El hechicero de Cro-Magnon
Pintura rupestre. Silueta de mano izquierda con el dedo meñique mutilado o replegado. 23.000 a.C. Cueva de Gargas, Aventignan, Francia.

En la Edad de los Reptiles, cuando el hombre aún no ocupaba la Tierra, y antes de que el planeta se cubriera de hielo, ya existían las enfermedades.

Esto se ha comprobado al descubrirse ciertos tumores como el de vértebras de un dinosaurio y por el hallazgo en restos de estos animales de fracturas, de infecciones en las cavidades halladas en sus dientes, huellas de abscesos con litros de pus y hasta formaciones esponjosas en sus huesos que muestran claramente una descalcificación.

La llegada del Período Glacial dejó a la Tierra despojada de vida.

El deshielo cambió el escenario, dando comienzo a una nueva etapa. Crecieron los bosques y apareció una tenue hierba. A los animales herbívoros de pelo largo les siguieron los de pelo corto, los de presa y, por último, el hombre.

El hombre que habitaba las regiones de Europa no se parecía al hombre moderno ni en el aspecto físico ni por su inteligencia.

Eran bajos, rechonchos, de piernas torcidas, frente saliente y mentón hundido.

No existen evidencias que puedan decirnos cómo luchaba el hombre en esa etapa contra las enfermedades.

Su familia estaba constituida por un varón seguido por unas cuantas mujeres y sus hijos y no formaban tribus.

Sus vidas eran crueles y cortas, y las curas de sus dolencias no deben haber sido superiores a las de los animales salvajes, que en la adversidad tienen que esconderse de los demás por temor a ser despedazados, lamiéndose sus heridas y buscando un lugar oscuro para morir sin que nadie les preste ayuda.

Estos hombres primitivos ni siquiera enterraban a sus muertos y deben haber sido más salvajes que los pueblos bárbaros.

Desde el norte de África llegan a Francia los primeros individuos de la especie con el aspecto físico del hombre moderno, definidos en las publicaciones bajo la sinonimia "homo sapiens". De estatura similar al hombre actual, de cuerpo erguido, con piernas y brazos vigorosos y con mentón prominente y mandíbula robusta.

Estos hombres sí enterraban a sus muertos, junto con ornamentos y armas. Sus primeros restos fueron encontrados por el geólogo Louis Lartet en marzo de 1869 en las cuevas de Cro-Magnon en Dordogne, Francia, y por ese motivo al "homo sapiens" se lo identifica como el hombre de Cro-Magnon.

La intención de ayudar al hombre en la lucha contra los males que afectan a su salud fue el primer paso adelante en la batalla contra las enfermedades y esta intención ha sido registrada por primera vez en los hombres de Cro-Magnon, constituidos en tribus con jefes a quienes se les atribuía autoridad para combatirlas, surgiendo así la figura del hechicero.

El papel que cumplían los hechiceros en esas comunidades merece destacarse porque fueron los primeros en tratar de luchar contra las enfermedades, lo cual los liga a un principio básico de la medicina, cual es que debe haber hombres cuyo deber sea cuidar al enfermo.

Aunque sus intentos hayan sido tan primitivos como sus armas y sus viviendas, ésta ha sido la primera batalla organizada que se conozca contra la enfermedad.

Esta afirmación llega a nuestros días por los grabados y pinturas que solían realizar en las cavernas con pigmentos constituidos por una mezcla de óxidos y grasa animal siendo esta última la que los conservó en el pasaje del tiempo.

Y es así que aparece en la caverna de Les Tríos FrŽres (Los tres hermanos) en AriŽge (Francia) el dibujo probablemente más antiguo de un "médico" -o mejor de un curandero o mago- para quien la magia vino a ser la defensa más poderosa contra la enfermedad y la muerte.

La figura nos muestra un hombre danzando, cubierto con la piel de un animal, destacándose sobre su cabeza los cuernos de un reno, cubiertas sus manos con garras, con una larga barba y la cola de un caballo.

Esta pintura se encuentra presidiendo sobre los animales allí dibujados. Nunca sabremos cuáles hazañas de magia llevó a cabo ni cuáles curas maravillosas hizo, pero lo que sí sabemos es que sus semejantes le pidieron ayuda por sus dolencias.

Al hombre primitivo le debemos el origen del médico y de la medicina. Seguramente quienes dieron el nombre a la confitería de la enorme tragedia que ha vivido nuestro país no han tenido en cuenta a este desconocido héroe de la medicina, cuya función fue exactamente contraria a lo sucedido en ella.

Roberto Casabianca (*)

(*) Bioquímico, ex Prof. Tit. Biología Gral., Fac.de Bioquímica y Cs. Biológicas.