EDITORIAL

Chávez, los Kirchner y el interés nacional

El gobierno de los Kirchner debería explicar cómo fue posible que su aliado político estratégico, Hugo Chávez, haya decidido nacionalizar empresas de la firma Techint después de haber compartido unos días de vacaciones con ellos en El Calafate. También debería explicar por qué la presidenta considera reprochable que las empresas estatizadas depositen una parte de la indemnización en bancos del exterior, cuando la provincia de Santa Cruz, durante la gobernación de Néstor Kirchner, hizo lo mismo en oportunidad del pago de regalías petroleras acumuladas en el tiempo. Peor aun, aquellos fondos, pagados en la Argentina, fueron enviados al exterior sin que hoy se sepa a ciencia cierta si volvieron o no.

Hasta el momento, las explicaciones se parecen más a excusas que a respuestas serias. A esta sucesión de dislates y torpezas se suma el argumento dado por el dictador caribeño cuando para justificar sus declaraciones prometiéndole al gobierno de Brasil que las nacionalizaciones no iban a alcanzar a las empresas de su país, las atribuyera a un “chiste” mal interpretado -una vez más- por los periodistas.

No deja de ser una amarga paradoja de la política que el gobierno de los Kirchner, que hizo de la consigna “relaciones carnales con EE.UU.” uno de los objetivos críticos de su gestión, reproduzca sin rubores esa clase de relación, pero esta vez con Venezuela. El sometimiento político y económico de los Kirchner al régimen chavista es patético y, por supuesto, lesivo de nuestra soberanía. Los desplantes del comandante Chávez, la desconsideración hacia la Argentina son inversamente proporcionales a la pleitesía que le rinde nuestro oficialismo.

A esta altura de los acontecimientos, el balance de esta singular relación nos resulta desfavorable. Incluso los supuestos créditos que Venezuela nos ha dado han pagado altas tasas de interés, de hecho superiores a las que ofrece el denostado FMI. Desde el punto de vista político, para Chávez la Argentina no ha sido otra cosa que un amplio escenario para ensayar sus diatribas contra los EE.UU. en actos que ningún país soberano hubiera admitido.

Corresponde recordar que uno de los escándalos económicos que más compromete al gobierno nacional -y que dicho sea de paso aún no se ha esclarecido- fue el famoso maletín del tristemente célebre Antonini Wilson quien, como se recordará, se desplazaba desde Caracas a Buenos Aires en un avión alquilado por funcionarios nacionales.

Tan grave como los hechos mencionados es el silencio o la complicidad de nuestro gobierno. En este caso, la mentada irascibilidad de los Kirchner se transforma en exasperante docilidad y complacencia. En todo el mundo, los gobernantes y sus diplomáticos defienden a las empresas e intereses de su país en el extranjero, y se considera un agravio a la soberanía cualquier ultraje a los inversores propios en suelo extranjero. Pero no ocurre así en la Argentina de estos días, en los que la pareja gobernante, en vez de cuestionar la conducta de Chávez, recrimina a Techint por no traer al país el monto de las indemnizaciones.