En la intersección de 9 de Julio, Vera y San Cristóbal

Advierten sobre la matanza de aves en la costa del río Salado

El fin de semana, cazadores furtivos fusilaron pájaros indiscriminadamente y los arrojaron al río; otros fueron llevados para ser vendidos. Con estas acciones se estarían contaminando las aguas utilizadas para dar de beber a un millón de cabezas de ganado afectado por la sequía.

Enrique Giussani

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Cazadores furtivos asentados en carpas, en la Ruta Nº 13 y el río Salado, en el límite de los tres departamentos del noroeste provincial: 9 de Julio, Vera y San Cristóbal, mataron en forma indiscriminada una cantidad de aves en peligro de extinción, y en temporada de caza cerrada. Al tirarlas al agua, estarían provocando contaminación en este elemento básico, que está siendo usado para dar de beber a un millón de cabezas de ganado afectado por la sequía; y aguas arriba, para la población de Tostado. Es un humedal de más de 60.000 hectáreas, habitado por millones de aves, con una flora y fauna riquísimas, que forman un ecosistema único en la provincia.

Hugo Sóltermann, integrante del Club de Caza y Pesca y de la comisión vecinal de Laguna La Verde, advirtió la presencia de cazadores furtivos y la matanza indiscriminada de aves en la costa del Salado, en el límite de los departamentos Vera, 9 de Julio y San Cristóbal. Este hecho se produjo entre el viernes y sábado pasado; y Sólterman se lo comentó a una patrulla de los Pumas, con asiento en Huanqueros.

Al respecto, el entrevistado relató: “Mataron a mansalva, sacaron los pechos y los muslos y dejaron el resto del cuerpo en el agua o en la banquina”. Y agregó: “seguro es gente de afuera, quizás de Rafaela, Morteros, San Francisco. Conocen muy bien el lugar, hace años que vienen, pero nunca estuvieron los pájaros tan acorralados por la sequía”.

Antes, “esta zona era riquísima; ahora ni se ven sábalos, viejas del agua, bagres o cascarudos. Los cambios que se están produciendo en el clima son malos y afectan esta zona. La gente debe tomar conciencia de que la naturaleza fue, antes, de nuestros padres, y luego va a ser de nuestros nietos”, resaltó Sólterman.

Según se informó, había cuatro campamentos, varios remolques con generadores y también carpas. “Se escuchaban los tiros de escopetas de repetición, a más de 2 kilómetros y cerca también. Era mucha gente en la oscuridad de la noche, que asesinaba a las aves en su hábitat natural”.

Una radiografía

Al visitar este lugar, en un recorrido de más de 250 kilómetros, se aprecia un hilo de agua que corre bajo el puente del Salado. Más de 30 alcantarillas, viaductos y aliviadores lo ayudan, a lo largo de 15 Kilómetros, a pasar la Ruta Nº 13, al río de montaña que se carga del río Bermejo en Salta y trae miles de hectolitros diarios. “Hace más de 7 meses, luego de las inundaciones que hubo en el norte, llegó cargado y nunca dejó de ser fuente de vida para lugareños, flora, fauna autóctona y animales en peligro de extinción por efectos de la sequía”, comentaba un paisano.

Se observan restos de campamentos, además de bandadas de flamencos rosados en vuelo y los cisnes cuello negro con sus crías por detrás. También se detecta una bolsa repleta de patos, abandonados por los cazadores en medio del agua.

En otro lugar y detrás de un talud de tierra, se encontraron más de 20 gansos muertos y abandonados, sin siquiera haber sido descarnados. “No solamente matan, sino que dejan los cartuchos tirados, la basura desparramada, plásticos, botellas y restos de distintos residuos no biodegradables abandonados” decían.

También se observaba un cuero de nutria tirado, y al moverlo, salió un cangrejo. Lo triste es que “desde hace un año, sólo se veía una yunta de nutrias”, relataba una paisana. Este rico humedal era habitado por gran cantidad de aves que la mano del hombre hizo desaparecer.

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Lugareños manifestaron que los tiradores clandestinos “mataron aves a mansalva, les sacaron los pechos y los muslos y dejaron los restos de los cuerpos en la banquina”.

Foto: Corresponsalía San Cristóbal

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análisis

Incomprensible

Profesor Sergio Carlos Capovilla (*)

El norte santafesino está pasando, en estos tiempos, una situación grave, como consecuencia de la sequía. Los productores tratan de salvar desesperadamente su ganado, invierten grandes sumas de dinero y, del mismo modo, se preocupan por salvar la fauna existente. Muchos trasladan, por ejemplo, a yacarés, coipos, entre otros, a lugares óptimos, permitiendo, además, que los bebederos de sus campos aporten agua a las aves silvestres y demás animales que conviven en el lugar; lo que indica que el hombre de campo convive con su medio y lo respeta.

Pero, ante esta situación de incertidumbre, recorriendo largas distancias, nos encontramos milagrosamente con pequeñas reservas de agua, donde convive un número infinito de aves y mamíferos que intentan sobrevivir; y, de repente, surge en esta región un nuevo flagelo que a veces no es fácil de solucionar o controlar. Tal vez por la falta de compromiso del poder político o de la sociedad, que quizás por el simple hecho de estar lejos de los grandes centros urbanos o de los lugares de mayor información permiten sin querer o sin tener en cuenta las consecuencias de la llegada de “los depredadores”, los que, sin sentimientos, empuñando armas de fuego y aprovechándose de la fauna indefensa, producen, sin medir, un daño que no es fácil de comprender. Ahora nos preguntamos: ¿qué es esto? ¿Turismo, inconsciencia, depredación?

(*) Director del Museo de Ciencias Naturales del Dpto. San Cristóbal.