TEMA CENTRAL / VERANO EN SANTA FE
Con alas de cometa
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Kite, el deporte de la laguna.

Desde hace cuatro años, un grupo de jóvenes santafesinos practica kiteboarding en la laguna Setúbal. Es un deporte acuático que permite el desplazamiento de una tabla impulsada por una cometa de entre 10 y 17 metros cuadrados, para realizar saltos de hasta 9 metros y todo tipo de maniobras.

textos de Florencia Arri

"Estamos en El Chaquito. Vení, mirá como sopla...". El mensaje en el celular lo lleva a correr y asomarse a la ventana. Mira las hojas de los árboles y, con un sexto sentido que supo desarrollar en poco tiempo, mide si es suficiente para levantar su cometa. No importa la hora, ni si hace calor o frío. Importa que en la laguna Setúbal haya viento suficiente para levantar su cometa y salir a navegar.

Esa sensación experimenta un grupo de jóvenes santafesinos que desde hace unos cuatro años practica kiteboarding, un deporte acuático que encontró en la laguna Setúbal un excepcional campo de práctica. Se trata de una mezcla de esquí, wakeboard, surf y vuelo libre, que permite deslizarse sobre el agua con una tabla gracias al impulso de una cometa que, a unos 25 metros de altura, actúa como ala empujada por el viento y permite que quien la controla se deslice y realice saltos de hasta 8 o 9 metros de altura.

Las cometas -en inglés, kites- son proporcionales al peso de quien las maniobra. Su superficie promedio ronda entre los 10 y 17 metros cuadrados. Se inflan de aire en tierra y luego, de espaldas al viento, se las eleva, para lograr que queden delante de la tabla y de quien la controla.

Dependiendo de la fuerza del viento, es posible generar saltos de un promedio de diez segundos en que el cuerpo queda suspendido en el aire, con una vital sensación de volar.

Las raíces del vuelo

Como variante de un tradicional pasatiempo al aire libre, el kiteboarding halla sus raíces en 1977, cuando un inventor de los Países Bajos llamado Gijsbertus Adrianus Panhuise, patentó un sistema de navegación sobre una tabla de surf traccionada por una especie de paracaídas, convirtiéndose en el creador de este deporte.

Sin embargo, según precisa la Asociación Argentina de Kite, el kiteboarding "es una actividad que nació con el nuevo milenio, evolucionó rápidamente, y produjo una gran adhesión entre quienes prefieren `deportes extremos', cuyo ejercicio genera cierta dosis de adrenalina".

Este deporte se practica en espejos de agua, a escasos metros de la playa, y sus cometas ofrecen un vistoso espectáculo por el colorido y magnitud de las cometas.

"La mayoría de los que hoy hacemos kite practicamos antes algún otro deporte en el río", contó Juan Agustín López Rosas, de 22 años. Desde los 12 a esta parte, él hizo ski, wakeboard y windsurf, y en los últimos cuatro se dedicó al kite junto a su hermano, José, y su padre.

"El principio es el mismo: una tabla en el agua -sintetizó Agustín-. Con el windsurf aprendés a entender al viento: de dónde viene, cómo son sus rumbos, cómo entra en la Setúbal. Pero la diferencia principal era que los que hacían kite navegaban muchísimo más que nosotros. Veíamos que con menos viento podían salir a navegar... mientras nosotros esperábamos en la costa que el viento suba para poder armar las tablas de windsurf".

Cuestión de actitud

"Estaba con unos amigos haciendo windsurf en la laguna y vi grandes cometas en el cielo, con tablas que se clavaban en el agua. Creí que era parecido a lo que hacíamos nosotros, hasta que vi a uno que se levantaba unos metros en el aire... me pareció no verlo, pero volví la mirada y me di cuenta de que era cierto".

El asombro de Martín Caspani hace unos cinco años, provocó que en pocos días comprara un equipo e incursionara en el nuevo deporte. Hoy, Martín reparte sus días entre su trabajo y una escuela de kiteboarding que emplaza todos los días a las 14, "donde sople el viento".

Pero, como en el Espigón II de la Costanera pueden navegarse casi todos los vientos -menos el oeste-, sus alumnos saben que pueden encontrarlo allí.

A diferencia de otras, estas clases "no se coordinan, porque creo que es importante desarrollar actitud al deporte. Por eso prefiero que los chicos miren los árboles y, si hay viento, vengan y me encuentren acá, donde cada uno analiza su situación para tirarse o no al agua", contó Martín.

La palabra, que enuncia una "disposición de ánimo", se vuelve casi un requisito para el kite, porque "si bien la Laguna es un lugar excelente para navegar, en Santa Fe el viento no sopla muy seguido, y hay que esperarlo todo el tiempo para poder alzar la cometa. Como dice un `filósofo' santafesino del viento: el kite es una cuestión de fe -sintetizó Agustín-. Si sopla y no venís te lo perdiste, porque al depender de la naturaleza, uno no puede organizar cuándo navegar... por eso cuando hay viento, venir es una condición que nace de las ganas, de que te guste este deporte".

Vení, volá, sentí

En el kiteboarding no existen temporadas ni temperaturas, sólo ráfagas de viento. Así, en invierno, sus amantes utilizan trajes de neoprene, pero se congelan las manos y llega un punto en que los pies casi no se sienten. Sin embargo, hay una razón que los impulsa a la laguna aun cuando sólo quede una hora de luz: volar. "Al girarlo, la cometa te hace volar y te suspende en el aire... es una sensación única que no se logra con ningún otro deporte acuático. El windsurf en Santa Fe es velocidad y algunos saltos, pero sólo el kite logra elevarte unos 7 u 8 metros -precisa Agustín-. Los saltos se logran así como venís, cruzás las cometas para el otro lado y el viento te suspende. Agarrás el viento de frente y así te vas para arriba... Sabés cómo bajar, es cuestión de práctica y de entenderlo".

Esta sensación que no resiste impedimentos dura en estas aguas entre 8 y 9 segundos, aunque en otras partes del mundo se conocen saltos de hasta treinta segundos. "Todo depende del viento, si es parejo, si es térmico... en el mar los saltos son más largos porque el viento es más pesado, mas frío; y el agua salada te mantiene más a flote con la tabla... pero todo depende del viento".

Efímero pero certero, el vuelo parece justificar los sacrificios, hacer caso omiso al cosquilleo de las piernas que piden descanso y vivir pendiente de las brisas... de si sopla, o si no, para volar.

Condiciones para la práctica

¿CÓMO EMPEZAR?

Para aprender kite se necesita -por supuesto- saber nadar, tener un buen estado físico y "una buena actitud para con el agua".

Se comienza con una cometa chica, similar a un parapente, que se infla con el aire y tiene sólo dos comandos. Es una cometa simple con la que el alumno puede tener ya los movimientos de una cometa para pasar a una más grande -explicó Martín Caspani-. De todos modos, el aprendizaje comienza en tierra, para comprender el comportamiento de la cometa. En unas seis clases se comienza con waterstart, que es probar con la tabla en el agua y pararse con el empuje de la cometa".

Para Agustín López Rosas, casi un autodidacta, "el aprendizaje depende de la habilidad de cada uno para manejar el equipo y no tanto de la fuerza". Sucede que, al contrario de lo que parece, la fuerza del kite no se sostiene con los brazos sino con un arnés, que une la cometa a la cintura. "Los brazos se utilizan para manejar la cometa y darle fuerza. Cuando estás parado en la tabla se trabajan los cuadriceps, las pantorrillas y rodillas... es, más que nada, un trabajo de piernas".