TEXTOS, SOPORTES Y LECTORES ANTE LOS NUEVOS HÁBITOS

Una lectura sobre la lectura
 

 

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Foto: Néstor Gallegos / ARCHIVO EL LITORAL

Alteraciones, reinvenciones y modificaciones en las prácticas de lectura: entre la crisis de los soportes tradicionales, la irrupción de las nuevas tecnologías y la “falta de tiempo”. La industria editorial en la encrucijada ¿se lee o no se lee?; ¿se dejará de leer en el futuro?

Estanislao Giménez Corte

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“Cicerón destaca que todas esas personas artesanos y ancianos- leían (o escuchaban) obras de historia por la “voluptas’, por el placer de la lectura, no por la “utilitas’ que pudieran tener, que era el objetivo del lector de elevada instrucción”. Guglielmo Cavallo (1)

Primer Soliloquio

Aquí, en el exacto sitio en que la traza de la ciudad se vuelve difusa y aparecen los primeros signos de precariedad urbana, detrás del último cartel publicitario que termina en la esquina y da inicio a una zigzagueante deformación citadina, a dos cuadras de mi casa, a tres de la universidad, a cinco de la Legislatura, a diez del centro, no más que eso, se levanta, soberbio, un muro invisible. Aquí mismo, en un paisaje que repiten muchas (o todas) las ciudades latinoamericanas, una fosa gigantesca se hunde y demarca en su profundidad un territorio que, más allá de la percepción de los sentidos (alguien dirá del engaño de los sentidos), separa, divide, aparta, disocia y disgrega, discrimina, igual o más que la apariencia, el vestido, el sitio de nacimiento, la piel, el idioma, las capacidades, la apariencia, las condiciones económicas e incluso la profundidad de la mirada. El muro intangible es la formación que unos tienen y otros; que a unos incluye y a otros expulsa; que a unos les da una vida y a otros arroja a las estrategias de supervivencia.

I

Esa línea divisoria, incorpórea pero palpable, conocida por todos, tristemente asumida como un designio o una fatalidad, clarísima y obvia para quien quiera ver, deviene con el tiempo en una marca indeleble (no estética, funcional) que hombres y mujeres cargan desde niños como un estigma: silenciosos o marginales, el analfabetismo y el analfabetismo funcional, dos karmas muy presentes en el siglo XXI, actúan como una “máquina de impedir”, a cientos de millones, sencillamente, tener una vida mejor. Combatido con resultados dispares, el problema de la lecto-escritura es uno de los que se acarrea desde la formación de los Estados como tales, pero no el único en esta materia: el acceso a los materiales de estudio, el tiempo destinado a la lectura y la escritura e incluso las posibilidades de acceso a los nuevos medios (la alfabetización digital, por ejemplo) parecen trabajar sólo para agrandar la brecha y problematizar aún más la terrible meseta del desconocimiento. Un desarrollo no apto de las capacidades intelectuales, a inicios de la vida de cada uno o en los primeros años, lo sabemos, decidirá (limitará) la existencia de una forma monstruosa. Porque ¿puede responder al mundo actual, a la demanda del mercado de trabajo, una persona que apenas trabajosamente- puede concluir la lectura de un texto de primaria, con la que en muchos casos culmina su educación?

II

El tema que tratamos involucra no sólo el problema de qué, cómo, y cuánto saben o pueden leer aquellos a los que les ha sido dada una mínima formación para la decodificación de los signos. Implica también, esencialmente, las múltiples derivaciones de esa ausencia de formación y/o práctica; la no aplicación de esa educación (informal o no concluida) que en sus trabajos futuros no desarrollarán y la falta de capacidad para el manejo de ciertas herramientas tecnológicas. El acceso a los libros, la inclusión en estudios de educación superior, las capacidades de abstracción y la organización de un discurso y la facultad para asociar ideas, entre las cientos de formas en que se manifiesta la formación cultural -o su ausencia- quedarán afectadas por esa primera deficiencia formativa, que se observa en niños muy pequeños y alumnos universitarios que arrastran un problema “de base”. Pero, quizás, podemos conjeturar, toda esa espiral de decadencia se inicia en un lugar y momento común, como resultado de determinadas omisiones abandono iniciático de la escuela, por ejemplo- que afectan por igual a personas de distintas generaciones, a pobres y a ricos (pero más a los pobres, como todo), a profesionales y obreros, que es el abandono del hábito de lectura y sus consecuencias a futuro.

Segundo Soliloquio

Aquí mismo, en las casas de los profesionales que visito, en las reuniones de amigos que frecuento, inclusive en encuentros en redacciones de periódicos o en salidas, hombres y mujeres jóvenes o adultos, de buena formación, buen pasar económico, con educación, capacidades intelectuales, alguna sensibilidad artística, se caracterizan por una ausencia que quien quiera notar notará: no leen, no tienen libros, no tienen bibliotecas.

Salvo los diarios, algunos documentos o bibliografía relativa específicamente a su disciplina, alguna novela para el verano, alguna revista de actualidad, jóvenes y adultos de distintas edades han olvidado, relegado o menospreciado el acto, el placer, de leer. Ni como un momento de ocio en la jornada, ni por interés sobre alguna temática específica, ni como un ansia por mejorar su vocabulario o una manera de asegurarse una formación paralela se la considera. La lectura ha desaparecido de la vida de miles, y peor aún, nunca ha existido en las vidas de otros cientos de miles.

III

Cualquiera puede entenderlo: los tiempos de la vida moderna exigen cada vez más horas de trabajo, en muchos casos no ya para mejorar los ingresos y el nivel de vida sino sencillamente para no perder lo que se ha conseguido; el crecimiento impresionante de los medios electrónicos de información y entretenimiento (en especial la televisión y las computadoras en red) han hecho el resto. Pero más allá de las extensas y bien fundadas investigaciones realizadas por eminentes sociólogos tendientes a analizar cómo una persona administra su tiempo y amén de que justamente esta época es la más preeminente en impresiones editoriales, lo que se halla en crisis es el acto/hábito de la lectura, en última instancia como práctica formadores de hombres.

Tercer Soliloquio

Aquí mismo, en barrios periféricos y en el centro, pero también en el mundo, dentro y fuera de las fronteras de los países borrados por la globalización eso dicen- en el estado de crisis permanente que lleva Latinoamérica, se acopian las sucesivas crisis mundiales y se repiten (con diferencias, por supuesto) ciertos procesos que podríamos postular así: la crisis de la lectura (como práctica) y de la cultura impresa (como fenómeno social), imponen la necesidad de una honda reflexión que trascienda, para usar las viejas categorías de Eco, a apocalípticos e integrados.

IV

Las nuevas vinculaciones entre usuarios/lectores y medios, oscilaciones de un aprendizaje cultural por parte de los primeros sobre las características de los segundos, las consecuencias de la lectura en la pantalla y la pérdida de los hábitos de lectura tradicional, la construcción del discurso informativo sin la mediación del papel y la reinvención de los medios impresos en la red, entre otros factores, imponen en algunas visiones la noción de que la práctica lectora se halla en crisis, pero ¿es realmente así? Puede anteponerse a lo dicho que se publican más libros y textos que en toda la historia, lo cual tendría, como viso de verosimilitud, también, que inclusive en los nuevos soportes todos leen (MSM, canales de chat), sólo que las formas, los tiempos, las posturas y la relación misma con el texto difiere notablemente de lo que ocurría antaño.

La industria del papel tiene, desde hace por lo menos cuatrocientos años, una extraordinaria importancia, que se desarrolló en un crescendo exponencial, a medida que aumentaban las masas ilustradas y paralelamente, la producción “cultural” se disparaba (lo mismo que los adelantos en los mecanismos de producción del soporte y las cadenas de distribución). La industria exhibe hoy una salud y unos alcances inconmensurables, pese a la profusión de gurúes y visionarios que se apuraron a decretar la muerte del libro y a las exclamaciones apocalípticas. Giovanni Sartori, en “Homo Videns” (1998) sostiene, entre otras, la tesis de que la humanidad ha reemplazado la formación de la cultura letrada por el atosigamiento de imágenes, producto de la explosión de medios audiovisuales, en especial la TV y las computadoras personales con conexión a Internet, y que el derivado de ese reemplazo es una afectación notable en los procesos cognitivos de las personas. Nadie desconoce la importancia de los medios electrónicos, pero es importante tener en cuenta que, por caso, en la utilización de computadoras personales e Internet, el texto sigue teniendo una importancia determinante.

V

En las nuevas concepciones respecto del papel y las características de los usuarios de medios, se han impuesto recientemente, con el objetivo de describirlos, una serie de términos de claras vinculaciones con la era digital: así, se ha catalogado a la otrora “audiencia” o sujetos cautivos como a navegantes. Claro que, amén de la relativamente reciente socialización de Internet, el hecho de describir a los usuarios de algún medio o soporte como un “buscador” tiene innumerables antecedentes: ya Michel de Certeau habló de los lectores tradicionales como viajeros ... nómadas; y se los ha calificado también como interpeladores. Son metáforas que, tangencialmente, refieren a una predisposición para la lectura que es diferente de lo que sucedía tiempo atrás, acaso porque lo que ha explotado a niveles superlativos es la oferta.

El cambio histórico en la relación texto/lector implica una radical modificación en las formas y soportes sobre los que la humanidad lee. Pero además del soporte están cambiando al leer, la postura del cuerpo, los tiempos del día y la extensión de los textos; los modos de iluminación, la predisposición psicológica y el grado de concentración; las urgencias y hasta las intenciones. En parte, también ha sido desplazado el placer de la lectura, por la más efectista y posmoderna búsqueda de información “útil”. Claro que es imposible hacer generalizaciones, y esto dificulta la capacidad de asir fácilmente las conductas de los lectores. Maquiavelo, por caso, reconocía leer dos tipos de libro, con sus consecuentes diferencias en la postura, el grado de concentración y la gravedad que le otorgaba al estudio: unos eran los libros que habitualmente se lleva a la playa (más proclives a fecundar la imaginación que el pensamiento); otros, consultados ya en su estudio, acaso al caer la tarde, se pueden catalogar como libros para la batalla (obras de estadistas y generales griegos y romanos: ej. Cicerón, Plutarco, Tito Livio), que el autor de “El Príncipe” consultaba asiduamente.

Cuarto Soliloquio

Aquí, en la universidad, en los debates políticos televisados, en los simposios de periodistas y escritores, en las clases de seminarios, en las mesas de amigos, se observa, a menudo, una extraordinaria dificultad para organizar oralmente un relato, para asociar ideas, para sintetizar el argumento de una película, para anunciar una noticia, para plasmar una idea en un texto. ¿Se relacionará ello con las alteraciones en las prácticas tradicionales de acceso a la información y de asimilación del conocimiento? ¿Será como aquello de Amado Nervo: “No venimos del mono, vamos hacia él”.

1) Chartier, Roger y Guglielmo Cavallo (directores) (2001). Historia de la lectura en el mundo occidental. Taurus, Altea, Alfaguara. Madrid. Versión original de 1997. Cap. “Entre el volumen y el códex. La lectura en el mundo romano”. G. Cavallo. Pg. 116

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Eduardo Lago, escritor y ensayista español.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL

Una lectura sobre la lectura

¿Puede responder al mundo actual, a la demanda del mercado de trabajo, una persona que apenas trabajosamente puede concluir la lectura de un texto de primaria, con la que en muchos casos culmina su educación? Foto: ARCHIVO EL LITORAL

 

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Foto: ARCHIVO EL LITORAL

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Foto: Amancio alem / ARCHIVO EL LITORAL

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Montxo Armendariz. Cineasta español.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL