Educación: EDUC-01
Francesco Tonucci y las claves para mejorar la educación
"No se puede hacer una buena escuela sin escuchar a los niños"
 No hacer una escuela banal es lo que pidió el especialista internacional que estuvo en el Museo Rosa Galisteo presentando sus viñetas. Foto: Pablo Aguirre

Darle voz a los alumnos mediante los consejos escolares es una de las sugerencias del especialista en Pedagogía. Aconseja también poner todo el esfuerzo gubernamental en la formación de docentes, en lugar de cambiar leyes y programas educativos.

Mariela Goy[email protected]

Al pedagogo italiano Francesco Tonucci le conciernen los niños. Y lo deja en claro con frases provocadoras: "Si una institución no cumple con la Convención de los Derechos del Niño, entonces hay que cerrarla". "Casi siempre los fracasos escolares de los niños, son fracasos de la escuela". "Impedir a un niño jugar es un acto de violencia, un abuso".

El académico internacional estuvo un par de semanas recorriendo algunas ciudades de la provincia y el país para promover su proyecto La Ciudad de los Niños, que dirige desde 1991. Esta semana hizo un alto en su apretada agenda para visitar El Litoral y conversar sobre las aulas, los docentes y la Pedagogía, temas a los que ha dedicado su actividad profesional e investigativa.

Con conceptos movilizadores, Tonucci construye -en perfecto español- un discurso más bien crítico sobre la escuela actual. Se basa en estudios pedagógicos y se apoya también en las opiniones de sus teóricos favoritos: los niños.

Tonucci se graduó en Pedagogía en la Universidad Católica de Milán y en su extenso currículum se destaca ser director del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Cognición del Consejo Nacional de Investigaciones de Roma.

- En su libro "La Ciudad de los Niños", Ud. plantea la necesidad de crear consejos escolares para que los chicos evalúen los problemas y las soluciones dentro de la escuela. ¿No se los escucha lo suficiente a los chicos en las instituciones educativas?- No se los escucha por nada. Estoy hablando de las escuelas italianas, después ustedes podrán evaluar si vale o no para las suyas. Éste es un problema muy grave porque hay una ley internacional que es la Convención de los Derechos del Niño, que el año próximo cumplirá 20 años, y que nuestros países -Italia, España y Argentina- asumieron en su propia legislación. El artículo 12 de la Convención dice que los niños tienen derecho a expresar su opinión cada vez que se toman decisiones que los afectan. Y en la escuela hay sólo niños, por lo cual todas las decisiones que se toman los afectan. Y consultarlos para que puedan expresar su opinión es obligatorio y necesario. Casi todas las escuelas italianas no lo hacen, y no haciéndolo son ilegales. Normalmente cuando una estructura pública no respeta una ley importante, se cierra o se pide que la cumpla. "El objetivo -continuó- no es que la escuela se haga como piden los niños, no se trata de esto. Se trata de reconocer que no se puede hacer una buena escuela sin escuchar a los niños".Tonucci agregó que una propuesta viable es la de constituir consejos escolares de alumnos que representen a todos los grados y se reúnan con el director por lo menos una vez al mes para discutir cómo funciona la escuela. - ¿Por qué los adultos tendemos a menospreciar la voz del niño, a no tomarlo como una palabra autorizada? - Hasta hace menos de un siglo, los niños no existían. Empezamos a conocer algo de la infancia desde Freud, Piaget, Vigostky y toda la cultura psicológica del desarrollo del niño, hasta saber que la infancia es seguramente la fase más importante de la vida. Y como siempre ocurre en la cultura, las novedades entran en la práctica con el tiempo. Nosotros seguimos pensando que un niño no tiene nada para decir, y escucharlo sólo es un hecho de generosidad del adulto. Pero esto no significa tener en cuenta su punto de vista, casi siempre es lo contrario: se habla con los niños para que reconozcan y acepten el punto de vista de los adultos. Y parece que los adultos nos olvidamos de nuestra infancia, lo cual nos hace cometer errores fatales como los castigos, la violencia forzosa sobre las comidas que a los niños no les gustan, las tareas que ocupan o destruyen mucho tiempo libre del niño, impidiéndole jugar."En Rosario -contó el pedagogo- un niño de 12 años dijo que tenía tantas tareas que casi siempre le impedían jugar. Esto es una violencia, un abuso, la escuela no puede impedir el juego de los niños porque es uno de sus derechos".

Otras prácticas escolares

La conversación con El Litoral prosiguió sobre los modos de aprendizaje más aconsejables en el aula, entre los que el especialista criticó la modalidad tradicional de "docente hablando frente a la clase" y "alumnos sentados escuchando", además de sostener la importancia de no dar a los chicos actividades escolares banales y aburridas.

- ¿Cómo se hace para conciliar el juego con la cultura del esfuerzo que significa estudiar? - Las dos cosas no son contradictorias, primero, porque el niño jugando vive la experiencia del esfuerzo: se enfrenta a peligros, riesgos y obstáculos porque esto le produce placer. Por eso el juego vale tanto, porque tiene un motor poderoso mucho más que el deber que casi siempre es el motor débil de la escuela. No soy partidario de una escuela banal, que no compromete a los niños porque sería una escuela débil. Ahora, si la escuela pide hacer cosas tontas, el niño estará totalmente desplazado. Por ejemplo, no puede ser que la escuela siga pidiendo a los niños llenar páginas con letras del alfabeto para educarlo en la escritura. O leer una página para buscar las palabras difíciles en el diccionario, impidiendo que se construya el placer por la lectura."Por eso digo que la relación entre la escuela y niño es equivocada", cuestionó y sugirió asumir otra actitud: "Que el chico se siente solamente si lo necesita, para escribir por ejemplo. Pero para muchas otras actividades, hasta para leer, pueden ponerse donde quieran, en el suelo. Claro que esto crea un problema de orden -reconoció Tonucci-, el maestro se pondría nervioso de ver a los niños así. Pero de seguro se va a reducir mucho la agresividad en las clases y la explosión que se produce en el recreo". - Un docente le respondería que en aulas de 30 ó 35 alumnos como las de acá, una propuesta así sería impensable. - Absolutamente al contrario. Si hablo con los maestros italianos que tienen 25 alumnos, van a decir lo mismo. No es un tema de número, es un tema de cómo nosotros nos ponemos ante esta propuesta de niños que trabajen de manera distinta y no frente al maestro, escuchándolo. Puede ser alrededor de mesas, por grupos. Un educador francés que se llamaba Celestin Freinet, que abrió todo el tema de la renovación pedagógica, tenía 60 alumnos de 4 a 16 años en un pueblo de montaña. Él salió de la I Guerra Mundial herido, sólo tenía 10 minutos de voz, y no aceptó jubilarse. Pero no tenía más remedio que fueran los alumnos a dar las clases. Por lo cual, trabajando por grupos, eran los alumnos mayores los que cuidaban a los menores y el maestro sólo daba indicaciones, seguía y aconsejaba. La clase era un lugar de trabajo, no de escucha, no era un auditorio, un grupo de gente que dependía total y directamente del maestro."Por lo cual, creo que si nosotros seguimos pensando que la escuela se hace de frente, con los niños sentados y el maestro que habla y que debe sorprender a los niños con novedades que son la hoja después del libro de texto, seguiremos teniendo una clase imposible, con niños que no ven la hora de salir al recreo, y probablemente sea el caldo de cultivo de actitudes violentas", aseguró.

Mejores maestros

- ¿Qué necesita un docente para ser un buen maestro?

- El docente no debería pensar posible una escuela banal. En Italia se están equivocando totalmente porque cada gobierno que entra en el poder, cambia las leyes, los programas educativos, la estructura y arquitectura escolar; con lo cual los docentes entienden cada vez menos, no saben qué pensar. Por ejemplo, hasta ahora había tres maestros por dos clases en la primaria, para dar puntos de referencias variados. Ahora la nueva ministra ha dicho que se vuelve al maestro único. Por lo cual hay un cambio contínuo. Y yo creo que lo mejor que se podría hacer por la escuela es dedicar mucho tiempo y esfuerzo a la formación en los profesorados y nada más, porque un buen maestro va a hacer siempre una buena escuela.

"La repitencia es un castigo"

- Esta semana se anunció que se iba a dar marcha atrás con una política que impedía repetir el primer grado. ¿Qué opina de la repitencia en los primeros años de la educación?

- Nosotros desde hace mucho tiempo pensamos que la escuela obligatoria no puede tener repitencia. Lo que la ley debe garantizar a todos los ciudadanos es un recorrido largo de 8 años de escuela, con los compañeros de su edad. Qué vamos a ver al final: no lo que ha conseguido ese niño, si no lo que ha sido capaz de hacer la escuela con ese niño. Porque casi siempre los fracasos de los niños, son fracasos de la escuela.

También hay datos que dicen que la repitencia de niños de primaria normalmente no consigue un resultado de recuperar; por el contrario, los chicos que repiten tienen más probabilidades de volver a repetir que los demás. Con lo cual la repitencia es un castigo que no consigue resultados educativos; significa que es inútil.

Con los jóvenes el tema es distinto porque ya estamos pensando en competencias aplicadas que producen capacidades laborales, y allí creo que una selección es correcta.

Dime qué recreo tienes y te diré cómo enseñas

- ¿Qué se puede decir del juego en el recreo escolar?

- Lo interesante es que un niño jugando nunca pide recreo, descanso. Jugando un niño puede olvidarse de comer y de ir al baño porque el interés es tan alto que todo el resto desaparece. En la escuela, al contrario, necesitamos el recreo. Y la calidad del recreo es un criterio de evaluación muy interesante de cómo es la escuela. Si el recreo es una explosión de energía, una manifestación de violencia, de movimientos exagerados, significa que en la escuela los niños se han comprimido demasiado y, por una ley física, una compresión produce una explosión. Al contrario, si la escuela fuera una experiencia vivida bien, correctamente y con interés de parte de los niños, no digo que no tenga sentido el recreo, pero éste sería solamente un momento de descanso, para hacer otras cosas.

Una de las banderas que enarbola Tonucci es la del juego y su importancia para el desarrollo del niño. Para escozor de muchos docentes, el pedagogo dijo en una charla en nuestra ciudad que un niño aprende más jugando que en la escuela. "No es que yo piense que la escuela no es importante", aclaró a El Litoral.

Y argumentó: "Lo que sabemos de la investigación científica, de la psicología evolutiva, es que el desarrollo más rápido y más importante de toda la vida ocurre en los primeros años. Y la actividad principal de los niños en los primeros años es el juego, que es algo más complejo que el sentido banal de usar juguetes. Juego es también relacionarse con el otro, jugar con el pecho de la mamá, con las miradas, y después tocar los objetos y explorar el espacio, salir, arriesgar".

"El investigador norteamericano Bruner -prosiguió- dice que cuando el niño entra por primera vez a una clase escolar a los 6 años, casi el 80 % de sus potencialidades ya están desarrolladas. Esto nos crea un problema muy fuerte porque si no se han desarrollado, es difícil que la escuela pueda proponerse con éxito".