Regresa Marcelo Arce con La Clásica Música
Más entrenamiento para el alma
Mañana, a las 20.20 comenzará la tercera temporada del ciclo de apreciación musical para todo público, con una función titulada “De Vivaldi a Los Beatles”.
De la redacción de El Litoral
Mañana, desde las 20.30, en el Centro Cultural provincial, regresa el ciclo La Clásica Música, el espectáculo didáctico que por tercer año traerá Marcelo Arce. La primera función se llama “De Vivaldi a Los Beatles”, en la que también se escucharán obras y rarezas de Paco de Lucía, Tchaikovsky, Paganini, Freddie Mercury y Bobby McFerrin.
Antes de su desembarco, el difusor se tomó un tiempo para explicarle a El Litoral su vivencia del ciclo anterior y lo que se viene para este año.
—¿Qué se podrá apreciar en la primera función?
—Es uno de mis espectáculos preferidos, porque determinó el perfil del ciclo “Clásico y Moderno” que ofrezco desde 2007 en el Teatro Avenida, tras la reacción positiva y entusiasta del público que nos sigue allí hace 16 temporadas.
A través de los temas fundamentales de Los Beatles, con recursos simples, se descubrirá la técnica y la estética que los ha hecho verdaderos y eternos clásicos. ¿Cuál es su fórmula “mágica”? ¿Qué hay detrás de “Let it Be”? Siempre espero el momento de volver a compartir ¡porque me gusta muchísimo! un clip que armamos combinando tres de sus hits: “Aquí está el sol”, “Madera noruega”, “El loco en la colina”. Esos temas se presentarán transformados; uno, por los Cantores del Reino. Otro como un concierto barroco interpretado por una orquesta de cámara a la manera de Vivaldi.
De Vivaldi llegará su más célebre obra, “Las Cuatro Estaciones” para saber qué describe mientras recorremos Venecia. Después el vocalista Bobby McFerrin imitando a un chelo, “tocará” junto a la orquesta un concierto de Vivaldi. El breve Capricho 24 para violín solo de Paganini se mutará en la Danza rock para chelo y orquesta de Lloyd Webber. Se narrarán, según los compositores, qué historias e imágenes describen, desde el romanticismo, el Concierto para piano y orquesta Nº 2 de Tchaikovsky.
Y tras un momento de flamenco puro con Paco de Lucía, se escuchará una rareza para piano de Freddie Mercury. Junto a la soprano Montserrat Caballé volverá a fascinar su Barcelona.
Cerrando el círculo, la recreación sinfónico-coral de un hit de Los Beatles concluirá la función, que, como siempre, será con pantalla gigante y subtitulados.
Público fiel
—¿Qué balance hace del segundo año del ciclo en Santa Fe?
—Energía: eso es lo que me desborda cada encuentro con el público ¡en mayúsculas! de Santa Fe. ¿Cómo tributarles tanta fidelidad? El respeto absoluto a las obras, el intercambio y las consultas por mail, las variopintas inquietudes. No se niegan a nada. Aplauden a tutta forza cada tema. Desde el novato al melómano, se percibe desde el escenario esa buena onda, en la conciencia de que todos nos reunimos para salir del mundo irreal en el que vivimos y volar dos horas a través del mundo real que es el del alma, la sensibilidad, la creatividad. Para conmovernos, sea llorando, riendo o sorprendiéndonos.
Y lo compruebo con la “actitud relajada”: me refiero a que sucede todo lo contrario al célebre y mundial síndrome de la tos-concierto. Se sabe muy bien que en los conciertos, justo en la pausa, se desatan las toses, movimientos, ruidos que exasperan a los intérpretes. Es una tensión que experimenta la mayoría por refracción, uno de los tantos fenómenos colectivos. Esa mayoría en el subconsciente, teme. No disfruta a pleno, porque su mente está pendiente del “espejo social”. Grandes teatros, como el Met de Nueva York, encargan estudios y buscan estrategias; aún, sin solución. Que es fácil y económica: comenzar en las escuelas. Que las emisoras y los canales no se asusten de apostar a la música.
En mis espectáculos, en ninguno de los 17 ciclos que doy en distintas salas del país, nunca pasa. No hay efecto “tos-concierto”. No es mérito mío. Simplemente porque como es obvio, no me consideran intérprete. Felizmente, público y yo somos iguales. No hay allí arriba, una o varias personas que, por un extraño halo, y sin querer, nos imponen un temor reverencial.




