María L. Lelli
Una gran ciudad sacudida por la violencia, donde las mafias son la causa del temor generalizado porque lo que acecha no es otra cosa que la muerte, y las víctimas no son pocas. La tensión es permanente, y hasta aquí podría decirse que el policial y el cine de gánsteres son el marco genérico de lo que vendrá a continuación. De hecho, esa conceptualización halla asidero luego de transitar las dos horas y media de metraje en las que se desarrolla "Batman, el caballero de la noche" (The Dark Knight, Estados Unidos, 2008). Pero cuando el eje dramático gira en torno a la lógica de una mente tan desquiciada como peligrosa, cuyo principal propósito es derrumbar los límites, propios y ajenos, y llevar al extremo las determinaciones éticas de sus enemigos, cabe considerar que el drama se apodera del argumento, más allá de los artificios que se abren paso en el devenir de la acción.
Corre por cuenta del fallecido Heath Ledger personificar al Guasón (también conocido como Joker), arquetípico villano que sabe aquí tejer una red psicótica en la que convergen todos los personajes, y de la que el artífice de la historia no puede escapar.
SOMBRÍO Y FUNDAMENTAL
Batman y su alter ego, Bruce Wayne, deben rechazar la postura del súper héroe, para mostrarse más humano e inseguro, y no menos vulnerable en su poderío. Al respecto, el papel que asume Christian Bale del hombre murciélago pone sobre el tapete su crisis moral.
Ésta, la sexta película que lleva los personajes del cómic a la pantalla grande y la segunda que dirige Christopher Nolan Ätras "Batman Begins" (2005)Ä, da cuenta de esa zona de su filmografía que, justamente, sabe explotar las facetas psicológicas de los protagonistas y deja atrás la estereotipada dicotomía de villano y héroe. Las interpretaciones de Ledger y Bale, respectivamente, se ocupan de definir las características más sombrías de sus personajes. Aunque el ponderable trabajo actoral del primero resulta uno de los pilares discursivos de "El caballero de la noche". Los gestos, las sonrisas, la violencia que estalla en su rostro maquillado son, sin dudas, una pieza fundamental del planteo temático.
CONSAGRADO
En tal sentido, la dupla Guasón-Batman juega al compás de otros vínculos no menos atractivos. La consabida historia de amor entre el sofisticado y acaudalado Bruce Wayne y Rachel (Maggie Gyllenhaal) gana interés para el espectador con la aparición del procurador Harvey Dent (Aaron Eckhart). Este último rol es el que condensa la maquiavélica manipulación que ejerce el sarcástico Guasón, al ser el mentor de una mutación física y ética: de símbolo social de la Justicia, Dent pasa a ser la representación de la venganza más temeraria. Su rostro desdoblado, luego de la desfiguración que sufre, lo convierte en la mejor obra de un Guasón del que no se sabe hasta dónde es capaz de llegar. De allí la constante generación de sorpresa como de miedo y la desesperada angustia que en ciertos momentos el filme provoca.
Otros vínculos que operan con fuerza son los de Batman-Wayne y el fiel Alfred (Michael Caine), quienes, junto al asistente en tecnología que representa Morgan Freeman, saben operar como una unidad. A ellos se suma el detective James Gordon (Gary Oldman) que también funciona como un elemento de manipulación para los objetivos del desmesurado villano.
Cabe prestar atención a la música y a los movimientos de cámara, contribuyentes de la construcción del sostenido suspenso del que hace gala este filme. Un filme que no evita alusiones a la actualidad social y política del gran país del norte, que asegura entretenimiento, que potencia el rostro más oscuro y complejo de los personajes y que se consagra como un contundente policial.