En la Argentina, sólo tres de cada diez estudiantes se reciben

Radiografía de la deserción universitaria en Santa Fe

En la UNL hay una tasa de retención general alta, pero cerca del 40 % de los alumnos del primer año no se reinscribieron en 2008. Y en la UTN, si bien la matriculación crece, la tasa de graduación es de apenas el 20 % para algunas especialidades. La problemática condiciona un modelo de país sustentado en la excelencia profesional.

Luciano Andreychuk

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La problemática de la deserción universitaria -acto de abandonar los estudios superiores- ha adquirido en los últimos años una preocupante dimensión. Con cada renunciamiento académico se pierde tiempo valioso, se derrumban expectativas y proyectos personales, y se entorpecen los engranajes del sistema universitario nacional, con pérdidas para el Estado que repercuten negativamente en el presupuesto público para las casas de estudios. Todo ello se traduce, además, en desinversión para los proyectos de investigación académica y científico-tecnológica.

Nuestro país ostenta altos índices de deserción universitaria. Se estima que a nivel nacional apenas tres de cada 10 estudiantes terminan sus estudios. Hoy las filas universitarias se van diezmando y, con ello, cae en saco roto otra oportunidad histórica de reposicionar a la Argentina como una nación cuyo desarrollo se sostenga y sustente sobre buenos niveles de formación académica y profesionalismo.

Policausalidad

Las causas de la deserción son múltiples, y deberán buscarse primero en el plano social. Cada vez son mayores las dificultades económicas para costear una carrera de grado, y cada vez son más los jóvenes que se encuentran ante la obligación de trabajar para pagar sus estudios, con la sobreexigencia que esto implica y que repercute, inevitablemente, en los niveles de abandono académico.

También deberá mencionarse la crisis vocacional en que se sumen las nuevas generaciones. Muchos jóvenes ingresantes se encuentran ante la encrucijada de la elección precipitada -por ese “mandato” consuetudinario que obliga a seguir estudiando inmediatamente después de terminado el secundario- sin una apoyatura psicopedagógica; o bien frente a la obligación de continuar con “la costumbre familiar” estudiando alguna carrera tradicional, independientemente de una inclinación disciplinar definida y premeditada.

Pero también las causales anidan en el plano institucional: cabe mencionar desfasajes estructurales en la enseñanza primaria y secundaria; deficiencias en los dispositivos institucionales -interuniversitarios- destinados a garantizar la retención, permanencia y egreso en tiempo promedio; y también la ausencia de políticas -desde los estamentos ministeriales competentes- dirigidas a enfrentar el problema aulas adentro, y revertirlo.

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Aulas vacías. Revertir la problemática de la deserción en la Argentina demandará, de cara al Bicentenario de la Nación, arduos esfuerzos políticos, institucionales y pedagógicos.

Foto: Amancio Alem

Cronicidad y lentificación

Al cuadro de deserción deben añadirse otras problemáticas educativas directamente relacionadas, como el crecimiento de los “estudiantes crónicos”, aquellos que quedan “boyando” con sus estudios superiores a medio terminar durante años, manteniendo su condición de regular pero sin rendir más de una materia por año.

En la misma línea aparece la prolongación de los tiempos de egreso, fenómeno conocido como lentificación de carreras: estudiantes que continúan regularmente sus estudios, pero que -por diversas razones- éstos se demoran. En nuestro país la población universitaria tarda en promedio un 69 % de tiempo más del esperado para completar sus carreras, según estimaciones de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU).

El Litoral realizó en los últimos meses una serie de averiguaciones sobre los niveles de deserción en las tres universidades de la ciudad: la UNL, la Facultad Regional de la UTN y la Universidad Católica de Santa Fe (ver aparte). Los datos obtenidos ayudan a esbozar un diagnóstico aproximado, un estado de situación preliminar sobre la problemática planteada.

En la UNL

Sobre la base de registros estadísticos a los que pudo acceder este diario, la población estudiantil en 2008 alcanzó en la UNL a 40.931 alumnos. Y 6.981 es el total de alumnos “pasivos” -estadísticamente se considera alumno pasivo a aquel que hace 5 años que no se reinscribe a la carrera de la cual alguna vez fue alumno-. En base a los datos obtenidos de las unidades académicas, la variable de pasivos es la que más se aproxima a una tasa de deserción: el porcentaje es del 14,6 % (ver Cuadro 1).

Es un porcentual de pasividad bajo, si se lo compara con las estimaciones a nivel nacional. Además, durante 2008 en la UNL hubo una tasa de retención general elevada -cerca del 78 %-. La tasa de retención, cabe aclarar, determina la cantidad de alumnos que se reinscribieron, es decir que continuaron de hecho sus estudios en la universidad. En el período 2003-2008 esta tasa osciló entre el 74 y el 78 %.

Pero como contrapartida de estos datos auspiciosos, aparecen algunos problemas en el período inicial de estudio. La tasa del retención del primer año (datos de 2008) fue del 57,2 % -establecida entre el total de nuevos inscriptos de 2007, 9.658 alumnos, y los que se inscribieron por primera vez en 2008, 5.527 alumnos). Esto indica que el porcentaje de alumnos que quedaron virtualmente “fuera del sistema” ronda el 42 %. “Debe aclararse que este porcentual es relativo, porque no marca una tasa de abandono. Pues muchos de estos estudiantes de primer año que no se reinscribieron, luego se ponen al día con las instancias de ingreso, o cursan el Remedial”, afirmó a este diario el secretario académico de la UNL, Hugo Erbetta.

Las autoridades admitieron que el primer año es crítico, y que siempre se vuelve un trabajo arduo retener a los jóvenes. “Todos los dispositivos institucionales se ponen en funcionamiento, pero lograr una alta retención en el primer año, donde el alumno “insatisfecho’ con la carrera que ha escogido duda si continuarla o no, se hace muy difícil”, dijo el secretario.

“Pasada esta primera instancia crucial, después se genera un “amesetamiento’ de la masa estudiantil, y así se estabiliza la retención general”, agregó el director de Integración Académica de la UNL, Héctor Odetti. El problema se evidencia en julio, cuando promedia el año académico. Después de ese mes “bisagra” se tiene una idea más cabal de cuántos chicos ingresantes dejan la carrera escogida.

En la UTN

Por otro lado, en la UTN Santa Fe hay niveles de retención muy altos en el primer año. Según datos proporcionados por la Dirección Académica de esa casa de estudios, entre el 80 y 90% de los ingresantes realizan su reinscripción en el período siguiente (es decir, que continúan con sus estudios). Además, ha crecido la matriculación de los alumnos ingresantes: el número de aspirantes al ingreso en 2008 fue de 498, mientras que en 2009 ese número subió a 586.

Sin embargo, las deficiencias aparecen por otra línea: una tesis de maestría realizada en esa facultad arrojó como resultados que en algunas especialidades de la UTN Santa Fe existe una baja Tasa de Graduación (TG), con un Índice de Lentificación (IL) extendido. Las Especialidades Mecánica y Civil lucen una TG cercana al 20 % con un IL de 1,80 (significa 9 años de duración real). Dicho de otro modo: de cada 10 alumnos que ingresan al primer año, reciben su título sólo 2, al cabo de 9 años de permanencia. De acuerdo a los planes de estudios, la duración teórica de las ingenierías va de 5 a 5 años y medio.

En el caso de Ingeniería Industrial, hay una TG apenas por arriba del 20%, y un IL del orden del 1,65 (algo así como más de 8 años de duración); es decir, de cada 10 alumnos que ingresan, algo más de 2 egresan, al cabo de más de 8 años. Respecto de la especialidad Eléctrica hay una TG del orden del 10%, con un IL que se aproxima a 2 puntos. Todos los casos refieren a alumnos del primer año.

Si bien no se obtuvieron datos de la población estudiantil desde el segundo año respecto de tasas de graduación y lentificación, las cifras antes mencionadas dan una pauta de cuán difícil se vuelve para los nuevos ingresantes recibirse, llevando sus carreras relativamente al día. Este factor de complejidad académica tiene incidencia en las tasas de deserción generales -después del segundo año-, las cuales a nivel nacional -para carreras ingenierías- alcanzan el 40 %, según reportes del Ministerio de Educación de la Nación. Las razones: una necesidad generalizada de los estudiantes de trabajar sin haber terminado, tentados por la intensa demanda y captación desde empresas privadas.

 

Radiografía de la deserción universitaria en Santa Fe

/// análisis

Atender el problema

L. A.

Quienes comienzan a estudiar una carrera universitaria -que implica nada menos que una elección de vida-, no siempre son conscientes de tamaña empresa emprendida: hay incertidumbre e inseguridades, suelen carecer de información respecto de la institución a la que ingresan y, como primera barrera de choque, cargan la mochila de una deficiente preparación escolar desde la secundaria.

Tanto en el ingreso como en la permanencia y en el “tirón” final del egreso, se vuelve muy necesario el afianzamiento de los dispositivos institucionales destinados al asesoramiento vocacional y académico: las facilidades de beca de ayuda económica y material de estudio no siempre alcanzan, por lo cual la promoción y el fortalecimiento de centros de apoyo y orientación tutorial en cada una de las unidades académicas se vuelve una prioridad. Quizás sea necesario, además, revisar los sistemas de admisión y regularidad, la capacitación docente y la actualización de métodos pedagógicos.

Porque no sólo la deserción aparece como la problemática más visible: a ésta se suman la cronificación y lentificación de los estudios, los cambios de carrera sin un proceso orientador, las frustraciones, la pérdida de tiempo. Ni que hablar de la caída en las tasas de graduación. Habría que pensar que todos los esfuerzos que se hagan para revertir esta problemática contribuirán a un proyecto de Nación basado en excelentes niveles de formación superior, calidad e idoneidad profesional. Ante la proximidad del Bicentenario, este tema merecerá un debate cuanto menos profundo y comprometido.

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Algunas conclusiones

Primero: según la interpretación de los datos procesados, en la UNL existe un porcentaje bajo de alumnos pasivos, con altas tasas de retención general. Pero el déficit aparece en la retención de los alumnos del primer año. Los pros aparecen en la fase de permanencia y egreso; los contras, en la etapa de ingreso.

Segundo: en la UTN, por su parte, hay muy buenas tasas de retención en el primer año, lo cual reduce los niveles de deserción temprana. Sin embargo, las dificultades aparecen en las tasas de egreso y tiempos de duración de carreras.

Tercero: En la UCSF, los datos de una investigación revelan que la principal causa de deserción es vocacional y académica, sobre todo en carreras tradicionales. Hacia la atención de esos aspectos deberán apuntar los esfuerzos institucionales.