Opinión

El castillo de naipes está a punto de desmoronarse

El autor de este artículo afirma que el modelo económico del Gobierno va a padecer serías dificultades por la “desaceleración” de la agroindustria argentina. La crisis global además acentuaría esta tendencia.

Miguel Angel Rouco

Agencia DyN

Nunca antes como en este comienzo de siglo, un gobierno dependió tanto del esquema agro-exportador. La administración Kirchner reposa todo su andamiaje en los frutos que colecta de la renta de la tierra. Tan meneado y vapuleado por los ritos oficiales, el perfil agro-exportador de la Argentina es de tal nitidez que no deja margen para la polémica.

Más aún, con todas las dificultades que enfrenta la producción agropecuaria en cualquiera de sus formas, aun con todas las trabas que le pone el gobierno y, en el límite, casi como tomándolo como rehén, sigue siendo el sector rural, la principal fuente de ingresos de un modelo que se presume de “progresista”.

Exceso de vanidad o no, delirio de poder, o apenas, un insignificante marketing político, la administración regente arremete contra los chacareros, pero no puede dar un paso firme si no cuenta con los beneficios que le deja el campo. Pero esos beneficios son cada vez menores y de hecho apuntan a caer drásticamente.

El campo promedia una zafra de soja que presentará magros rindes y una caída en la cosecha de casi el 25 por ciento respecto del año anterior. Mientras tanto, con precios inusualmente en alza, el gobierno se frota las manos esperando apoderarse del 35 por ciento de ese botín para subsistir y atender al clientelismo electoral. Nuevamente, el “yuyo” es la tabla de salvación cuando la crisis arrecia.

Más allá de la soja, lo que está en juego ahora es la siembra del trigo. Sin capital, con sequía, con retenciones y trabas a la exportación y con una oferta mundial en exceso, muchos productores dejarán de cultivar el cereal por falta de rentabilidad y no es de extrañar que en 2010, la Argentina, el otrora granero del mundo deba importar trigo.

¿Para qué invertir en fertilizantes, correr el riesgo por la falta de humedad en los suelos, depender del precio fijado por el burócrata de turno y finalmente enfrentar la competencia de países productores que llegan mejor a los mercados? ¿A qué precio se venderá el trigo en enero? ¿Cuál es la rentabilidad?

El castillo de naipes que construyó el gobierno sobre la endeble base de las retenciones está a punto de desmoronarse y amenaza con colapsar a la economía en su conjunto. La caída en la demanda por parte del campo repercute en el resto de la industria y el comercio cuyas estructuras de costo tampoco pueden soportar mucho tiempo más sin ajustarse. Los primeros afectados fueron los sectores siderúrgicos, automotor y metalmecánico. En silencio, para no crispar los ánimos oficiales, los despidos, suspensiones y cancelación de contratos de personal continúan sin cesar y amenazan con extenderse por todo el país.

Las ventas de autos caerían 20 por ciento este año y otro tanto o más la producción. La velada amenaza del flamante presidente de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, planteando límites para evitar despidos, se convierte en un presagio de los meses por venir.

La crisis ha dejado innumerables oportunidades de negocios en el mundo, en especial, en países con una larga tradición de crecimiento económico, estabilidad, bienestar general, respeto y seguridad jurídica. ¿Quién va a invertir en la Argentina de hoy cuando el gobierno confisca empresas, estatiza ahorros privados, controla el comercio exterior, el tipo de cambio, las tasas de interés, desalienta la producción, en un ambiente enmarcado por epidemias sanitarias y una ola criminal sin precedentes?

¿Quién va a invertir en la Argentina cuando el gobierno confisca empresas, estatiza ahorros privados y controla el comercio?