El telégrafo aliado del ferrocarril

Andrés Alejandro Andreis. Museo Ferroviario Regional de Santa Fe.

Samuel Finley Breese Morse, el inventor del telégrafo, jamás hubiera imaginado que su sistema de comunicación que fuera creado en aquel distante 1832, habría de perdurar hasta casi nuestros días. Hoy, los últimos adelantos en la materia lo fueron reemplazando, primero paulatinamente y luego en forma vertiginosa hasta arribar a la alta tecnología que todos conocemos. Este sistema denominado Código Morse o Alfabeto Morse reproduce letras y números mediante signos transmitidos de manera discontinua. Utilizado también en radiotelegrafía, recorrió con su sonar seco y contundente toda la esfera terrestre, constituyéndose por aquellos tiempos en el medio más moderno de intercomunicación de pueblos y antecesor del teléfono. Fue la herramienta fundamental en los correos del mundo así como en las naves que surcaban mares y ríos.

Su función en la empresa

Los postes que a lo largo de las vías sostenían el tendido de cables conductores que aún vemos, pero hoy hechos jirones, iban a la par del recorrido del tren a manera de compañero fiel y silencioso, no faltando junto a ellos en distintos tramos, el tradicional nido de hornero que en ocasiones originaba el corte de la transmisión.

En la antigua y demolida estación francesa de Santa Fe, los telegrafistas alrededor de los años 1915 a 1920 llegaban a sus puestos de trabajo de guantes, y sombrero de copa, señal de distinción en este oficio, según el testimonio de Alberto Olay, ex telegrafista iniciado en el FC Santa Fe. En este ferrocarril así como en otros del país, se otorgaba la vía libre a los trenes a través de las conexiones telegráficas entre estaciones antes del advenimiento del aparato canjeador de vía libre.>

Las órdenes inmediatas de servicio, ya sea comunicando cambio de horario de trenes o tarifas, se daban por este medio. Además, cumplía la función social de retransmitir para el correo, telegramas públicos que provenían de apartados y lejanos pueblos, allí donde ni siquiera había una estafeta postal. Era común entonces recibir a través de una pequeña y recóndita estación ferroviaria telegramas de cumpleaños, fallecimientos, los buenos augurios para las festividades de fin de año o la buena nueva de un nacimiento. La Central de Telégrafo más importante de nuestra zona fue la ubicada en el edificio de la estación del FC Belgrano en Bv. Gálvez que se comunicaba con toda la red de este ferrocarril. Por muchos años, los datos de lluvia eran transmitidos telegráficamente por todas las estaciones a la Central de Santa Fe para ser derivados al Servicio Meteorológico Nacional.>

Consagrados profesionales

Así eran las transmisiones telegráficas por ferrocarril, manejadas por verdaderos expertos que hacían sonar el bronce (como vulgarmente se le llamaba al aparato transmisor por ser hecho de este metal). Sus finos oídos transmitían y recibían el mensaje descifrando en el papel aquel golpeteo constante que enviaba rayas y puntos.

Uno de los más destacados en esta profesión fue Juan Gaitán, telegrafista del ex FC Santa Fe, al tener la facultad absoluta de transmitir y recibir telegramas simultáneamente con ambas manos. Don Ernesto Poggio, de dilatada trayectoria ferroviaria, nos dice que en una oportunidad Gaitán fue invitado a viajar a Alemania para hacer una demostración en aquel país en donde los científicos pudieron comprobar la capacidad excepcional de este hombre. Se comentaba allá por 1939 entre sus colegas el interés de estos investigadores por desentrañar y estudiar su cerebro después de muerto.>

Los profesionales telegrafistas en general prestigiaron el ferrocarril y, con la inserción de las teletipos, se las ingeniaban para atender este aparato en sincronía con el viejo telégrafo.>

En ocasiones, les atacaba el "calambre profesional" como se lo conocía en el léxico del oficio por sufrir una rigidez en el pulso, debido a la constante e ininterrumpida práctica diaria que también afectaba el sistema nervioso. Por esta patología el decreto 2371/73 estableció el retiro de estos operarios a los 55 años de edad y 30 de servicio.>

El bronce sonador sacudió los hilos telegráficos de esa comunicación primigenia por más de ciento cincuenta años, único medio que unió los pueblos por entonces. Los mensajes que corrían por los cables a la vera de las vías acompañaron al tren por los llanos, montes y cumbres nevadas hasta su destino final.>