“Algo de ruido hace”, de Romina Paula, fue interpretada por el grupo Primos, de Buenos Aires.
Foto: PABLO AGUIRRE
“Algo de ruido hace”, de Romina Paula, fue interpretada por el grupo Primos, de Buenos Aires.
Foto: PABLO AGUIRRE
Laberinto de espejos
NATALIA PANDOLFO
Un estímulo que dispara sentidos, preguntas, inquietudes. Un espacio de encuentro, con los propios abismos, con las reacciones de los otros, con puestas que se destacan entre otras, por el aporte que proponen. Entre 6.000 y 6.500 personas recorrieron, durante cinco días, las doce obras teatrales, llegadas de cuatro provincias y presentadas en tres espacios culturales de la ciudad. La ecuación del Argentino de Teatro, instalado ya como uno de los festivales más representativos del mapa teatral del país, resultó positiva una vez más.
La lluvia y los refucilos intentaron ser los protagonistas de la noche inaugural. Sin embargo, hubo más de 800 personas que se decidieron a disputar el rol. El teatro se desbordó para ver “Don Juan de acá (el primer vivo)”, una desmitificación del conocido personaje, llevada a cabo por el grupo Los Macocos.
De Buenos Aires también llegó “El trompo metálico”, obra en la que -si bien abundan las situaciones graciosas, como en un vals bailado en cuatro tiempos-, desde el principio se percibe que algo no encaja. Una tensión se asoma, primero como sospecha, luego apoderándose de la pieza. Hasta que el guante rojo del padre posado sobre las nalgas de la hija espanta las risas, y el rictus del espectador se predispone para lo que vendrá: una puesta que recorre el tema de la educación y las relaciones filiales, y deja girando sobre sí misma la sensación de agobio.
Una de las opciones más austeras -quizá en esto resida precisamente su mérito- fue “Rodando”, también de Buenos Aires. Germán Rodríguez se carga al hombro un género tan árido como el unipersonal, y pone el cuerpo a una especie de “road movie” bonaerense. Un vaso de agua y una silla de ruedas son los únicos recursos escenográficos de los que se sirve el actor, para llevar al espectador por un viaje que incluye un cóctel de situaciones tan dispares como disparatadas.
“Rodando” fue, en principio, un trabajo de escritura encarado por el propio actor, junto a Alejandro Acobino, en un proceso que demandó nueve meses de trabajo. “Fue un desafío muy interesante, de laboratorio, de sucesivas reescrituras, de trabajo sobre el texto”, afirman los autores.
Otra de las propuestas de raíz porteña fue “Algo de ruido hace”, del grupo Primos, en la que nuevamente se pone la mirada sobre las relaciones familiares y el paso del tiempo, la incondicionalidad de los vínculos y la posibilidad (o no) de empezar de nuevo cuando ya se lleva recorrido cierto tramo de la vida.
La sala La Mirage fue inaugurada en el marco de este festival -si bien, hace poco más de un mes, la actriz Cristina Banegas ofreció allí una performance para un público reducido, en el marco del anuncio de la Feria del Libro- con la presentación de dos obras. Una de ellas fue “Arrabalera”, de Mónica Cabrera. El trabajo narra la historia de siete mujeres que intentan sobrevivir en esta sociedad, a partir de (y a pesar de) sus trabajos, sus éxitos, su lucha por conseguir su lugar.
ROPA SUCIA, AFUERA
Siguiendo el recorrido a partir del parámetro geográfico, la última obra de Buenos Aires -que fue la elegida para el cierre del festival- fue “Sucio”, protagonizada por Guillermo Arengo, Carlos Casella y Juan Minujín, tres hombres que coinciden en un lavadero y que, durante el tiempo que dura el proceso de lavado, sacarán fuera de sí sus miedos, sus frustraciones, sus mandatos, sus deseos.
“Hay hombres que son como chicos. Hay hombres que son como chicos ciegos. Hay hombres que son como chicos ciegos mirando un espectáculo de fuegos artificiales”, lee uno de ellos, casi sobre el final de la obra. Las oscuridades de la masculinidad, las carencias, las limitaciones, los anhelos, son vistos desde una perspectiva autocrítica, pasada por el cedazo de una ácida cuota de humor que, en algunos casos, provocó incomodidades -de hecho, fue notable la cantidad de personas que abandonaron la sala.
Mendoza estuvo presente a través de la obra de uno de los dramaturgos contemporáneos argentinos más prestigiosos, Javier Daulte, con “Nunca estuviste tan adorable”, dirigida por Sacha Barrera Oro, en la que los estigmas familiares de la clase media y su reproducción en la descendencia ocupan el centro de la escena.
Los cordobeses de la compañía Jorge Villegas trajeron “K y S (Kosteki y Santillán)”. El clima de la propuesta comenzó a gestarse en el mismo hall del teatro Municipal, donde un video reproducía testimonios de familiares y amigos de Maximiliano y Darío, asesinados por las fuerzas de seguridad durante una manifestación en Buenos Aires, en 2002.
Superada sin dificultades la amenaza de caer en el lugar común, en el panfleto, la puesta intentó transmitir, desde el registro poético, las sensaciones de los dos jóvenes. El texto demanda una compleja arquitectura de palabras y expresión corporal, resuelta de manera admirable por Franco Muñoz y Diego Trejo, y propone un viaje por el interior de las dos personas/personajes, sus sueños, sus broncas, sus principios morales.
PASAPORTE DE INGRESO
Desde Rafaela llegó el grupo Punto T con “El rutilante cabaret”, de Marcelo Allasino, que se pudo ver en La Mirage. “Le teníamos ganas al formato del cabaret, con su estructura de monólogos, de pequeños scketchs, de música. Aprovechamos el espectáculo para reírnos de algunas cuestiones nuestras, de los vínculos que se generan dentro de las compañías artísticas. Lo hacemos con mucho humor y con autocompasión”, explicó el director del espectáculo.
Rosario estuvo representada por el grupo teatral Argentina Arde, con dirección de Pablo Fossa, que presentó dos capítulos de una obra que incluye cuatro en total, si bien pueden ser vistos independientemente uno del otro.
La primera parte fue “El secreto” y la segunda, “La transa”, ambas de Juan Pablo Giordano. “El proyecto es terminar 2010 con el último estreno, y cumplir con la idea de una miniserie o saga teatral, que toca aspectos de la argentinidad y posa la mirada en algunos terrenos de la sociedad argentina”, definió Fossa, quien cumplió, a través de este recurso, con el deseo de ponerse en contacto con dramaturgos de la talla de Florencio Sánchez, Roberto Arlt, Eduardo Pavlovsky o Armando Discépolo.
Finalmente, la ciudad anfitriona estrenó “Una tragedia argentina”, a cargo de la Comedia de la UNL, obra que podrá verse durante todos los fines de semana de noviembre, con dirección del entrerriano Lito Senkman y texto de Daniel Dalmaroni.
“Poco pero bueno”, parece ser la fórmula de un festival que, a pesar de sus escasas cinco ediciones, ya se ha ganado un lugar destacado en el panorama teatral argentino. Para el público local, las entradas accesibles (diez pesos, ocho para estudiantes) fueron el pasaporte para poder disfrutar de propuestas de calidad, que promovieron el ingreso a ese laberinto de espejos que forman la razón y los sentidos.
El evento organizado por la UNL habilitó el encuentro de artistas y públicos. Permitió el acceso a destacadas producciones de todo el país, y funcionó como telón de fondo para exponer temas que nos reflejan como sociedad.
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La tarea “innecesaria”
Hacer teatro implica un complejo entramado de exigencias y necesidades. “En Rosario, la realidad es muy inestable. De repente, en un año, el teatro independiente despunta, las salas desbordan de público, las propuestas se sostienen seis meses y uno tiene la sensación de que eso va a quedar, de que el público va a volver a las salas, más allá de las propuestas. Y no es así. 2007 fue uno de esos años: todas las propuestas que se estrenaban tenían público. En cambio, 2008 fue muy duro”, admite el director Pablo Fossa.
Marcelo Allasino comparte la visión: “La tarea del artista en Argentina, en Latinoamérica, es muy difícil. Trabajamos en una actividad que es ‘innecesaria’, que ‘no tiene sentido’, que ‘si no existe se puede vivir igual’; y que, profesionalmente, no está reconocida”, opina.
V ARGENTINO DE TEATRO
Entre 6.000 y 6.500 personas pasaron por el Teatro Municipal, el Foro Cultural Universitario y la sala La Mirage durante el Argentino.
Foto: PABLO AGUIRRE
“K y S (Kosteki y Santillán)”, de la compañía Jorge Villegas, de Córdoba.
Foto: PABLO AGUIRRE
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Especialistas de diversos medios del país llegaron hasta la ciudad para participar del Argentino. En el programa “La cuarta pared”, de Cable y Diario, dejaron sentada su postura con respecto a esta edición del encuentro.
Miguel Passarini, del diario El Ciudadano, de Rosario, opinó que “es importante que este evento no pierda su dimensión.
Cuando los festivales empiezan a crecer, se comienza a perder el vínculo, el contacto. A lo mejor son magníficos encuentros, pero se desdibuja el clima amistoso”.
En este sentido, destacó la novedad de este año, de incorporar instancias de intercambio entre los distintos elencos y con los críticos, que se realizaron durante tres mañanas, en el Foro. “Creo que la clave está ahí: que siga siendo un festival pequeño, muy bien organizado, prolijo, no pretencioso. No casualmente ya va por su quinta edición, y sigue sumando público”, indicó.
Alberto Catena, quien escribe para las revistas Cabal y TGSM (Teatro General San Martín), expresó que “ninguno de los festivales que se realizan en Buenos Aires tienen la calidez y la homogeneidad que presentan el de Santa Fe o el de Rafaela. Allá la realidad es abrumadora, y es lógico que haya tantas propuestas, en tanto es una ciudad que tiene una expresión multitudinaria. Lo bueno del Argentino, además de la programación certera y cuidadosa, es la posibilidad de reflexión que se genera a partir de las devoluciones. En Buenos Aires hay poco o nada de esto”.
En Córdoba, el Festival del Mercosur está instalado como una de las instancias más prestigiosas, de alcance internacional. “La tradición existe, pero no está dicho que habrá festival para siempre -advirtió Beatriz Molinari, de La Voz del Interior-. Entonces, debe haber una permanente ratificación. La comunidad puede empujar la agenda de los funcionarios; creo que los encuentros se van consolidando en la medida en que se presiona lo suficiente”.
OTROS PUNTOS, OTRAS NECESIDADES
Con la mirada puesta en la actualidad del movimiento teatral, de acuerdo a sus lugares de origen, los críticos expusieron algunas de las cuestiones a resolver: en Rosario, por ejemplo, es notable la ausencia de encuentros nacionales de teatro. Para Julio Cejas, de Rosario/12, “el hecho de que no exista un festival de teatro, con la trayectoria que tiene Rosario y su movimiento teatral, se remite a una pregunta: qué pasa con la comunidad cultural de la ciudad, que tiene su festival de jazz o de video, pero no de teatro. Es extraño, porque nosotros venimos planteando desde hace mucho esta cuestión. Diría que es porque no tienen interés las autoridades oficiales, ni la universidad”, reflexionó.
En este sentido, Passarini opinó que “el año que viene va a ser muy festivalero, y seguramente se compartirá programación entre el Festival Internacional de Buenos Aires y el del Mercosur. Y otra vez Rosario quedará bajo el puente: veremos pasar las obras entre Córdoba y Buenos Aires”, objetó.
Otro de los puntos cuestionados por los especialistas es que “en muchos casos, la programación responde a los gustos personales de los programadores de cada festival”, según señaló el crítico de El Ciudadano.
“Los críticos somos los que vemos teatro, conocemos los grupos, hemos hecho el recorrido en paralelo con ellos, sabemos cómo empezaron y cómo fue su desarrollo. Pero no somos consultados habitualmente. En muchos festivales, como las fiestas regionales, provinciales o nacionales, el jurado es la misma gente del teatro que insiste en mirarse el ombligo”, advirtió.
“En cambio, en el Argentino los programadores nos han consultado, por ejemplo, sobre las obras de Rosario y Córdoba que podrían venir, y nuestra opinión fue considerada, como la de Roberto Schneider”, reconoció.
Mirada crítica
“Rodando”, de Germán Rodríguez y Alejandro Acobino.
Foto: PABLO AGUIRRE
“Sucio”, protagonizada por Guillermo Arengo, Carlos Casella y Juan Minujín.
Foto: AMANCIO ALEM