Ley de educación

Rubén Elbio Battión

De acuerdo con las noticias divulgadas, en estos días se ha de tratar la enésima ley de educación para nuestra provincia. Es de esperar que surja una ley que promueva un real conocimiento de lo humano y lo argentino, para que sirva de cimiento a una patria inteligente, honrada y honesta, voluntariosa y esforzada, obediente y soberana, respetuosa y solidaria, generosa y altiva, sincera y valiente, noble y fecunda; con gran convicción por los valores de la libertad y con gran empuje por las raíces luminosas de la autoridad; sin excesos ni escasez; con amor al trabajo, a la familia, a la patria.

Es de esperar que a las posibles virtudes de los fundamentos que el Poder Ejecutivo refleje se agreguen las opiniones de gente dedicada a la educación: con títulos y antecedentes honorables; jubilada o en actividad; argentina o extranjera. Sin el riesgo de una rapidez desafortunada ni el retardo de una morbosa lentitud.>

Poner en ley los principios de una moral creciente y una sinfonía de conocimientos no es fácil. Es compleja, laboriosa, difícil. Pero no imposible. Querer es poder.>

La palabra educación es un gran embudo donde todo cabe y se destila. Y los maestros responsables -con los mismos sueldos de los haraganes rentados y protegidos- deben hacerse cruces para cumplir con todas las aventuras humanas que les tiran temas desde los cuatro puntos cardinales; más los de abajo y los de arriba. Y para ello deben dejar la piel y la familia y el descanso y la cultura autónoma para atender la gravedad del caos vehicular, o el peligro de la gravedad de las mareas asiáticas, etcétera. Y si hubiese tiempo, dedicar las aulas a la moral, la matemática, el lenguaje, la lectura, escritura, geografía, historia, etcétera.>

Recuerdo con tristeza, al ir a dar clases al Liceo Militar -mañana invernal-, las filas de niños de la escuela primaria con sus banderitas plenas de patria y de frío, esperando los largos minutos de la helada para que un señor presidente de la República saludase a los párvulos ateridos con plácida sonrisa. íLa escuela -con sus maestras-, constituida en la claque obligada de presencia pública!>

Para la huella principal de la ley o para su anexo, como principios o como expresión de deseos, se pueden considerar los títulos siguientes aunque se guarden la ortodoxia de un temario lógico. Son islas para pensar y traducir e incorporar, si fuesen útiles.>

a) Escuela para padres -¿departamento especial?-; b) La educación real y la televisión deformante; c) La educación y la conscripción obligatoria; d) Ingreso por concurso -en todos los rangos- al Ministerio de Educación; e) Premios de fábricas -trabajo- y de clubes -deportes- a los mejores alumnos de la primaria y secundaria; f) Jubilación voluntaria del docente; que no se guillotine la capacidad y experiencia del profesorado del nivel superior, en especial, por razones de edad. Los cardenales y los premios Nobel de ciencias son, en su mayoría, gente de edad relativamente avanzada.>

Concluyo con un brindis alegórico por una patria linda y laboriosa, con una escuela fecunda en dignidad, salud, inteligencia, sabiduría y responsabilidad.>