EDITORIAL

El piquete de Gualeguaychú no da para más

Las medidas de lucha llevadas a cabo por los piqueteros de Gualeguaychú constituyen, a esta altura de los acontecimientos, una situación insostenible y una verdadera provocación política e institucional. Durante dos años, vecinos de esa ciudad -ahora reducidos a un puñado de agitadores- han clausurado el tránsito con Uruguay sin que las autoridades argentinas hicieran nada para impedirlo. Durante dos años, uruguayos y argentinos se han visto perjudicados por la decisión arbitraria de una minoría que invoca para sus actos una causa que no ha podido probar. Durante dos años nuestro país ha violado leyes, tratados internacionales y derechos adquiridos permitiendo que un grupo de vecinos decidiera en materia de política exterior y en nombre de la sociedad argentina que tendió los puentes y los pagó con sus tributos.

Lo más patético es que ninguna de las causas que los piqueteros invocaron para cometer sus atropellos se han podido demostrar. La empresa Botnia funciona desde hace un año y las calamidades que se anunciaron, no se han verificado en las sistemáticas mediciones ambientales que se realizan. Recientemente, el gobernador de Entre Ríos señaló que no hay ninguna razón que justifique las medidas de lucha tomadas en Gualeguaychú porque no existen indicios de que la empresa Botnia contamine las aguas y el aire.

Las declaraciones de Uribarri merecen puntualizarse, porque fue un gobernador de su mismo signo político el que por razones que nunca terminaron de aclararse brindó la cobertura política y moral que amplificó el conflicto, situación que nos ha colocado en difícil posición en los foros internacionales.

Sorprende, por otra parte, que al gobierno nacional no se le haya ocurrido ninguna medida para ponerle fin a un diferendo binacional, con mal pronóstico para nuestro lado en el expediente que se sustancia ante la Corte Internacional de La Haya. Llama la atención que el kirchnerismo, que en otras cuestiones se muestra celoso hasta la suspicacia en todo lo que tenga que ver con su autoridad, en este caso consienta estos desafíos.

Por su parte, en sus últimas declaraciones, los dirigentes piqueteros han reafirmado su perfil autoritario y discrecional. Hasta el momento, sus activistas y técnicos no han podido demostrar la supuesta contaminación de las aguas y el aire, y cuando hablan, lo que se escucha son insultos, promesas de continuar la lucha como si estuvieran librando una guerra y amenazas contra quienes se oponen a sus designios.

Es curioso, quienes invocan la libertad para llegar, incluso a usurpar las funciones del Estado nacional, muestran su falta de escrúpulos cuando se trata de impedir que otros vecinos disientan con sus posiciones. Como corresponde a los autoritarios de todo pelaje, los piqueteros de Gualeguaychú reclaman por las libertades -hasta abusar de ellas-, pero no están dispuestos a aceptar nada que los contradiga, aun cuando venga del gobierno provincial, de la Nación o de la Corte internacional.