Mike Leigh es un verdadero orquestador de las emociones. Todas sus películas son estupendas alianzas con sus actores que, tras un tiempo previo en que trabajan sus personajes aportando sus propias experiencias, se lanzan a rodajes que deben ser una fiesta de la sensibilidad humana. Sin ahorrarnos nada de las zonas oscuras del ser humano, se las arregla para que una cierta luz -aunque a veces sea tenue- ilumine a sus criaturas con otra fiesta, la de la vida, aunque las consecuencias sean terribles .