De Raíces y Abuelos
Un espíritu peregrino
Familia Toia. Lorenzo Toia, italiano de nacimiento, abandonó su ciudad natal y se radicó en Colonia San Agustín. A diferencia de aquel país, en éste reinaba la paz y abundaba el trabajo, motivos más que valederos para llamar a sus hermanos que habían quedado en la patria lejana. textos de Mariana Rivera

"Este trabajo está dedicado a la memoria de Tino, mi padre...", aclaró Daniel Toia al pie de la investigación sobre sus orígenes que envió a De Raíces y Abuelos desde Montes de Oca, en el departamento Belgrano de nuestra provincia.

En noviembre del año pasado, la familia Toia se reunió para recordar a sus antepasados y él fue el encargado de efectuar la reseña familiar, que transcribimos a continuación.

"A nuestras raíces más cercanas, de acuerdo con un estudio minucioso, las podemos encontrar en una campiña, situada entre las localidades de Villafranca y Cavour, provincia de Torino, en el Piamonte italiano. Allí, en el seno de una familia de campesinos, hacia finales de la primavera, fruto del matrimonio de Juan Bautista Toja y Juana María Marchisone, un 30 de junio del 1799 nació Juan Lorenzo, mi tatarabuelo.

Su infancia y posterior adolescencia transcurrieron en un ambiente hostil. La aparente tranquila campiña, surcada por las aguas del Po y con el imponente marco de los Alpes hacia el norte, se hallaba convulsionada por sangrientas batallas, que sellarían en el futuro la unificación de la por entonces fracturada República Italiana.

En medio de aquellos sucesos, durante una estadía en Cavour, Juan Lorenzo conoció a Ángela Martino, una joven de apenas 17 años, con quien contrajo matrimonio el 18 de febrero de 1833, en la parroquia San Lorenzo de la misma ciudad.

Los frutos de esa unión tardarían algunos años en llegar. Recién en junio de 1840 nació el primogénito, quien habría de recibir el nombre de su abuelo: Juan Bautista. En el mismo mes pero de 1842, llegó Francisco, y el 4 de mayo de 1845 nació Lorenzo, mi bisabuelo. Entre 1847 y 1851 se incrementó la familia Toja-Martino con la llegada de José, Victorio y la única hermana: Juana María. Más tarde, en junio de 1854, nació Juan, el último de los hijos. Todos fueron bautizados en la fe cristiana en la parroquia Santa María Maddalena e Stéfano de Villafranca.

Manejo agrícola

Apenas ocho años después del nacimiento de su último hijo, el 23 de mayo de 1862, dejó de existir Juan Lorenzo Toja. Años más tarde, el 11 de febrero de 1868, Ángela con seis de sus hijos se marcharon de Villafranca hacia Revello, provincia de Cuneo. Su destino: la Abadía de Santa María de Staffarda.

Al día siguiente, se reencontraron con Francisco, quien ya estaba casado desde hacía cuatro años con Magdalena Marucco, y con sus dos pequeños hijos, Ángela y Lorenzo, nacidos en Villafranca en 1865 y 1866, respectivamente. Dos años antes se habían marchado a Cavour. El mismo día 12 de febrero, toda la familia Toja ingresó a la antigua Abadía para desempeñar tareas agrícolas.

Durante casi un año estuvieron viviendo y trabajando en este sitio, quizá ya con sus mentes puestas en América, dado que en este lugar se perfeccionarían en todo lo referente al manejo agrícola. Hacia mediados del otoño, el 11 de noviembre, abandonaron Staffarda con rumbo a Saluzzo. Allí, en junio de 1869, nació Luisa, fruto del matrimonio de Francisco y Magdalena, y tiempo después se marcharían hacia Scarnafigi.

Mientras tanto, en América, las primeras colonias agrícolas fundadas por Aarón Castellanos, pobladas por inmigrantes suizos, franceses y alemanes que dieron origen a Esperanza en 1856 y San Carlos en 1858, avanzaban vertiginosamente.

Los primeros contingentes de italianos recién comenzaron a aparecer hacia 1870. Venían, en principio, del Piamonte, y luego, de la Liguria y del Friuli. Empezaron llegando de a poco, pero más tarde se transformarían en aluviones incontenibles. Fue así como dieron origen a otras nuevas colonias. A mediados de ese año y a sólo dos leguas al este de San Carlos, nacía la Colonia de San Agustín.

En tanto, Italia se debatía en los últimos estertores de la dominación, cuando las tropas piamontesas al mando de Víctor Manuel, tras duras y encarnizadas batallas, expulsaban a los austríacos en el norte, y Giuseppe Garibaldi entraba triunfante en Roma, terminando así con la larga hegemonía papal y borbónica ejercida durante tantos años. En ese entonces, los hermanos José y Victorio Toja se habían alistado en las filas del ejército piamontés. El primero llegó a ocupar el cargo de soldado de segunda categoría y Victorio, a un alto rango militar.

Abandonaron el terruño

Al final, el largo sueño se convertía en realidad y, mientras el príncipe del Piamonte Víctor Manuel se coronaba como el primer rey de la Italia unificada, mi bisabuelo Lorenzo se aprestaba para abandonar el terruño que lo había visto nacer. Hacia mediados del otoño del 1870 se embarcó en el puerto de Génova y emprendió la larga travesía que lo alejaría de su patria para siempre.

Después de un mes y medio de viaje, llegó a Buenos Aires y, pocos días más tarde -a bordo de un pequeño vapor-, recaló en el puerto de Santa Fe. Tras sortear el Paso del Salado llegó a la Colonia San Agustín, en un caluroso y húmedo día de verano.

Al principio, la vida en las nuevas colonias no fue fácil, pero, a diferencia de su país natal, aquí reinaba la paz y abundaba el trabajo. Fue esta misma razón la que lo impulsó sin demora a llamar a sus hermanos, que habían quedado en la patria lejana.

El llamado no se hizo esperar y fue así como Francisco con su esposa y sus cuatro pequeños hijos se embarcaron, el 20 de setiembre de 1871, rumbo a América. Apenas dos años más tarde, el 9 de noviembre de 1873, José siguió las huellas de sus hermanos y emprendió la travesía. Al año siguiente, Victorio contrajo matrimonio con Ana Tomatis y junto a sus dos hermanos menores, Juana María y Juan Antonio, el 20 de noviembre de 1874 cruzaron el Atlántico.

Cambió el apellido

Así, sin prisa pero sin pausa, la familia Toja se fue poco a poco reagrupando. Pero debieron transcurrir casi cinco años para que el reencuentro fuera definitivo. Juan Bautista, el mayor de los hermanos, con su esposa Teresa Bellino y sus tres pequeños (Ángela, Margarita y Lorenzo) emprendieron el largo peregrinaje iniciado por sus hermanos nueve años antes, en el otoño del 1879.

El trabajo en las nuevas colonias agrícolas era muy duro y debieron luchar contra las plagas, las sequías y los gobiernos de entonces, que no cumplían con sus promesas. Así y todo, cada uno logró formar sus propias familias e incrementarlas.

En los primeros meses de 1880, Juan contrajo matrimonio con Catalina Boretto, el 28 de julio del mismo año, José con Catalina Ghirardi, y a finales del mismo, mi bisabuelo Lorenzo con Luisa Boretto.

Los hijos no se harían esperar: de esta última unión, en julio de 1881, nació Lorenzo Juan Toya, y allí empezamos a ver cómo -por primera vez- cambiaba nuestro apellido. Varias veces debieron transitar las dos leguas que separaban a San Agustín de San Carlos para llevar a bautizar a sus hijos a la parroquia.

En ese entonces, trabajaron como "medieros de familias paesanas", como los Boero y los Taverna.

Alrededor de 1883, los hermanos Toia se marcharon a un nuevo destino: la Colonia Vercelli, que se encontraba más al sur. Había sido fundada dos años antes y luego pasaría a llamarse Irigoyen. Allí continuaron trabajando como en las anteriores y siguieron aumentando sus finanzas y su familia.

Colonia Montes de Oca

Pero el fin de su largo peregrinaje estaba a más de 100 kilómetros al sudoeste. Allí, en 1886, se empezaba a gestar una nueva colonia. Don Francisco de Bustamante, propietario de esas tierras, encargó al escribano rosarino Ciro Echesortu que fraccionara y vendiera las 43.000 hectáreas de su propiedad para fundar y poblar lo que sería la Colonia de Montes de Oca.

Éste se dirigió a Irigoyen, donde residían varias familias de colonos y les ofreció la posibilidad de hacerse propietarios de estas fértiles tierras. Los hermanos Toia aceptaron el desafío, pero le impusieron una única condición: que les construyera una iglesia y una escuela donde poder educar a sus hijos. No tardó Echesortu en cumplir su palabra.

Poco tiempo después, durante un crudo invierno, los siete hermanos y su numerosa familia, se dispusieron a abandonar Irigoyen. Tras alistar las pesadas carretas tiradas por bueyes y algunas pocas herramientas y enseres se pusieron en marcha, para transitar lo que para la mayoría de ellos sería su último peregrinaje.

La primera noche los encontró en un arroyo en las inmediaciones de San Genaro. Donde acamparon -sin ninguna causa aparente-, la muerte sorprendió a Juan Bautista, el mayor de los hermanos. A la mañana siguiente, después de sepultar los restos del infortunado, se pusieron nuevamente en marcha y arribaron dos días más tarde a su nuevo destino. Al otro día, los sorprendió una fuerte nevada, insólita para estas latitudes, que les hizo recordar a su Piamonte natal.

El nuevo pueblo

Los cinco hermanos recién llegados adquirieron la mayoría de los campos que circundaban lo que sería la futura población. En setiembre de 1887, se inauguró la iglesia con la presencia de Echesortu y su familia. El 18 de enero de 1888, el gobernador José Gálvez aprobó la traza de la nueva Colonia y Pueblo de Montes de Oca.

Dada la fertilidad de estos suelos, las abundantes lluvias y la salobridad de sus aguas, su numerosa familia se desarrolló en un ambiente de paz y prosperidad, aunque no pudo evitar las pestes y las plagas que asolaron a la incipiente población hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX.

El primer cementerio del pueblo se instaló en un rincón de la propiedad de Francisco Toia, a raíz de una epidemia de fiebre amarilla y, más tarde, en 1895, de cólera, en la que perdiera la vida una de sus hijas, María Toia, quien se había casado con Domingo Colman y dejó cuatro pequeños hijos. En marzo de 1894, falleció a causa de fiebre tifoidea mi bisabuela Luisa Boretto.

El último viaje

En la primera década del nuevo siglo, Francisco -sin poder evitar su espíritu peregrino- vendió su propiedad y se marchó a la localidad de Cintra, en la provincia de Córdoba. En enero de 1917, viajó a Irigoyen en una "volanta" para visitar a su hija Luisa, quien unos años antes había contraído matrimonio con José Tomatis y residía allí. Al llegar -quizás por lo avanzado de su edad y el terrible calor reinante- falleció su esposa, Magdalena Marucco. Al día siguiente, sin poder soportar el dolor que le produjo la muerte de su inseparable compañera, también Francisco se marchaba para siempre de este mundo.

Mientras tanto en Montes de Oca, los hermanos Lorenzo, José, Victorio y Juan, a pesar de estar quizá distanciados por poseer cada uno de ellos sus propias familias, sintieron algo muy profundo en su interior que los unió en el momento de elegir su última morada. En 1919 construyeron el panteón familiar, donde deberían descansar para siempre sus restos junto a los de sus esposas.

El 19 de mayo de 1920, Lorenzo -mi bisabuelo peregrino- dejaba de existir. Algunos años mas tarde, sería José; luego, Juan, y por último, en 1935, Victorio iniciaría lo que sería su último viaje".

Las visitas más célebres

Sarmiento, Avellaneda y Amicis. Estando la familia Toia en San Agustín y San Carlos, sus integrantes fueron testigos de la visita del entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento, que vendría personalmente para ver cómo funcionaban estas nuevas colonias.

Más tarde llegaría también Nicolás Avellaneda.

Pero la visita que más los conmovió fue la del escritor italiano Edmundo de Amicis, el inolvidable autor de "Corazón", quien en su libro "Impresiones de América" narra su visita a estas colonias y cuenta su emoción al ver "un trozo del Piamonte, que salía a su encuentro en plena pampa santafesina".