Educación: EDUC-01
Le pasa a uno de cada cuatro alumnos
Los estudiantes le temen a la violencia de sus pares
Según un estudio de la Universidad Católica Argentina, el 38 % de los chicos de entre 11 y 18 años encuestados dijo haber sufrido a veces agresiones físicas por parte de sus compañeros. Pero a los alumnos les preocupa más ser objeto de burlas, amenazas y robos. Consecuencias del acoso escolar y formas de prevenirlo.

Uno de cada cuatro estudiantes de entre 11 y 18 años tiene miedo a la violencia que puedan ejercer sus compañeros de escuela. Este resultado surge de una encuesta realizada por el Observatorio de Convivencia Escolar de la Universidad Católica Argentina (UCA) a seis mil alumnos de siete provincias en 2006/2007.

Las agresiones verbales aparecen como la modalidad de maltrato más frecuente (91 %) y la violencia indirecta (ser víctima de que te roben o escondan las pertenencias) alcanza al 57 % de los chicos, de los cuales el 13 % afirma sentirse hostigado.

El 38 % asevera haber sufrido agresiones físicas a veces y el 5 % en muchas oportunidades. No obstante, el psicopedagogo Alejandro Castro Santander sostuvo que "las formas visibles o directas son la punta del iceberg" del problema. "Es la parte que se ve pero no la más importante de lo que pasa en las aulas", destacó el coordinador de la encuesta.

El golpe, el uso de una arma o de otros elementos que puedan generar daño constituyen formas de violencia "ruidosas", "mediáticas" y que pueden "traer aparejadas a veces lesiones irreversibles", pero distan de ser "las más significativa para los jóvenes".

"Lo que más denuncian los chicos es la violencia indirecta, cuando sus compañeros le rompen o roban las cosas o le esconden el material de estudio", afirmó Castro Santander. Pero lo que más preocupa a los profesionales es cuando ese hecho esporádico se repite durante todo el año escolar y la violencia se convierte en hostigamiento. "Hay chicos que te dicen: yo prefiero que me peguen antes de que me estén rompiendo todos los días las cosas", comentó.

Entre los más chicos, las agresiones físicas son más frecuentes, y a medida que crecen, las amenazas, robos y segregación social se intensifican. "El estudio demostró que el 6 % de los chicos se considera permanentemente excluido de su grupo de compañeros y esto es grave porque lo más importante que le puede pasar a un adolescente es ser parte, estar integrado", destacó Castro Santander.

Impacto emocional

La violencia no afecta a todos los chicos de igual manera y las consecuencias se notan en el aula. La capacidad de resilencia de los jóvenes condiciona su respuesta ante las situaciones de abuso de poder y algunos experimentan "el síndrome del domingo por la tarde", una sensación de angustia porque saben que se termina el fin de semana y deben concurrir a ese lugar donde son hostigados por sus compañeros.

Cuando los chicos no pueden soportar el abuso de poder que ejercen sus pares, empiezan los síntomas. "Aumenta el ausentismo, empiezan a bajar sus notas e incluso hay casos de fracaso escolar. Algunos empiezan a enfermarse, se ponen ansiosos y no duermen bien. Y el problema es que generalmente no lo comunican. En primer lugar, porque quieren tratar de superarlo ellos mismos al ver que su autoestima baja y en segundo término porque no confían en que las autoridades o los padres resuelvan el problema", destacó Santander.

Frente a las agresiones, el 57 % de los chicos elige el silencio y el resto prefiere comunicárselo a sus amigos o compañeros (70 %), después a sus padres y en última instancia al docente.

Las normas son necesarias

Casi todos los maestros y profesores (97 %) reconocen que la violencia se coló en la escuela y que lejos de desaparecer parece profundizarse año a año. ¿Se perdió el respeto a la autoridad de los docentes? ¿Hacen falta nuevas normas? ¿Qué rol tienen los padres y la sociedad frente a esta realidad?

La situación en las escuelas no cambió de un día para otro. "La violencia entre los chicos, la indisciplina, existió de alguna manera, siempre. Después fue pasando el tiempo y en los '90 empezamos a encontrar padres que venían y trataban mal a los docentes y directivos; en algunos casos despectivamente, en otros con insultos y en otros con golpes. ¿Cómo termina esta historia? Con lo que tenemos hoy: alumnos que no respetan a sus docentes", resaltó Castro Santander.

El prestigioso psicopedagogo afirma que la violencia no necesariamente se da ante la ausencia de normas. "A veces están y se transgreden igual" porque no han sido internalizadas por los alumnos. "Las normas lo que hacen es defender valores, si no le explicamos a los chicos que eso que estamos defendiendo son valores, ellos lo ven como un abuso de poder y no como algo que tienen que cumplir", destacó.

Castro Santander defiende la sanción como elemento educativo. "Todos debemos ser sancionados por la norma que hemos transgredido. El problema es cómo los reprobamos. Se supone que la pena debe tener un carácter educativo, debe servir para construir a la persona. Pero no estoy de acuerdo con la expulsión porque no se puede sacar al chico del sistema: lo que necesito es una respuesta educativa alternativa para que siga escolarizado".

La responsabilidad para revertir la situación de violencia en las escuelas no es sólo de la institución sino también de los padres y de toda la comunidad. "Hay que educarlos en la prosocialidad, en las buenas relaciones, en el encuentro con el otro. Para que el chico crezca con valores y no sea violento, el adulto necesita ser autoridad, palabra que significa hacer crecer", aconsejó Castro Santander.

El diálogo es crucial en la relación entre los adultos y los jóvenes y el problema es que "hablamos demasiado de los chicos y poco con ellos", destacó el psicopedagogo, quien aclaró que cuando se habla de la violencia en el aula se hace referencia a una "instantánea" y "no a la foto".

"En las aulas, vamos a encontrar chicos que trabajan, que estudian, que se preocupan, que participan. Los casos de los que hablamos son las instantáneas, el tema es que toman una dimensión mediática", concluyó Castro Santander.

Cultura del espectáculo

La violencia no cambió, pero sí el formato de exhibición. La agresión y abuso de poder que los chicos ejercen sobre sus compañeros llega a millones de personas a través de You tube, los blogs y los medios de comunicación. "La violencia es la misma pero la registran. Queda registrada y se hace evidente. Alguna forma de violencia que antes no conocíamos directamente hoy se incorpora al mundo del espectáculo, en donde los chicos son productores y actores. Les hemos enseñado que hay un mundo que quiere ver cosas", destacó Castro Santander.

El psicopedagogo sostiene que el 90 % de los chicos dice estar jugando y divirtiéndose cuando se le pregunta por qué fastidia a sus compañeros.

La prevención

Para evitar que la violencia se reproduzca en el aula, Castro Santander considera indispensable que haya una buena organización institucional que no deje librado espacios que escapen a la mirada del adulto y normas de disciplina y convivencia claras. "Cada vez que pasa algo, empezamos a juntamos para ver qué hacemos con esto que pasó", destacó.

La alfabetización emocional es otra de las claves que el psicopedagogo considera esencial para promover el encuentro con el otro. "No sólo hay que quedarse con la lengua, la matemática, las ciencias sociales y naturales sino también hay que ver cómo trabajar esto que tienen que ver con los sentimientos, con los valores, con las actitudes, sostuvo Castro Santander, quien está convencido de que estamos cosechando los resultados de un modelo educativo en el que se le inculcó a los chicos que "a la escuela se entra con la cabeza y que el corazón se deja afuera".

Para el psicopedagogo, la cultura actual creó ciudadanos aislados que han perdido la empatía, es capacidad para poderse en el lugar del otro.