Cartas a la dirección

Y la educación "paga el pato"

Señores directores: Yo nací en el '45; cursé la primaria en la Escuela Nº 6 Mariano Moreno y mi maestra de 1º a 7º grados fue la señorita Eva María Verney, a quien considero, desde el primer tirón de orejas, a mi segunda mamá.

Ni mis padres ni mis maestros fueron permisivos; ambos aplicaron la sabia receta: "Porque te quiero te ajusto las clavijas". Tampoco la sociedad en mi niñez y en mi adolescencia fue permisiva; había reglas de juego bastante claras y había que respetarlas. Considero que aquí está el punto de partida para abordar el tema educación.

La educación no es posible sin orden, el orden no es posible sin disciplina y la disciplina requiere, en mayor o menor medida, un poco de mano dura. No digo excesos, hablo de premios y sanciones sanas, firmes y coherentes. Convengamos que tanto represión como permisividad son extremos indeseables. En toda organización, lo difícil es mantener el equilibrio.

Percibo que la sociedad actual está chingueando feo con el tema de los derechos humanos, simplemente porque nos estamos olvidando de que el derecho propio termina cuando invade el del otro. Sería bueno hablar un poco más de obligaciones y responsabilidades; sería bueno ir abandonando tanto cholulismo blandito.

A los de mi generación, a los 13 años nos ponían los pantalones largos y eso no era joda. A los 19 ó 20 egresábamos del Industrial de Junín, y estábamos más o menos listos para comenzar una vida de trabajo profesional o empresarial y sentar los reales para constituir una familia. Como para asegurar el temple, todavía nos esperaba el servicio militar. No lo cito como una experiencia ejemplar ni demasiado útil, pero era "obligatorio" y sabíamos que al ingresar se igualaban guapos y aventajados con mansos y pelandrunes. Cuando por fin volvíamos a casa, encontrábamos la comida más rica, la cama más calentita, la vieja una santa y el viejo un gran tipo.

Por aquellas y otras cosas, juzgado desde esta perspectiva, con sus penas y sus glorias, aquel tiempo pasado fue mejor. Pareciera que hoy, a los 30 años, los jóvenes pretenden un estilo de vida inadmisible para su edad. No digo todos, pero son demasiados los que todavía no superaron la adolescencia y esperan que alguien les aclare por qué hay que abrir el paraguas cuando llueve.

La educación, lamentablemente, no puede independizarse del marco político y social en el que está inmersa, como no pueden pedirse peras al olmo. Si la educación y/o el aprendizaje están fallando (y de esto no hay lugar para la duda) habrá que buscar la cuestión en raíces más profundas... Pensemos, digamos y obremos con claridad, aunque cueste y duela, o continuaremos en la farsa de mirar para el costado, contemplando cómo la educación, cual chivo expiatorio, "paga el pato".

Ercilio J. M. Rudi.

DNI: 6.259.695.