Salud: SALUD-01
Lo que muestran las estadísticas
El hambre es el castigo de los pobres, la desnutrición su muerte civil
En 2001, los rostros de niños hambreados en el norte argentino sacudían con su figura ampliada por la televisión. En 2003, esa imagen la proyectó nuestra ciudad, cuando la pobreza oculta detrás de las avenidas fue arrastrada por la creciente del Salado. Foto: Archivo El Litoral. 

La pobreza y la desnutrición son el producto de años de olvido de parte de la sociedad política y de la sociedad civil, lo cual no redime de una urgente intervención. No hay en la provincia datos estadísticos a disposición pública.

Hambre Cero es el nombre del programa del presidente Lula, para el Brasil; El Hambre más Urgente, el de un plan de lucha de un conjunto de organizaciones sociales en la Argentina. Se podrían enumerar muchos más en el mundo entero.

El flagelo del hambre parece haberse naturalizado en las condiciones de vida de la sociedad globalizada: en una de las economías más importantes del mundo, como Brasil, o en una nación como la nuestra que no empieza a ser emergente.

Hay modos de encarar el problema. El único modo prohibido es el de no reconocerlo.

La ciudad de Santa Fe, la capital de una de las provincias de mayor producción de alimentos del país, ostenta según información oficial, una serie de altos índices estadísticos de rasgo negativo: altas tasas de desempleo, alto índice de familias viviendo por debajo de la línea de pobreza, y, fácilmente proyectable, un importante número de su ciudadanía viviendo en la indigencia.

La carencia de servicios básicos en las barriadas más populosas y pobres, tales como el agua corriente y los servicios cloacales, el desmalezamiento y el alumbrado, el acceso a la red de gas natural, el control de las zoonosis, la higiene de los espacios públicos, entre otros temas centrales para la salud de la población, sumados a la escasa y/o mala alimentación, han consolidado con el transcurrir del tiempo una inercia exponencial en endemias crónicas, visibles particularmente en la niñez: desnutrición crónica y aguda, parasitosis, pediculosis, retrasos madurativos, deficiencias en el aprendizaje, dislalias y dislexias, y la consecuente imposibilidad de acceder a las operaciones superiores del pensamiento que son las que posibilitan el salto cualitativo del lugar de la víctima al lugar de la libertad.

Esta situación no se genera espontánea ni rápidamente. Antes bien, es producto de años de olvido de parte de la sociedad política y de la sociedad civil; de décadas de políticas económicas regresivas o de alta concentración de la renta en sectores minoritarios; de la falta de credibilidad del capital local en las posibilidades de esta ciudad para alcanzar otro nivel de desarrollo, entre otras causas no menores.

Ahora bien: que el fenómeno no sea nuevo o que no seamos nosotros los directos responsables de su existencia, no nos redime de la urgencia de una intervención por parte del Estado, y por ende, de toda la sociedad política representada en sus organismos.

En los años 2001 ó 2002, los rostros de niños hambreados y desnutridos, en el norte argentino, nos sacudían con su figura ampliada por la televisión a lo largo y lo ancho del país. En mayo de 2003, esa imagen la proyectó nuestra ciudad, cuando la pobreza oculta detrás de avenidas y bulevares, fue arrastrada por la inclemencia de la creciente del Salado y nos puso cara a cara con una realidad que estaba ahí pero que no veíamos.

Muchos santafesinos descubrieron que no era ya necesario mirar en dirección a la pobreza chaqueña o jujeña: aquí estaba, con su verdad aplastándose en nuestras conciencias, nuestros propios pobres.

Todos los daños que causan la pobreza y la indigencia son graves, ninguno, tal vez, tan definitivo por sus efectos destructores de futuro, como la desnutrición.

Números que talan ciudadanías

A raíz de un informe producido por una entidad nacional sobre el mapa de los problemas de alimentación en el país, y su reflejo en el diario EL Litoral, encaramos una tarea de búsqueda pormenorizada de datos acerca de un tema central de cara al futuro de nuestros chicos.

Como se puede observar en el cuadro Nº 1, la provincia de Santa Fe encabeza la nómina de porcentajes de niños con desnutrición crónica del país, y, también, la de niños con obesidad Äotro serio trastorno de alimentaciónÄ, en la franja entre los 6 meses y los siete años.

El primer inconveniente que se presenta al iniciar cualquier investigación de tipo empírica, es el del acceso a la información veraz. En nuestro caso, la referencia centralizada, con una sola metodología de recolección que sirva a los fines estadísticos y el posterior análisis de su evolución por cohortes, no existe o no está a disposición pública, en el Ministerio de Salud ni en el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia. Menos aún en las áreas de incumbencia municipales.

Por lo tanto, el conocimiento fehaciente de los datos reales se tuvieron que buscar en las Áreas Programáticas de Salud y, en varios casos, bajar a los Centros de Atención Primaria de la Salud CAPs, que es el efector barrial y, en consecuencia, el que tiene nexo directo con los afectados. Allí, los números dejan de ser una cifra y se convierten en nombres, apellidos, edades, domicilios, nivel de la afección y pertenencia a algún programa nutricional provincial o nacional, y encarnan lo que el flagelo de la desnutrición está haciendo con los chicos de las barriadas más vulnerables de nuestra ciudad.

El cuadro Nº 2 grafica la situación en los barrios de suroeste, del sureste y del este de la ciudad. No pretendemos hacer aquí una descripción de la afección, de sus niveles o sus grados, sí queremos recordar algunas de sus nefastas consecuencias.

La desnutrición puede comenzar en el vientre materno: a madre desnutrida o mal alimentada antes y durante el embarazo, bebé que nace con la afección. Chico que en la primera infancia (0-6 años) sufre la desnutrición pierde toda oportunidad de desarrollo normal de sus capacidades físicas e intelectuales.

¿Qué significa esto? Un chico desnutrido tiene problemas de talla y de peso. El segundo puede ser recuperado con una buena alimentación. La talla no se recupera ni se compensa. Aparecen las anemias ocultas que, también, se pueden convertir en crónicas.

Pero a las nefastas consecuencias en la salud física y la imposibilidad de un desarrollo corporal normal, se suman los daños irreversibles de orden intelectual: no se trata sólo de retrasos madurativos que solemos observar en los primeros grados de la escuela primaria, y que impiden que los niños desnutridos "aprendan" lo que el sistema educativo incluye en la currícula para esos primeros años de escolarización, y los notables índices de deserción y desgranamiento consecuentes. Si se limitara sólo a una mora madurativa, sería cuestión de dar otros tiempos a estos niños para el logro de objetivos cognitivos. Pero en la mayoría de los casos no se trata de eso.

Concierne, especialmente, a la imposibilidad definitiva de estos niños para crecer como adultos libres y responsables, porque, en verdad, nunca podrán desarrollar las operaciones superiores del pensamiento: la conceptualización, la simbolización y la abstracción, es decir, todas las operaciones que permiten reflexionar sobre lo dado, entendido esto como lo real material y lo real simbólico, y autorreflexionarse ante lo dado (condiciones sociales, económicas, culturales, familiares, etc.) para poner en crisis las propias condiciones de vida y convertirse en sujetos activos de transformación, que son las características de la libertad responsable, les están vedadas para el resto de sus vidas.

Devastador

Volvamos a los datos, con un ejemplo devastador, el del Área Programática del hospital Iturraspe. Como se puede observar en el cuadro Nº 3, en la franja entre los 1-5 años, el total de niños desnutridos atendidos por el sistema alcanza casi el 10 %. Baja a casi un 8% el total general, pero no se registran los 301 mayores de 5 años que continúan con la afección. (Véase última columna de la derecha del cuadro anterior). Si se tuvieran los datos necesarios de cohortes anteriores, se podría afirmar que alrededor del 60 % de niños desnutridos antes de cumplir los 5 años, continúan siéndolo en los años sucesivos.

Ahora bien: en ambos casos, haya sido controlada o no la afección antes de cumplir los cincos o seis años, estos chicos ya han perdido las oportunidades de desplegar su persona en plenitud: los estudios neuro-lingüísticos han demostrado que el niño afectado desde el vientre materno o desde los primeros meses de vida y que continúan estándolo, tiene sus oportunidades de desarrollo normal apostadas y perdidas antes de ingresar al sistema educativo.

Los datos que se observan en el cuadro 4 grafican claramente que la desnutrición, con mayor o menor índice, abarca todos los barrios de la ciudad de Santa Fe, situados por fuera de avenidas o bulevares troncales.

Cabe otra reflexión: los datos que se poseen son los de los chicos que han pasado por el sistema público de salud. Quedan excluidos los chicos cuyos padres poseen alguna obra social y acuden a la medicina privada, y un universo no cuantificable de chicos que no han pasado por ninguno efector, público o privado, de salud. Universo que debería buscarse en la población santafesina viviendo en la indigencia.

La destrucción de ciudadanía

Mucho se ha escuchado en los últimos años, en particular en ciertos discursos políticos, que nuestro sistema democrático actual debe construir "ciudadanía" para mejorar las instituciones del sistema y la actividad política en general.

Sin duda, éste es un concepto compartido. Ahora bien: ¿en qué ciudadanos estamos pensando cuando llenamos nuestro discurso con tales palabras?: ¿en el ciudadano de sectores medios con nivel de escolaridad secundaria completa o con el ciclo universitario en curso o completado?, ¿en los ciudadanos que están incorporados al mundo del trabajo regular, en blanco y con todos los beneficios del trabajo formal?, ¿en los ciudadanos que pueden desplegar su humanidad a través de la construcción de sueños y deseos propios? Si esto fuera así, dejamos a un altísimo porcentaje de la población de nuestra ciudad al margen de esa posibilidad.

Veamos qué nos dicen algunos datos del sistema educativo provincial y analicemos, después, las consecuencias. En el cuadro 2, el CAPs de Mendoza Oeste registra 148 casos de chicos afectados. La Escuela Nº 809 registra un desgranamiento del 48,72 % entre la matrícula de ingreso a Primer Grado y la de egreso del Séptimo Grado. A cuadras de aquélla, la Escuela de Enseñanza Técnica Nº 601 muestra un desgranamiento del 75,29 % a la finalización del ciclo polimodal.

En el mismo cuadro 2, el CAPs de barrio San Lorenzo registra 280 chicos afectados. La Escuela Nº 570 exhibe un desgranamiento del 30,38 % (1), con el agravante de que el sistema educativo no ofrece, en el área de cobertura de citado CAPs, ningún servicio de educación pública secundaria común o técnica. La falta de datos no permite visualizar el ingreso y egreso de adolescentes de esta zona en las escuelas a las que posiblemente asistan, que no son de su barrio y cuya concurrencia diaria los somete, con certeza, a ser mirados con temor o desconfianza.

Se puede decir que el problema de la deserción y del desgranamiento escolar es multicausal, y eso es así. No obstante, la comparación de datos del sistema de salud pública y con los del sistema educativo oficial, de un mismo territorio, indica una correlación llamativa.

Y a esa correlación nos referimos cuando analizamos como estragosas las consecuencias de la desnutrición en la construcción de ciudadanía.

Es una parte de la verdad, que el sistema educativo no responde al sujeto que forma; que las condiciones en que se educa no son las mejores; que los contenidos curriculares son una especie en extinción.

Pero no es menos verdad que las posibilidades de desarrollo ulterior de quien completó los ciclos primario y secundario, a pesar de las falencias, son las que les permiten la construcción de algunos instrumentos que le ayudarán en mayor o menor medida, a convertirse en actor consciente de su propio destino, en hacedor de su propia historia y, esencialmente, en sujeto activo de las transformaciones político-sociales que nuestra ciudad reclama.

Conclusiones provisorias

Se podrá sostener con esmero que hay planes de atención de esta problemática puntual que es la de la desnutrición, como el Plan Nutrirmás que consiste en un refuerzo económico para las familias con casos de niños desnutridos detectados. De ese modo, el Estado liberal se desentiende del problema. Le devuelve la responsabilidad a la familia. Pero estas familias (segunda o tercera generación viviendo en la pobreza cuando no en la indigencia, que se alimentaron en comedores comunitarios o escolares) no tienen los instrumentos educativos, culturales y sociales que le permitan entender que el problema es más grave de lo que ellas mismas creen, porque en realidad ellas han sobrevivido en las mismas condiciones en las que hoy lo hacen sus hijos.

Entonces, el trabajo del Estado no puede reducirse al mero control físico y refuerzo alimentario Äimprescindibles, por ciertoÄ sino que debe intervenir fuertemente en cada situación en particular. Universalizar la respuesta no significa erradicar la causa.

Es imprescindible sistematizar los datos porque esos datos, además de índices, nos dan nombres y apellidos, direcciones, situación del grupo familiar, y, a partir de ellos, generar estrategias para la familia de Juancito, de Azucena o de Virginia. Si esas estrategias pueden ser comunes a varios grupos familiares, y seguramente lo son, mejor aun.

Los datos, aún sin unificar ni sistematizar, el Estado los tiene. Decidirse a intervenir de manera drástica, eficiente y eficaz sobre ellos se convierte entonces en un imperativo ético-político que quienes pretenden gobernar para la construcción de ciudadanía no pueden eludir.

Lo que no podemos hacer es conformarnos con exhibir la inversión que los Estados nacional, provincial o local hacen, porque es evidente que esa inversión no ha logrado, ni lejanamente, operar seria y sostenidamente en la lucha contra esta endemia que condena año a año y generación tras generación a la inequidad, a la infrahumanidad y a la humillación a más de la mitad de la población de nuestra ciudad.

Responsable-coordinador:Dr. Luciano Leiva

Equipo de trabajo:Daniel RíosDaniel VaschettoSusana Squeff(1 )Los datos obtenidos en el Ministerio de Educación provincial, consignan los nombres de los ciclos según la estructura perviviente de la Ley Federal de Educación y la actual reconversión de la misma. De todos modos, ambas indican la cantidad de niños y adolescentes de entre los 6 y los 18 años que abandonan el sistema educativo.