EDITORIAL

La importancia de contar con una segunda lengua

La gran mayoría de jóvenes argentinos carece de conocimientos apreciables de una segunda lengua, según la conclusión de un estudio realizado por una encuestadora y una universidad bonaerense. También se comprueba que la proporción es netamente diferente en Buenos Aires y en el interior del país, donde las cifras son aún más preocupantes. Todo esto teniendo en cuenta que la inserción en el mercado laboral y las relaciones públicas, culturales e interpersonales actuales exigen la habilidad de dos o más lenguas, y ese aprendizaje debe considerarse una inversión tanto desde el punto de vista personal como social.

Nuestra localización geopolítica atenta contra la conciencia de esta necesidad. Ubicados entre países vecinos y cercanos con quienes compartimos la misma lengua (o el portugués de Brasil, lengua con la cual un fácil -aunque falso- acercamiento se da por descontado), no poseemos por otra parte con un afluente constante de extranjeros que nos recuerden la Babel que impera en el mundo.

En Europa, donde la situación es diametralmente opuesta, para las últimas generaciones resulta natural aprender cuanto menos dos lenguas aparte de la materna, ya que, ante el mínimo desplazamiento o debido a la renovada presencia de un turismo internacional, cotidianamente se constata la necesidad de un amplio bagaje idiomático. Incluso en los países anglófilos, en posesión de la lengua más usada en la comunicación internacional, es de rigor el estudio de una segunda y hasta de una tercera lengua.

Para probar la importancia de esto basta pensar la facilidad con que nuestros chicos y jóvenes han adquirido y manejan el léxico computacional, mayoritariamente en inglés. En el aprendizaje de un idioma, la necesidad y la práctica son los móviles básicos que impelen al esfuerzo que supone su adquisición. Nuestro país adolece de la desventaja de no contar con estos incentivos básicos, y así, en los estudios secundarios y hasta universitarios la enseñanza de una lengua extranjera suele estar catalogada por el educando, por el profesor y por los planes de estudios como una disciplina marginal u optativa, y dictada generalmente de una forma que podríamos llamar “burocrática”, algo que se estudia para un examen y se olvida, porque no se lo considera ni útil ni digno de una posterior evolución.

Desde el año 2006, la Ley de Educación señala que en en la escuela primaria y secundaria debe impartirse la enseñanza de una segunda lengua, sin determinar el idioma, las características ni los fines de tal estudio. En los hechos, se trata de una instrucción que se imparte sin motivación, como una simple e irrazonada suma de obstáculos mnemotécnicos a superar, y a olvidar enseguida. El camino deseable, en cambio, contemplaría una instrucción que enfatizara su uso, su carácter de instrumento vivo y vital, creativo y comunicacional.