos que no sabíamos que existían fue muy fuerte, aunque ya estaba sabiendo de ellos por Juliana y el árbol genealógico que me había mandado Hermelina. Las sorpresas todavía no habían terminado, cuando obtuve un dato increíble: mi abuelo Teófilo Berrón no tenía sólo una hermana como nosotros sabíamos. Encontré el acta de nacimiento de 8 hermanos: Ladislao, Teófilo, Esteban, Jesús, Daniela, Osoria, Fe y Visitación. También encontré el acta de defunción de su mamá donde consta que en esa fecha vivían solamente Teófilo, Fe y Visitación. El sólo contarlo hace que se me ponga piel de gallina, imagínate lo que fue vivirlo".
De vuelta en Madrid y luego de haber vivido momentos inolvidables en el pueblo de sus abuelos, conoció a otros parientes: Ani (hermana de Alberto) y su hija Noelia, la cual estaba con los preparativos de su boda.
Por último, Clelia mencionó que "el último fin de semana fue por demás emotivo: el sábado me tuve que despedir de Rosina y Angel ya que se iban a pasar unos días a La Marina de Alicante. El domingo almorcé en un restaurante muy pintoresco y bonito con Santiago y su novia Mar, Alberto y María José, Juliana, y el lunes con Herelina y su marido Pepe Saez".
Aseguró que "con Juliana es con quien más estuve y sentía que la conocía de siempre. Insisto en que las raíces y la sangre algo hacen. Vive en calle Cuchilleros N° 10, frente a la Plaza Mayor de Madrid. Gracias a ella conocí los bares más antiguos, además de museos o lugares que los turistas no ven".
Clelia aseguró que "todos me hicieron sentir como en mi casa y como si nos conociéramos de toda la vida. Ya en el abrazo sentía ese contacto y afecto. La familia me hizo conocer el Madrid no turístico, el de ellos, que es mucho más bello que el que nos muestran a los turistas. También pude conocer las costumbres, incluidas las corridas de toros.
Está muy agradecida a todas las personas que conoció -y también a las que no pudo por falta de tiempo- y por haber encontrado esa hermosa familia. Miles de fotos guardan los recuerdos de los momentos que pasó con ellos, en especial de lo que vivió en Las Berlanas.
Concluyó diciendo que "hoy siento que `mi familia española' es como las estrellas: uno no siempre las ve pero sabe que están siempre allá, y por suerte existe el teléfono y los e-mails. Ahora me queda esperar que vengan para Argentina y ahí el sueño va a estar completo".
Mariana Rivera