llegan cartas

Al calor de la reflexión

Clary Miroznik Germán

Señores directores: El hombre y sus pequeños universos personales reconoce que la vida se ha vuelto un camino desdibujado, un sendero empedrado de dificultades, un desorden del estado de ánimo. John Lennon aseguraba “que vida es eso que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”.

El mundo está enfermo, tenemos que tomar conciencia de que vivimos en un planeta finito y sin embargo queremos producir, edificar, crecer... Dulce ironía. El calentamiento global avanza, el mundo cambió y las personas deben vivir por lo menos con mediana dignidad aún perseguidas por la irritación, la falta de concentración, la fatiga, el inconformismo. ¿Cómo lidiar con semejante abanico de males? Observamos “amas de casas desesperadas”, su imagen va de la furia al llanto; ser padres no es seguir manuales, las fórmulas no se copian, se crean; hijos difíciles, padres desorientados.

La vida la podemos tomar como exigencia o regalo; si es lo primero nos llenamos de presiones, si es regalo: de serenidad y paciencia; se necesita bajar las revoluciones; la rutina cotidiana suele ser para algunos gratificante, más aún si se sabe actuar sobre nuestra psiquis manejando las obligaciones de cada día en esta sociedad moderna y neurótica donde la apatía es la peor actitud ante la vida. La materia prima de las acciones debe ser el entusiasmo. Pensemos que lo mejor de la vida fue el pasado, es el presente y el futuro.

El amor se muestra como una de las fuerzas fundamentales del universo, un ser feliz es el resultado de dejar entrar en la mente pensamientos felices y a veces ser un amante de la simpleza significa que menos es más.

Maquiavelo en su malvada ironía solía afirmar: “Quiero ir al infierno y allí disfrutar de la compañía de Papas, reyes, príncipes, mientras que en el cielo sólo hay piadosos monjes y apóstoles”. Stalin solía decir que la alegría era lo más destacado en su país pero en verdad sabemos que su gobierno fue de terror, eso lo hizo famoso. Hay quienes se consideran perfectos pero es sólo porque se exigen menos a sí mismos; no hay justicia absoluta ni placer absoluto.

No destruir, no matar, no poner al hombre enfrentado al hombre, ser sincero primero consigo y luego con los demás; saber lo que uno puede dar y hacer notar que uno tiene ganas de brindarlo. Si hablamos de excesos, el mejor es el exceso de gratitud.

La felicidad es algo íntimo, se la fabrica uno mismo. Al calor de la reflexión ¿será éste un mundo con destino de éxito?