Al margen de la crónica
Por falta o por exceso

Si se busca un denominador común en las noticias de los últimos días es probable que se coincida en un concepto: el agua. Porque abunda o porque falta, porque inunda o porque se agota. Todo parece signado a trascender por la presencia o ausencia de un elemento vital. Tan vital como que el cuerpo está compuesto mayoritariamente por agua, como también lo es el mayor porcentaje de leche materna, primer alimento de los seres vivos. "Si el hombre está vivo, el agua es la vida" entona Serrat. Y ésta no es, para nada, una cuestión trivial.

Agua que sale a gotas en algunas canillas, mientras que otras permanecen abiertas sin necesidad; suministro que se interrumpe en los hogares pero que invade cordones y calzadas; lluvias que anegan calles y terrenos bajos, y que se niegan a regar los campos. Recurso escaso, valioso y esencial. Tema de estudios, debates y -en latitudes cercanas y lejanas- de guerras tácitas o reales. Sinónimo de vida cuando llega, y de muerte cuando falta o devora.

Rodeada de ríos, Santa Fe tiene un plus: la conciencia por un recurso que puede agotarse y del que no se puede prescindir, y la insistencia de ese elemento natural en recuperar su cauce cada vez que lo necesita. Cuestiones que lentamente buscan arraigarse pero que son todavía materia pendiente en una ciudad que, por un lado define -mejor dicho, las autoridades lo hacen- de qué manera atenderá su provisión en adelante, luego de meses de vaivenes e indefiniciones. Y por el otro, no termina de tomar conciencia sobre la necesidad de entablar una relación de respeto e indispensable distancia con los cursos de agua que le hacen de marco.

Presente en cada una de las actividades cotidianas, indispensable para la supervivencia, el agua es por estos días tema de conversación obligada. Ojalá llegue a serlo, también, de conciencia deliberada.