Una estrategia productiva con empresas y empleo perdurables

Daniel Funes de Rioja (*) (DyN)

En el mundo de hoy, como se ha señalado en reiteradas oportunidades, es evidente que "sin empresas no hay empleo", ya que la capacidad de generación de puestos de trabajo en el sector público es limitada y no alcanza a satisfacer las necesidades y expectativas de los habitantes.

La tecnología moderna y los nuevos métodos de organización del trabajo señalan elocuentemente que la gran empresa es generadora de empleo de calidad y estable, pero no en el volumen necesario para cubrir la oferta de las mujeres y los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo.

Por ello, la verdadera respuesta está hoy en la dimensión Pyme (pequeña y mediana empresa) y la solución pasa por generar el entorno favorable para que dichas unidades productivas puedan constituirse, desarrollarse, ganar mercados y crear empleo.

Esto depende no sólo de la voluntad del emprendedor, sino de la creación de un marco favorable para que ello ocurra en lo registral, fiscal y laboral.

Los modelos de complementación internacionalmente exitosos, ya sean la subcontratación (Japón), los consorcios de exportación (Italia y Francia), los regímenes de franquicia típicamente anglosajones o la inclusión de las Pymes como proveedores del Estado (modelo nórdico), han tenido como finalidad específica incorporar de manera estable y sustentable a dicha dimensión de empresa en la economía nacional respectiva, obviamente propendiendo también -mediante normas adecuadas- a su formalización, protegiendo la calidad de las empresas y, consecuentemente, la calidad de los empleos por ellas creadas.

La Argentina ha crecido y también el empleo. Ahora se debe acompañar esa reacción favorable con un proyecto de mediano y largo plazo que haga al desarrollo armónico no sólo del país en su conjunto, sino de las diferentes dimensiones de empresa para que se vinculen en el proceso de producción, de abastecimiento del mercado interno y de exportación, con acceso al crédito y a la tecnología, con posibilidades reales de inversión y de generación de empleo de calidad.

Para ello se requieren normas claras y transparentes, una política fiscal que favorezca su inserción y desarrollo, y una política laboral que aliente el empleo (y no lo ahuyente).

En todo caso, hay una clara conciencia del vínculo entre crecimiento y empleo en el sector Pyme respecto de la economía de cada país, incluso los de alto desarrollo.

A partir de allí, la aplicación de políticas activas se ve no como una cuestión ideológica, sino con alto grado de pragmatismo, integrando las políticas para garantizar su eficacia, pues las medidas aisladas no son de por sí eficaces.

Por otro lado, también queda en evidencia que las mismas no deben ser exclusivamente de orden fiscal o laboral, sino también crediticio, de acceso a la tecnología y a los mercados, así como removiendo los obstáculos jurídicos para su organización y funcionamiento.

En la experiencia de los países en desarrollo, articularmente se observa que las microempresas y muchas Pymes no operan oficialmente, sino en la informalidad y ello se debe a cuestiones económicas, sociales e, incluso, culturales, pero también a las "barreras" para constituirse y crecer.

De hecho, puede justificarse estadísticamente que en los países de renta baja y de media-baja (países en desarrollo) es donde la registración y el funcionamiento de una empresa son más costosos no sólo desde el punto de vista financiero, sino también del tiempo insumido para su constitución, organización o contratación.

Está claro que en los países de alto desarrollo hay no sólo simplicidad registral, sino que -para las Pymes- se acompaña con un sistema laboral y fiscal que facilita su inserción integrada con educación y formación de recursos humanos que ayude a la integración social y promueva desarrollo con equidad.

Por ello, sólo articulando una dimensión Pyme en la estrategia político-económica de desarrollo, con características que le den seguridad jurídica y sustentabilidad productiva, se conseguirá consolidar el tan anhelado modelo de desarrollo perdurable que convalide el crecimiento, dejando de lado definitivamente largas décadas de involución, desindustrialización y ausencia de un "proyecto sugestivo de vida en común".

(*) Presidente del Departamento de Política Social de la Unión Industrial Argentina; vicepresidente ejecutivo de la Organización Internacional de Empleadores; vicepresidente del Consejo de Administración de la Organización Internacional del Trabajo; presidente del Grupo Empleador del Consejo de Administración y de la Conferencia y presidente del Comité Empresarial de Asesoramiento Técnico de Asuntos Laborales de la Organización de Estados Americanos (Ceatal/OEA).