Una ensoñación en movimiento perpetuo


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“Pecho / Oreja”, de Jean Michel Basquiat.

 

Por Diego E. Suárez

“La mitad de la verdad. Obra poética reunida 1982/2007” de Irene Gruss. Buenos Aires, Bajo la Luna, 2008.

Reunir la obra personal equivale a reunirse a uno mismo, volver a mirarse para reconocerse o desconocerse en lo que ha sido y será. Olga Orozco diría: “No sólo soy por lo que fui, sino que soy y fui por lo que seré”.

La obra poética reunida de Irene Gruss constituye un muestrario vivo y vital del devenir de una mirada y de un lenguaje debatiéndose entre lo incierto y lo paradójico.

El conjunto reúne: La luz en la ventana (1982), El mundo incompleto (1987), La calma (1991), Sobre el asma (1995), Solo de contralto (1997), En el brillo de uno en el vidrio de uno (2000) y La dicha (2004), más una adenda de textos inéditos.

En el prólogo del primer poemario, Jorge Aulicino señalaba: “Creo que lo distintivo de este libro está en el afán descriptivo, condicionado por el temor a la incerteza [...]. Un libro donde lo que se persigue es la creación de un mundo que esté en la realidad, tangible como la piel de una manzana o la dureza de un vidrio”. A lo cual, veinticinco años después, Irene Gruss replica: “Yo ahora pretendo escribir otra realidad, en otra realidad”. Esta visión escéptica de loba esteparia fue enunciada tempranamente, en un poema brevísimo: “Antiars poética”, perteneciente a La calma: “Conozco mi retórica. / Es un aullido / delicado”. No podría haberse sintetizado con mayor precisión la paradójica entonación de estos poemas, su delicada ferocidad, su tierna rebeldía: “Pido peras al olmo. Las saboreo: / son deliciosas [...] He amado la noche cuando amanecía, / amé la muerte, y / soñé / con la realidad” (“Quién me quita lo bailado”, en Solo de contralto).

En el libro de 1995, el asma representa, alegóricamente, una dolencia espiritual, al estilo de una náusea sartreana: “La realidad es que el aire no sale / pero la impresión / es que el aire / no entra [...] No abras la puerta, / las ventanas, la realidad, la / enfermedad es el alma, el asma, el aire / que no sale” (“I”). Los estertores sibilantes, lo que no da respiro, adquiere connotaciones existencialistas.

En el brillo de uno en el vidrio de uno es un estudio sobre la mirada que, en un contexto sociocultural caracterizado por la preeminencia avasalladora de lo visual, cuestiona el valor de lo visto: “Dios mío que no existes, he creído / tanto en lo que he visto / [...] he visto demasiado y aún / no vi” (“Óptica I”). Reaparece así la cuestión ya señalada por Aulicino: el temor a la incerteza, y su contracara implícita: la certeza de que toda realidad impuesta es irreal, acicate para la voluntad de crear “otra realidad en otra realidad”, con una ensoñación motivadora en movimiento perpetuo, capaz de hacer de la dicha un espacio de paradojas: “Lo que no esperé hoy no vino. El anhelo es dificultad para respirar. Y el deseo, muerte de la esperanza” (“La dicha”). En este universo de sentido, no se puede concebir la escritura de otra forma, más que paradójicamente. Aunque sólo sea la mitad de la verdad: “Creo en lo que dicen las palabras, / no en lo que son. / Por eso / me miento a mí misma” (“La ficción”, en La calma).