Tribuna política

Desafíos y exigencias

Matías Dalla Fontana (*)

“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.” (Karl Marx)

Los momentos de pasaje de un período a otro son, por definición, tiempos de evaluación y de relanzamiento hacia el futuro próximo. Para el caso de una ciudad con vocación de libertad y modernidad, una forma de avanzar en el conocimiento y en la transformación de la realidad es reconocer las necesidades a abordar y satisfacer, así como los bienes a producir y distribuir. En este contexto se inscribe la necesidad de mejores instituciones, entendidas tanto como órganos con sus órbitas y competencias, así como grupos de reglas de juego sentidas en la afinidad y las diferencias del conjunto, que inducen conductas y actitudes. Resolver el dilema de necesidades y bienes a distribuir, hace a la sustentabilidad democrática de una polis. Resolver las reglas según las cuales el poder se organiza, debate y controla, hace a la sustentabilidad republicana de una cultura política. Santa Fe no será posible si sus futuros hombres no comprenden estas claves: equidad y orden.

La síntesis de estos desafíos -el de una Santa Fe más equitativa y pacífica, con el de una cultura republicana que inspire el diseño de las instituciones- no puede caer en el vacío: más bien debe traducirse en la conciencia y la ética pública de sus futuros líderes. Esto afecta directamente la renovación política, de la política en serio. Las experiencias de años han decantado en jóvenes que identifican la función pública con la posesión de veleidades como un celular o una oficina con aire acondicionado y han asimilado la verdadera vocación de liderazgo con las rencillas intrapartidarias, prebendarias, de estilo bravucón. El ejercicio de pensar la renovación política en términos de mérito es, además de un avance de la ciudadanía, un grito imperioso en esta altura del declive de los líderes y responsables de los últimos veinte años.

Una ciudad de asimetrías insondables termina no siendo una ciudad. Se organiza como claustro entre favelas. Nadie sabe a ciencia cierta cómo mutarán los actuales indicadores de pobreza y de delictividad, que pintan la cotidianeidad santafesina. Lo que sí puede exigirse de modo apremiante es el planteo propositivo y resolutivo de los grandes temas que condicionan el posible desarrollo de nuestra ciudad. Sobre estos tópicos no pesa la fortuna ni las excusas por lo pasado: el municipio los aborda francamente, a capa y espada, o no los aborda. El traslado y reconversión del Puerto como motor central, inexpugnable e indiscutible de las próximas décadas; la consagración de la capitalidad de Santa Fe en la futura reforma de la Constitución Provincial, que garantice el asiento de las casas centrales de las empresas del estado y de las prestatarias de servicios pertenecientes al mismo; la definición de un área industrial como amalgama genuina y dinámica de trabajo y capital local; toda obra de alcance geoestratégico, infraestructural, que sitúe a la ciudad en el plexo productivo de la Región Centro, la profundización y expansión del polo tecnológico y las industrias culturales y turísticas, sin chimeneas, entre otros temas.

El municipio traduce desarrollo en equidad o se divorcia del lenguaje de la ciudad, que es el lenguaje de los grandes y estructurales temas. Inversiones concretas en materia de educación popular, calificación técnica, promoción de cultura para el trabajo, atención primaria de la salud, que reviertan la vergonzante situación de sectores amplísimos, deben ser ejecutadas de modo más efectivo y palpable, urgente, casi para ayer.

En una cultura republicana traducida en diseños institucionales, los contenidos de las políticas de Estado emanan del debate y la formulación plural y se expresan en términos de necesidades a satisfacer, insumos requeridos, impactos esperados y responsables decisores abocados a un territorio específico. Esto significa: el Estado debe decir, a través del presupuesto y de sus cuentas, lo que se propone hacer, cómo lo hará, para quién lo hará, con qué lo hará, dónde lo hará y quién se responsabilizará. Esta cultura institucional debe trasuntar en morfologías administrativas y organizativas, es decir, clarificar cómo deber ser el Estado y cómo deben ser sus hombres para actuar del modo deseado por todos. Repensar, con asidero racional y memoria ejercitada, estos últimos interrogantes especialmente el de quiénes gobiernan-, iluminará el camino al éxito común en próximas selecciones que comprometan nuestro futuro como ciudad.

Perimidos estilos de construcción política, probados en la experiencia de Santa Fe por décadas, han sido desechados por la ciudadanía en su ejercicio democrático reciente, el pasado año.

Por otro lado, los tiempos han revuelto y reacomodado a los actores y representantes políticos, instituyendo nuevos espacios y partidos. En dicho sentido, los comicios reconfiguraron a las mismas fuerzas políticas en juego en la provincia, destacándose la pérdida de hegemonía partidaria del justicialismo. Este sector debe aprender a sintetizar sus tensiones internas sin terminar acabado en una diáspora, a posteriori de la distribución de lugares en las listas para elecciones venideras y sin abandonar su rol genuino de oposición. Debe aprender su nuevo papel de antagonista, sin descuidar articular un discurso de propuestas positivas que lo reconcilien con la ciudadanía, luego de la derrota. Factor clave ha sido, en este punto de reordenamiento del espacio político, el surgimiento de una rara avis, entre las nuevas representaciones independientes, modernas, reformistas y populares: el Movimiento Santafesino Ciento por Ciento, el cual en su condición de joven espacio, asoma como opción ya consolidada. Su deber consistirá básicamente en demostrar que, además de poseer la energía que emana de su tradición de sintetizar en proyectos clave, cuadros profesionales jóvenes con militancia territorial popular, puede traducir en un programa de gobierno efectivo, el conjunto de propuestas trascendentes que ha plasmado en su moción de repensar la madre de las políticas de estado: la Constitución Provincial. Por el lado del Frente Progresista Cívico y Social, hoy oficialismo a cargo del estado, las ansias de la ciudadanía por verse representada en un cambio se medirán con las capacidades de gestión y de brindar soluciones a deudas sociales graves.

Un deber atraviesa los porvenires de la continuidad de todos los frentes y partidos, sean del color que sean: responsabilizarse por encarnar sus propuestas en hombres nuevos que las acompañen, o lamentarse por pergeñar la continuidad de viejos nombres, sea directamente, o solapados en pieles más tersas. En el caso de nuestra ciudad, temas que hemos acordado en llamar grandes y estructurales, esperan.

(*) Psicólogo, docente de Nivel Medio, deportista.