Opinión: OPIN-02 Ensayo acerca de la explotación sexual comercial infantil

Ad. Hoc acaba de editar "Prostitución infantil, tráfico de menores y turismo sexual", de Luis G. Blanco, abogado santafesino, presidente de la Comisión de Derecho Médico y Bioética del Colegio de Abogados de Santa Fe. El prólogo lleva la firma de la prestigiosa psicóloga Eva Giberti, y de ese texto presentamos, a modo de anticipo, los trozos iniciales y finales..

La rigurosa y ordenada enunciación de leyes y documentos nacionales e internacionales constituye un aporte que debemos agradecerle enfáticamente al autor. Es habitual que estos textos se citen desglosados y desagregados de un corpus ideológico abarcativo, lo cual, sin ser incorrecto, carece de la coherencia que Blanco le ha otorgado al enlazarlos en sus respectivas calidades discursivas, las cuales tornan más agobiante aún la evidencia de su falta de aplicación en nuestro país, o por lo menos, el deficitario interés que el tema prostitución infantil (PI) y otras formas de malos tratos y abusos contra niños y niñas suscita en cualquiera de sus vertientes: explotación sexual, trata y turismo sexual.

Es posible reconocer la excelente intención de funcionarios nacionales e internacionales que se reconocen intensamente "tocados" por estas prácticas contra niños y niñas. Pero entre sus descripciones y el contacto con las víctimas existen abismos de distancia.

Entre escribir un artículo descriptivo del delito y asistir a una consulta pediátrica en la cual una niña muestra sus lesiones por infección debidas al contacto con sujetos enfermos (ETS), tanto en su boca como en su vulva o vagina Ätiene algo más de 10 añosÄ, existe un vacío que la imaginación no alcanza a representar. Los derechos de estas víctimas se escuchan cuando se las mira a los ojos, tornados siniestros por lo que han visto, lo que han sido obligadas a mirar, siendo niñas; dado que los ojos infantiles fueron esclerosados por exposición fálica transformada en obediencia mortal.

El texto de Blanco agota citas, comentarios y advertencias a pie de página porque sabe que los resquicios son los lugares por donde se filtra lo que no se quiere decir o saber. No deja escapatoria y se abroquela en la erudición que no alcanza a esconder la indignación con la que escribe y trabaja. No sólo por las víctimas que tan claramente posiciona y sitúa, sino que lo enfurece el descuido en los tratamientos teóricos, administrativos, estatales (nacionales, municipales e internacionales), y denuncia contradicciones peligrosas y promesas incumplidas.

Interesa el análisis que el autor dedica a las niñas que se fugan "y terminan en la prostitución", frase que descifra, sin mencionarla, al enumerar los distintos modos de escape, huida y fuga del hogar. Sabemos de sus respectivos consuelos asociados con las aventuras que la libertad en las calles recorridas sin horarios de regreso a casa con que se envalentona la escapada y la repentina soledad sugiere acercarse al amigo de la amiga o a sentarse en un boliche de moda. Puede tardar en aparecer el sujeto tentador, lo cual la amedrenta, hasta que quienes rondan o tienen amigas ya iniciadas "le pasan el dato" al reclutador acerca de "esa chica" que anda sola.

¿Qué les ocurre a estas adolescentes cuando por primera vez se encuentran con un sujeto que ha decidido prostituirla? No necesariamente aquel que habrá de introducirla en la trata de personas, sino aquel que se tornará su rufián cotidiano y comenzará por enseñarle que empezará a ganar dinero "sin problema alguno para ella". Contará con él, que paulatinamente irá esclavizándola con el mismo estilo despótico que ella decía encontrar en su casa. Pero ahora sin alternativas. Y tendrá que aprender a desvestirse delante de hombres que le resultarán detestables y aun temibles, a escucharlos decir lo que no le interesa oír y a preservar su cuerpo de infecciones que antes desconocía.

La presencia de estas niñas y adolescentes se torna insoportable cuando es preciso asistirlas clínica o jurídicamente, ya sea por sus condiciones de salud psíquica y física como por el modo en que han debido socializarse adecuándose a la actividad que están obligadas a sostener. Han adquirido un lenguaje soez y un desapego hacia el cuidado de sus cuerpos Äcuyas patologías y dolores no obstante acusanÄ que evidencia su reducción a servidumbre.

En paralelo, la minoría de adolescentes que ingresan en prácticas de esta índole pero asumiéndose como "independientes VIP" y ofrecen sus servicios sin encontrarse todavía atadas a un rufián se muestran como dueñas de sus actos, al mismo tiempo que reconocen que, "una vez que entraste y te das cuenta que ganás algo de plata, todo va bien, pero después aparecen problemas...", es decir, que les resultará difícil mantenerse solas sin un protector, es decir, un explotador.

No se le escapa al autor que "la PI "institucionalizada' y el turismo sexual (TS) organizado, tráfico mediante, requieren de una adecuada Äsino sofisticadaÄ infraestructura funcional (un centro y un circuito de operaciones) y de una conducción de tipo "gerencial' que incluye diversos intermediarios y otros colaboradores (vgr., proveedores de documentos de identidad falsos)".

Hasta aquí, la síntesis posible se demora en la frase axiomática y simplista: sin clientes no hay prostitución. Es así, pero también corresponde aceptar que cuando la oferta en los periódicos y en otros medios de comunicación recomienda conectarse con "lolitas" o con "nenitas" o con "colegiales", que el autor cita, cuando analiza la pornografía con niños y niñas: "La pornografía infantil Äexpresión que Blanco critica seriamenteÄ se difunde a partir de diversos medios: la Internet, videos, fotografías (revistas), pornografía escrita (apologías de la violencia sexual, que puede acompañar imágenes, relacionadas o no con el relato) y aun telefónica: teléfonos que funcionan durante las 24 horas cuyo tema es infantil-adolescente, y que se anuncian en revistas o periódicos bajo frases identificatorias tales como "colegialas calientes', "lolitas cachondas', etc. cual suerte de hot line infantil-juvenil". Cuando todo ello sucede, podemos esperar un incremento del delito.

Un libro como el que escribió Luis G. Blanco adquiere la eficacia de una denuncia simbólica, crudamente comprometida con los diversos niveles de lo prostibulario. Desde los clientes, hasta la eficacia de la oferta personal y virtualizada que atraviesa legislaciones nacionales e internacionales así como ineficacias cómplices. (...)

Corresponde agradecer la escritura de este libro que enseña, a partir de un rigor académico que impide la trivialización de los temas que abarca y obliga a leer con cuidado la enunciación de leyes y convenciones, tarea imprescindible para eludir improvisaciones y sensiblerías. Libro cuyas páginas conmueven e indignan, ambas emociones necesarias para impregnar, de potencia inclaudicable, las decisiones políticas que esperamos se sostengan y que avancen.

Eva Giberti