Carreras de caballos

Velocidad y coraje, bien montados

Desde la llegada del caballo, las cuadreras han sido un símbolo de las características de buen jinete. Un ritual colorido que los cronistas supieron pintar para el recuerdo.

Según Juan Parish y Guillermo Robertson (aquél que bautizara a Fancisco Antonio Candioti, primer gobernador criollo de Santa Fe, como el Príncipe de los Gauchos), ya en 1816 las carreras son algo digno de elogio. “Sólo se ven dos líneas de jinetes en una extensión de trescientas yardas y un camino libre entre ellas. Los espectadores son estancieros de aspecto serio montados en lustrosos caballos, no pocos gauchos, uno que otro inglés, hombres de la ciudad a caballo y algunos extraños. Cruzan entre los grupos sus apuestas que alcanzan a veces a cifras elevadas, mientras todos esperan sentados la carrera o carreras que habrán de divertirlos. De pronto un movimiento y bullicio general anuncia que los caballos están ya en la cancha, listos para la prueba del día. No corren nunca más de dos caballos y la carrera más larga suele ser de ciento cincuenta yardas, a veces trescientas. Muy rara vez corren hasta seiscientas yardas. Los caballos en pelo son montados por gauchos expertos. Helos ahí ahora, uno junto al otro, listos para la partida. Podría uno creer que, para distancia tan corta, el asunto debía cumplirse con la rapidez del relámpago. Pero no es así. La primera habilidad del corredor consiste en arreglarse para una buena partida. Estas partidas son interminables y ambos corredores quedan en realidad libres para decidir cuál será la verdadera y decisiva. Empiezan por ensayar una partida, pero no es ésa la definitiva y vuelven al punto de donde salieron. Inician otra, que tampoco da resultado y en eso se están por espacio de una hora y a veces dos sin ponerse de acuerdo para largar. Más aún, a veces pasan toda la tarde en ese trabajo infructuoso. Entretanto, estancieros y gauchos miran todo aquello con flemática paciencia, hasta que se dispersan cuando, según ellos y según lo dicen en su jerga especial, no van a largar. Cuando por fin se deciden a partir, los caballos están naturalmente muy excitados, en buen tren de velocidad, y para la corta distancia que hacen, corren una buena carrera”.

Diferencias

En 1819, Emeric Essex Vidal decía: “las carreras de caballos son una diversión favorita de los habitantes de Buenos Aires, pero se las realiza en tal forma que proporcionan muy poca diversión a cualquier inglés. No existen caballos entrenados para carrera, ni siquiera se presta atención alguna a la raza con miras a tal objeto. No se hace ninguna carrera de más de media milla; pero la distancia vulgar son dos cuadras o sean trescientas yardas, y la carrera se decide de una vez. Para compensar esto, sin embargo, largan más de veinte veces, y, después de correr una cuantas yardas, se vuelven hasta que los jinetes convienen que la largada es pareja. Lo que nosotros conocemos como habilidad de jockey, es aquí completamente desconocida, o no se pone en práctica, y no ocurre nunca ninguna trampa, exceptuando el hecho de tirarse uno a otro del caballo, lo cual es permitido, si se consigue. aunque con jinetes tan expertos es sumamente difícil y por lo tanto muy pocas veces se intenta”.

Como montan

Para el inglés, era de destacar que estos criollos “montan sin silla, fusta o espuela y llevan solamente una brida sin bocado: de esa manera la fogosidad y velocidad de los animales se resuelve legalmente por sí misma. La proporción de peso, de acuerdo a la edad del caballo, no parece ser tenido en cuenta ni se pone atención a que los pesos de los jinetes sean iguales; es suficiente con que no haya una desproporción muy notable. No existen lugares apropiados para las carreras; pero como para tan cortas distancias se encuentran muchos espacios parejos, sin pantanos, en la playa, no es raro, si uno pasa a caballo cualquier tarde por ella, ver tres o cuatro carreras que acaban con la paciencia de cualquier persona que está acostumbrada a las de Inglaterra. Sin embargo, se apuestan muy a menudo grandes sumas de dinero”.

Selección y manejo

En 1886, Emilio Daireaux decía que las carreras de caballos constituyen la pasión favorita del gaucho; “pero para demostrar por completo que tales ejercicios no son para ellos más que una diversión, que es a la vez un medio de evidenciar el valor de los caballos, no presentan en las carreras más que caballos castrados, incapaces, por consecuencia, de transmitir sus cualidades, en el caso de que la selección y los inteligentes cuidados les hubieran hecho adquirir algunas.

“Los cuidados que el gaucho consagra a su caballo de carrera contrastan con el abandono absoluto en que deja a los restantes que no han merecido la misma calificación y que, por. tanto, no se emplean más que en el servicio rutinario, que por otra parte no deja de ser interesante. En cuanto al caballo de carrera, el parejero, la cosa es diferente. Éste no come más que sus piensos a horas fijas, de alimento escogido y medido. Atado largo, se pasea todo el día alrededor de su estaca teniendo en la boca una especie de bozal que le impide pacer a su antojo, tiene su ración de maíz y de alfalfa seca, comprada especialmente para él, nunca recolectada por su dueño. El aficionado a parejeros es siempre un gaucho elegante, sin rentas, pero que vive holgadamente; da su panado a cuidar, según los casos lo vende para hacer sus apuestas o pagar sus pérdidas, lo que le da tono y aumenta su dignidad; como el trabajar no es cosa fina, no trabaja, ni siembra, ni recoge. Todo el día lo emplea en prodigar cuidados a su parejero. Él mismo le da de comer, y él mismo lo monta para que haga el conveniente ejercicio y esté bien preparado”, destaca.

Fuente: www.tradiciongaucha.com.ar

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Pasión popular. Las carreras de caballos siguen siendo uno de los divertimentos más arraigados en el sentimiento de la gente del interior de nuestra provincia.

foto: Archivo / pablo aguirre

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Pasión

Nunca hay más de dos caballos en línea, montados en pelo, por sus mismos dueños, la frente ceñida por una tela de colores; la longitud de la carrera pocas veces excede de mil metros, pero aun siendo tan corta, apasiona a los jugadores, siempre en proporción al interés particular que corresponde a su bolsillo.