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Relojes públicos
Testigos del tiempo compartido
Desde algún rincón de la historia de la ciudad, los relojes nos recuerdan la hora y el tiempo que pasó. Foto: Fotos: Amancio Alem. 

En un escenario que es de todos, los relojes públicos conjugan dos realidades que los hombres aún no han sabido sortear: el tiempo y el espacio. El Litoral recorrió los edificios de la ciudad que aún los conservan. Desde lo alto, las agujas continúan eternizando la historia santafesina.

De la redacción de El Litoral

Desde el lugar común, los relojes del convento de San Francisco, de la Iglesia del Carmen, la Universidad Nacional del Litoral, los ferrocarriles Mitre y Belgrano, la sede administrativa del Puerto, la escuela Normal, los bancos Santa Fe y Nación, entre otros, marcaron las horas que fueron. Y están prestos para mostrar las que vendrán.

Hasta el siglo XIX, el uso de medios horarios fue sumamente escaso. En el acervo público, sólo ha quedado de esa época el reloj de sol que se encuentra en el patio del convento San Francisco, hecho por el padre Nepomusemo Alegre con la ayuda de Javier de la Rosa.

En su libro "Santa Fe en clave", Gustavo Vittori interpreta que la progresión acelerada en la vida cotidiana de este elemento durante las últimas décadas es una clara muestra de "la gráfica del cambio de los modos de vida". Es que "el hombre tiene con el reloj un ligamen que pone de manifiesto la problemática del tiempo y de la vida".

Desde el convento de San Francisco, Susana cuenta el origen del reloj solar: "Nepomusemo es un fraile que lo hizo a pedido del guardián y que también había construido uno en el convento de Corrientes. En ese entonces, no existían las agujas". Gracias a la luz de sol, todavía marca la hora, "la original, claro, por lo que está una hora atrasada con respecto a la actual. A todos los que vienen siempre se les muestra; por suerte, no necesita mucho mantenimiento y está perfectamente bien. Está hecho sobre piedra y ha marcado millones de horas, de frailes, de personas de Santa Fe, de toda la historia... siempre estuvo ahí en el patio".

Con los años, el tiempo comenzó a ser una variable sustancial en la vida del hombre, y los latidos de la maquinaria se instalaron en los espacios que su paso deterioraba, o aplacaba.

Desde lo alto

La primera máquina horaria de carácter público instalada en la ciudad ya no se encuentra en ella. Estaba en la Iglesia de los Milagros. Treinta años después, el reloj que vino a reemplazar a aquél fue el que hoy se encuentra en uno de los campanarios de la Iglesia del Carmen, e inicialmente movía sus agujas desde el Cabildo.

"Un estupendo reloj con péndulo, de cuya máquina arrancan cuatro varillas que van a cada uno de los cuadrantes en los que existen cremalleras de minutería. Las esferas son de vidrio esmerilado con números metálicos y miden dos metros de diámetro. Tiene tres cuerdas, dos para las campanas y la otra para el movimiento de la máquina, con pesos de 70 kilos", cuenta Vittori en su libro.

Desde hace medio siglo, el padre Silvestrini escucha al reloj emplazado en la cúpula marcar cada cuarto de hora. Y anécdotas no le faltan: "Cuando vine acá, hace 50 años, vivía a media cuadra un estudiante de Abogacía al que le molestaban las campanadas y lo baleó desde su casa. No solamente rompió el vidrio del lado de calle San Martín, sino que rompió la máquina". Para quien no está acostumbrado, el insistente ding dong del reloj puede resultar molesto. "Más de una vez me han llamado de los hoteles para pedirme que paremos el reloj", contó el sacerdote, y recordó aquel día en que se desconectó la campana y empezó a tocar seguido sin parar durante una hora y media. "Llamé a los bomberos y les dije que vinieran a apagarlo. Subieron y lo pararon".

El mantenimiento y la limpieza están a cargo del municipio, que deja el trabajo en manos de un relojero. "Dos veces por semana vienen a darle cuerda", contó el padre (Ver "Secretos antiguos").

En la UNL y en laescuela Normal

Dos relojes embellecen el frente de instituciones educativas: uno, en la Universidad Nacional del Litoral, y otro, en la escuela Normal Superior. En "Santa Fe en clave", Gustavo Vittori relata que el reloj que corona el frente de la UNL es "más moderno, funciona mediante electricidad y fue realizado por la división de relojería de la National Business Machines Corporation de Nueva York. Es atendido por personal del Instituto Politécnico. Las grandes esculturas del hombre y la mujer antropomorfizan al Día y la Noche, divinidades mitológicas de diversas culturas antiguas".

En tanto, en el de la escuela Normal, sita en Saavedra entre Monseñor Zazpe y Moreno, "cupulinos redondeados, con cubierta de mayólicas y las fuentes de cepas andaluzas; rajas longitudinales veladas por emparrados romboidales de argamasa y aberturas pequeñas con dibujos en forma de estrella, corresponden a una inspiración historicista que conjuga lo hispano y lo moro".

El reloj de la torre de la sede administrativa del Puerto, inaugurada en 1911, fue construido por la fábrica de L. Terrallón y J. Petitsean, de Francia.

En la peatonal

Aunque tiene dueño, el reloj que luce en el frente de la Joyería Worms es parte del acervo santafesino. Está allí desde 1943 y hace dos años que no funciona. Pero antes había otro, que se encontraba en ese lugar "desde que se inauguró la joyería en 1885", relató desde el local Oscar Catáneo.

De origen suizo, el actual "posee un sistema de máquina que data del año 1900 y deben venir a verlo desde Buenos Aires porque tiene un problema". A pesar de que allí arreglan relojes antiguos, "intentamos desarmarlo y volverlo a armar pero tiene un tipo de construcción, hecho en chapa de aluminio y galvanizada, que, si lo desarmamos, no lo podemos volver a armar". Tiene 35 centímetros de altura por 20 de ancho, los cristales son de 8 cm de espesor y tiene doble faz. Funciona a cuerda.

Sobre la misma calle, la peatonal santafesina luce seis relojes modernos, de dos caras, en cada una de sus esquinas. Lamentablemente, no son confiables y ya muchos optaron por no tenerlos en cuenta a la hora de apurar el paso para llegar a tiempo a una cita o acelerar las compras antes de que los comercios cierren.

Desde la Asociación Amigos de Calle San Martín recordaron que, cuando los instalaron, "eran solares", pero, en la actualidad, debido a que el mantenimiento es muy complicado y costoso, "los estamos conectando al sistema eléctrico a través de instalaciones subterráneas". La empresa Mc Donald's auspicia en ellos, bajo la condición de encargarse del mantenimiento.

Antiguos secretos

Desde hace 32 años, Ricardo Quroz repara relojes antiguos. Aprendió el oficio de joven, cuando las máquinas electrónicas aún no habían copado el mercado. Su primer acercamiento a la actividad lo hizo como cadete en la joyería Santa Rosa, que algunos memoriosos recordarán ubicada en San Jerónimo, entre Mendoza y Primera Junta. De a poco se fue inmiscuyendo en las actividades propias del taller y, con el tiempo, acumuló tanta experiencia que hace un año y medio fue convocado por la Municipalidad para reparar el reloj que, desde la cúpula de la Iglesia del Carmen, marca cada cuarto de hora.

"Tengo pasión por los relojes antiguos. Es lo que más me gusta, a pesar de que ahora hago todo tipo de reparaciones", dijo Quroz, uno de los pocos joyeros que quedan en la ciudad con conocimientos sobre el funcionamiento de las agujas más viejas. Incluso, llegan clientes desde el interior de la provincia para dejar entre sus manos tesoros del pasado. "Conocimientos y mucha paciencia" se necesitan para hacer bien el trabajo.

En su comercio de 25 de Mayo casi Salta, son varios los relojes que acompañan sus horas laborales desde la pared. "En la época en que yo empecé había más trabajo con relojes antiguos, ahora están más descuidados y hay muchos modernos que son más fáciles de arreglar, por eso la mayoría se dedica a eso. Además, se ha jubilado un montón de relojeros", contó detrás del mostrador.

Desajustes

Desde hace más de 100 años, cuando fue trasladado desde el Cabildo hasta la Iglesia del Carmen, el antiguo reloj marca el paso de quienes transitan por la peatonal santafesina. Hace un año y medio, Quroz subió hasta la cúpula para repararlo. "Es una máquina bastante compleja porque es un carrillón, tiene cuatro cuartos, es decir, toca cada 15 minutos, y a la hora toca el cuarto y marca la hora que corresponde".

Las inclemencias climáticas parecen ser la causa principal de los desajustes horarios que sufre cada tanto: "De vez en cuando, hay que hacerle algún retoque porque tiene una pieza de acero que se pone más rígida cuando hace mucho frío; es por eso que a veces en invierno el reloj adelanta unos minutos", explicó.

De todos modos, "no sufre otro problema. Lo importante es cuidarlo".

Hace 10 años, Quroz reparó también los relojes de la peatonal, a pedido de la cadena de comidas rápidas Mc Donald's, que colocó publicidad sobre ellos.

"Después, los descuidaron, nadie se hizo cargo del mantenimiento que requieren porque están muy expuestos a las inclemencias del tiempo". Funcionaban con pantalla solar y tenían una batería que acumulaba energía. "El mantenimiento que requieren es limpieza, tratar de que no les entre agua y de que estén lubricados para que el rodaje no se vaya poniendo pesado".