EDITORIAL

El peligro de los adolescentes al volante

Durante el pasado fin de semana, las calles y rutas de la región volvieron a convertirse en el crudo escenario de accidentes de tránsito que provocaron la muerte de personas jóvenes. La situación no es nueva, pero ni siquiera las dramáticas noticias vinculadas con pérdidas de vidas humanas parecen lograr que muchos aprendan la lección y valoren la necesidad de respetar las reglas al conducir.

El flagelo no es exclusivo de la Argentina, pero en este país distintos factores confluyen para que el problema se haya convertido durante los últimos años en un verdadero drama.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la principal causa internacional de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años no es el Sida, el cáncer, ni cualquier otra enfermedad, sino los accidentes de tránsito. Estadísticas elaboradas por el Insurance Institute for Highway Safety (IIHS)—-organización independiente, sin fines de lucro, dedicada a determinar cómo disminuir pérdidas materiales y humanas en accidentes en los Estados Unidos—, indican que el riesgo de accidentes en conductores adolescentes es mayor que el de cualquier otro grupo etáreo.

Un informe realizado por el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (Cesvi) rescata los estudios de este organismo norteamericano y advierte que los accidentes de los jóvenes suelen producirse cuando hay más de un adolescente en el vehículo y el riesgo aumenta con cada pasajero adicional.

Una encuesta realizada por el Cesvi en la Argentina sobre un grupo de 300 adolescentes de entre 16 y 17 años reveló que cerca del 85% maneja por las calles sin registro de conducir.

Pocos padres saben que la región del cerebro que inhibe el comportamiento riesgoso en los seres humanos no se desarrolla completamente hasta los 25 años, según estudios efectuados por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de los Estados Unidos. Si bien se creía que dicha maduración se lograba a los 18 años, los científicos se sorprendieron al observar cómo la falta de noción absoluta de los riesgos que representa una situación determinada se extiende hasta bien avanzada la juventud.

La adolescencia se caracteriza por la audacia irresponsable y desenfrenada de quienes tienen esa sensación intrínseca de que nada malo puede pasar.

Pocos padres de jóvenes y adolescentes conocen este tipo de datos científicos. Pero a esta desinformación se suma la creciente tendencia de responsabilizar a los organismos del Estado por el cuidado de los hijos, quienes no siempre encuentran en sus familias la educación, la contención y los límites adecuados para ese momento tan particular de la vida de cualquier persona.

Algunos expertos consideran que al Estado se le podría exigir, por ejemplo, que antes de entregar la licencia de conducir a un joven, se le realice un examen psicológico serio que permita detectar actitudes compulsivas o cualquier tipo de adicción. Sin embargo, la mayor responsabilidad en la formación de los hijos les cabe a los padres. Comprenderlo, resulta esencial.