El 6 de mayo ppdo. se cumplieron 150 años del nacimiento del Sigmund Freud, nacido en 1856 en Freiberg, pequeño poblado que en esa época era parte del imperio austrohúngaro, en la región de Moravia, y que en la actualidad se denomina Pribor, hoy República Checa.
Sabemos que vivió allí sólo sus tres primeros años de vida. Luego, con sus padres se trasladó a Viena. Es en la capital de Austria donde el Dr. Freud desarrolló casi toda su investigación y su clínica, no sin frecuentes conflictos con la sociedad pacata de Viena, que este año le dedicó alrededor de cien homenajes. No obstante Sigmund Freud vivió siempre en querella con la capital austríaca, en la cual residió casi 78 años, hasta un año antes de su muerte, fecha en que se vio obligado por el nazismo -dada su condición de judío- a emprender el camino del exilio hacia Londres, donde murió en setiembre de 1939.>
El recordatorio ha despertado numerosas reacciones en todo el mundo, tanto de reconocimiento como de cuestionamientos. �Acaso habría de esperarse otra cosa? Freud escandalizó en su época -y hoy también- a toda una sociedad al revertir los términos de la relación del sujeto consigo mismo y con su entorno, generando con ello una herida narcisística difícil de cerrar.>
Freud fue, en cierta forma, un exiliado en su lugar de residencia. Es que -como nadie- puso en evidencia la radical disarmonía que el sujeto guarda respecto de sí y con su hábitat. Del inconsciente decía que es nuestro amo, que nos domina aunque no lo advirtamos. Afirmaba que el ser humano es un sujeto del inconsciente, es decir que -en realidad- se desconoce a sí mismo, que ignora quién es aunque crea que lo sabe. Y que por las "desventuras del lenguaje" no ha podido posesionar-se, es decir, tener dominio pleno de lo que es y de lo que le pasa. En otras palabras, el sujeto no es idéntico a sí mismo, lo que equivale expresar que no lo encontramos en ese "yo consciente" con el que creemos definirnos y en el que se fundan la mayor parte de las teorías sobre el sujeto y hasta las mismas teorías psicológicas (no psicoanalíticas) actuales.>
Respecto del lugar reservado al hombre en el mundo escribió: "Nada hay preparado en el universo para la felicidad del sujeto humano" ("El malestar en la cultura", 1930).>
Freud escandalizó mucho más aún cuando sostuvo con particular énfasis que hay una ruptura radical entre el saber del hombre y el saber del instinto. Al primero lo llamó "pulsión", asignándole un sentido muy diferente a la inmovilidad del saber instintivo. La pulsión humana -por tener una movilidad sorprendente- escapa a la fijeza instintiva, lo que le posibilita destinos diferentes.>
Freud plantea un sujeto siempre en crisis. En este sentido no habría "normalidad" que no sea la de un sujeto dividido, escindido siempre entre deseos opuestos. Es la forma en que cuestiona una lectura moralista de la conducta humana. Afirmaba -también- que la adaptación del ser humano a la convivencia con otros le trae muchos problemas, ya que "la cultura le pide demasiado", es decir, le demanda una renuncia a sus propios deseos para el logro de lo que se denomina "el bien común".>
Este significante, que en principio aparece como un anhelo de todos, genera, íquien lo duda! innumerables conflictos entre los seres humanos, y es fuente de malestares sociales profundos, ya que el "bien común" puede ser definido, entendido y asumido de infinitas formas y -desde ya- cada uno tiene su propia versión.>
Ahora bien, �por qué conmemorar a quien -con su invento- puso en jaque a la ciencia de entonces al dar una versión -lo que es una verdadera subversión- tan diferente de la etiología y la terapéutica de las conductas y las patologías humanas? �Por qué celebrar a quien marcó desde el inicio de su teoría un marco diferente a las relaciones humanas y hasta políticas, tan "exitosas" hasta ese momento, y donde el "yo" no es equivalente al "sujeto" y el "síntoma" ya no es patrimonio de la medicina, y la represión, la negación, los sueños y el olvido son leídos como formaciones de ese misterioso inconsciente del que hoy nada se quiere saber? �Por qué recordar y celebrar a quien nos recuerda que no hay recuerdos sino "escenas", que no importa tanto lo que pasó sino lo que cada sujeto registra ("la novela familiar del neurótico") es decir, un cuestionamiento y a la vez una relectura de la historización?>
Aquí, podríamos decir, se inscribe la función del psicoanálisis. El psicoanalista ofrece un dispositivo novedoso -basado en un nuevo tipo de transferencia- como forma de tramitar esta escena humana: su pertenencia -su lazo social, su inclusión ciudadana- y su diferencia (su subjetividad, su alteridad) que -como expresamos- produce tantos sufrimientos, sinsabores, malestares y síntomas entre los seres humanos.>
Nuestra época se ha especializado -para combatir el sufrimiento humano- en la producción en serie de productos y buenas noticias que la tecno-ciencia ofrece cada día. La ciudad comercial está repleta de objetos de consumo para olvidar las penas. También la química -los fármacos- se ha convertido hoy en uno de los productos comerciales de mayor venta para dormir al sujeto, para que olvide sus penurias. Pero sólo son un "quita penas" provisorio como expresa Freud.>
El psicoanalista -por el contrario- despierta a un sujeto. Lo lleva a responsabilizarse tanto en su condición subjetiva como ciudadana. Y si bien el psicoanalista sabe que el sujeto no es responsable del todo del "lugar subjetivo" en que puede encontrarse en algún momento de su vida (sufrimiento, angustia, depresión, ataques de pánico, bulimia, anorexia, adicciones, etc.) también sabe que la ética del sujeto sufriente es precisamente responsabilizarse de salir de allí. Y hacia allí lo conduce. >
El psicoanalista -en tanto habitante de una ciudad- se incluye en su trama socio-político y económica y entre las posibilidades y los límites de la historia que se gesta cotidianamente en ella. Es parte de ella, pero a la vez -éste es su desafío- está llamado a interpretarla. Quienes practicamos el psicoanálisis recordamos la invitación de Jacques Lacan a estar "a la altura de la época".>
Las crisis ciudadanas -en realidad- no son muy diferentes de las crisis de cada uno de sus habitantes y de sus síntomas. Cuando lo real, lo inesperado y lo imprevisto, en toda su obscenidad invade una ciudad (cuando la seguridad personal y el lazo social están en grave riesgo, o cuando el agua arrolladora se apodera de sus espacios físicos) también se apodera de la dimensión psíquica de sus habitantes. Nuestra ciudad lo ha vivido y aún soportamos sus consecuencias.>
Para el psicoanalista, la ciudad es un lugar privilegiado de referencia. El psicoanálisis -podríamos decir- es una profesión ciudadana. Una ciudad no es sólo su espacio geográfico, su arquitectura, sus monumentos, sus trazados urbanos, sino también su espacio topológico y la memoria colectiva e individual de cada uno de sus habitantes.>
También es cierto, por fin, que en un mundo globalizado, donde la lógica de la economía de mercado y la misma ciencia han renunciado a la creencia en el sujeto humano -en su nombre claro está- el psicoanálisis freudiano da cuenta de que su saber -transmitido a la humanidad y al ciudadano- no lo ha dejado indiferente. Freud (un personaje del siglo XIX y comienzos del XX) y con él el psicoanálisis, aún despiertan reacciones y pasiones en el inicio de este siglo. >
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