Un espectáculo de danza en cruce con el teatro

"... y no hay nadie que te pregunte exactamente tu itinerario...": fragmento de uno de los textos que dicen los bailarines en "Siempre quiero que vuelvas", obra enmarcada en el género de danza-teatro, con énfasis en la utilización del cuerpo con un enfoque integral, síntesis de diversas técnicas relacionadas con las artes escénicas, buscando resignificar dramáticamente los cuerpos.

El planteo del trabajo parte de esta búsqueda: el cuerpo como disparador y articulador de la trama y así la obra se desarrolla en un marco de ficción, articulando aportes de recursos como el agua en escena, los textos, la música, el espacio escénico.

"En sus admirables reflexiones sobre los elementos, el filósofo francés Gastón Bachelard habla de las cualidades expresivas del agua: su capacidad de adaptarse a la forma de cualquier recipiente; su simbología de pureza y transparencia; por momentos, su furia desatada... a sorprender con inesperados sobresaltos; su variada forma de presentarse, como río, arroyo, mar, cascada, lluvia, escarcha... y lágrimas".

El espectáculo es extremadamente movilizador, inquietante y sin concesiones para con el público. La obra es densa, muy psicológica, con imágenes muy potentes construidas a partir del compromiso interpretativo de los bailarines-actores, la concepción del espacio escénico: los cuerpos moviéndose en el elemento agua como metáfora de la posibilidad de hundirse en oscuras profundidades.

De estas profundidades del inconsciente surgen los textos metonímicos que conducen al espectador a través de la intimidad de los personajes, con un lenguaje que posibilita sólo asomarse a los secretos y oscuridades de la sensibilidad humana,a un espacio privado, único y lleno, en el marco de un relato de gran crudeza que nos habla fundamentalmente de "soledades".

Desde la individualidad de cada intérprete y a partir de sus rasgos el devenir de la historia que se cuenta se potencia con la producción muy orgánica de gestos y sonidos con gran potencial narrativo para el hallazgo de conflictos y desequilibrios, tan caros al sentido de la obra.

El discurso coloquial no es "literal" sino más bien "incidental" y es interesante por lo que sugiere. Es un elemento dramático que contribuye a la sensación de inquietud, angustia que se genera en la obra.

Los textos deberían sonar más claros en el decir de los intérpretes, ya que en algunos fragmentos los mismos se pierden.

La obra es un gran desafío para director e intérpretes y nos pone frente al resultado de un trabajo minucioso de búsqueda del grupo, que sin duda buscará crecer en el proceso que se inicia a partir de su estreno.

Cristina Copes