Un mensaje de cambio y esperanza

Barack Obama y el “tsunami azul”

Lydia Argento de Argüelles, Ph.D

La elección de Barack Obama, el joven senador de Illinois, como presidente de EE.UU., marca el comienzo de una nueva era en la historia de este país. Hijo de madre blanca de Kansas, y de padre negro de Kenya, Obama simboliza el pluralismo de una nueva sociedad multirracial/multicultural norteamericana. Con la inteligencia de un abogado de Harvard y la sensibilidad de un escritor (sus libros, “Dreams of my Father” y “The Audacity of Hope”, han ganado numerosos premios literarios), el carismático senador demócrata, con su idealismo y su conexión “mística” con el pueblo norteamericano —especialmente con los jóvenes— nos recuerda al Bobby Kennedy que luchara por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en 1968. Cuarenta años más tarde, el pueblo estadounidense enfrenta otra guerra y una profunda crisis económica, y —como los Kenne-dy— Obama, uno de los pocos que levantara su voz contra la guerra en Irak y la desigualdad socioeconómica, nos ofrece un mensaje de cambio y esperanza, de unidad y optimismo: sus mantras son “Change”, “Hope” y “Yes, we can” (Sí, se puede).

Una ola gigante

El 4 de noviembre de 2008 fue un día inolvidable para los habitantes de EE.UU., ya que fuimos testigos de un cambio sísmico en la historia de este país. Todo comenzó cuando se abrieron las urnas en los Estados de la costa este y el mapa de EE.UU. comenzó a convertirse en un colorido rompecabezas de Estados “azules” (color de los demócratas, el partido de Obama) y “rojos” (color de los republicanos, partido de Bush y McCain). A medida que transcurría el día y se contaban los votos en los Estados del centro y centro-oeste, el mapa se iba tiñendo de azul, y una enorme multitud comenzaba a congregarse en el Grant Park de Chicago, donde Obama iba a dar su discurso. Para las 9 de la noche, se tornaron azules Pennsylvania y 8 de los Estados “grandes” que hasta entonces habían sido “rojos” —como Florida, Ohio, Indiana y Virginia (la capital de la “Confederación” que apoyó la esclavitud durante la guerra civil). Obama había logrado transformar el mapa electoral que había definido la política estadounidense hasta ese momento y se hizo evidente que íbamos a tener el primer presidente afroamericano. La multitud en Grant Park estalló en gritos de euforia. Cuando finalmente terminamos de votar en la costa oeste, California, Oregon y Washington (donde resido desde hace varios años) se tiñeron de azul, confundiéndose con las aguas del Pacífico, como un enorme “tsunami azul” que se extendía por todo el mapa. A las 11 de la noche, las principales cadenas de TV anunciaron simultáneamente que Obama había sobrepasado los 270 delegados requeridos para la presidencia. Cuando Keith Olbermann, de NBC, anunció con voz entrecortada por la emoción: “Barack Obama es el próximo presidente de EE.UU.”, las 125.000 personas —representantes de todas las razas, las edades y las clases sociales— congregadas en el Grant Park comenzaron a abrazarse y a gritar: “Yes, we can. Yes, we did it!” (¡Sí se puede! ¡Sí lo logramos!). Corrieron las lágrimas y se agitaron las banderas de las barras y las estrellas, con un fondo de cánticos y gritos de júbilo.

El comienzo de una nueva era

Finalmente, Obama se dirigió al pueblo norteamericano: “En este momento decisivo el cambio ha llegado a América”. Millones de estadounidenses, desde Nueva York a Los Angeles, se volcaron a las calles para celebrar la victoria del primer presidente negro. En Washington, miles de personas bailaban en las calles; en Times Square parecía la celebración del Año Nuevo; en Seattle —ciudad donde resido— miles de negros, blancos, jóvenes, viejos, ricos y pobres agitaban banderas y se abrazaban en las calles. He vivido 20 años en este país y nunca había visto algo así, ¡comparable solamente con la euforia en las calles de Santa Fe cuando ganamos el Mundial de fútbol!

En esta elección histórica, Obama ganó con una abrumadora mayoría, gracias a una extraordinaria movilización y al surgimiento de una formidable coalición nunca vista en la política norteamericana, compuesta por profesionales blancos con título universitario, trabajadores blancos, afroamericanos, hispanos (70 % de los latinoamericanos residentes en EE.UU. votaron por Obama, dándole los Estados de Florida, New Mexico, Colorado y Nevada) y, muy especialmente, por jóvenes, quienes se movilizaron como nunca, motivados por el idealismo y el mensaje optimista del senador demócrata.

Pero, sin duda, lo más importante es que, en este inolvidable día de otoño, millones de esta- dounidenses votaron para rechazar el racismo, las polarizaciones, las guerras y las rancias ideologías conservadoras de Bush, y para elegir el primer presidente negro con su mensaje de reconciliación y optimismo. Sentimos la emoción de ser testigos del nacimiento de una nueva era que refleja una nueva ideología de apertura y diversidad; un nuevo idealismo que apunta hacia la igualdad social, la unidad y la paz entre los pueblos. Una nueva etapa histórica que ya hemos comenzado a llamar “la era de Obama”.

Obama ganó con una abrumadora mayoría gracias a una extraordinaria movilización y al surgimiento de una formidable coalición nunca vista en la política norteamericana.

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