Admitidos por el gobierno y olvidados por la Justicia

Esclavos siglo XXI en Mauritania

Esta práctica, formalmente erradicada en la mayor parte del mundo, persiste en este país africano. Entre 300.000 y 500.000 de sus habitantes, todos de raza negra, viven en condición de esclavos, privados de todo derecho. En el caso de las mujeres, están obligadas al sometimiento sexual. Indiferencia internacional ante una situación que avergüenza.

Enrique Rubio

Agencia EFE

A M’Barek Uld Mahmud lo vendieron con seis o siete años. No sabe cuánto pagaron por él, ni tampoco le interesa demasiado. Ahora tiene 56 años y desde hace tres ha dejado de ser un esclavo.

Tampoco puede decir que sea un hombre libre, porque sus propiedades, si las tuviera, serían de su amo, su herencia, de haberla, la disfrutarían los hijos del dueño, y los tribunales, mientras, jamás le darían la razón.

En Mauritania quedan entre 300.000 y 500.000 esclavos, todos ellos de raza negra, privados de derechos y resignados a seguir siendo invisibles ante la Justicia y las autoridades.

Hay algunos, como M’Barek, que han conseguido huir y asentarse junto a otros antiguos vasallos en paupérrimos poblados abandonados por el Estado, en los que “no hay ni una escuela, ni un dispensario, ni siquiera una mezquita”. Los más de 1.200.000 mauritanos que, según cálculos de la organización SOS Esclavos, han sido esclavos han dejado atrás los castigos corporales y el trabajo extremo, pero no han recuperado sus derechos.

“Una vez, el amo nos ató a mí y a mi hermana a la rama de un árbol, suspendidos en el aire, y encendió una pequeña fogata bajo nuestros pies para castigarnos por perder el rebaño”, relata M’Barek casi con indiferencia. En 2007, tras la llegada del presidente Sidi Mohamed Uld Cheij Abadalahi en las primeras elecciones libres en el país, todo pareció que iba a cambiar.

En agosto de ese año se aprobó una ley que, pese a que la esclavitud está formalmente abolida desde 1981 en Mauritania, imponía castigos y penas de hasta diez años de cárcel para todos aquellos que siguiesen teniendo esclavos a su servicio. Sin embargo, dos años y 546 denuncias más tarde, todavía está por ver que algún tribunal les dé la razón.

“La ley está muy bien, pero no sirve de nada si no se aplica. El problema es que los tribunales locales se rigen por la sharia (ley islámica) que, según el rito malekita que se sigue en Mauritania, da cobertura a la esclavitud”, explica a EFE Biram Uld Dah Uld Abeid, encargado de misiones de SOS Esclavos.

Fatigado, M’Barek asiente desde una “tarba” (un sofá corrido árabe) y añade: “Y el problema es que la Justicia está en manos de las mismas tribus que tienen esclavos, y que son los principales interesados en perpetuar el problema”.

Para comprender el fenómeno de la esclavitud conviene recordar que Mauritania es un cruce de caminos entre el mundo árabe-bereber y el África negra, un choque entre una tradición esclavista y otra que la ha sufrido durante siglos. No en vano, éste fue el último país en abolir formalmente la esclavitud.

Indiferencia internacional

Uld Dah considera que la comunidad internacional da vía libre a que en Mauritania se practique “una democracia a la ateniense, que sólo tiene en cuenta los intereses de unos cuantos, mientras el resto son esclavos o ex esclavos sin derechos”.

Y aunque su comercio ya no se practique en plaza pública, SOS Esclavos denuncia que los intercambios con los países del Golfo Pérsico son algo muy frecuente.

Pese a las mejoras alcanzadas recientemente y una mayor conciencia social -hasta hace apenas unos años era un tema tabú-, el control de los amos sobre sus esclavos sigue siendo absoluto.

Habi Mint Rabah logró escapar el año pasado de sus amos gracias a su hermano y a SOS Esclavos.

Tuvo dos hijos, uno de ellos ya ha muerto, y aunque no quiere hablar del asunto, su hermano explica que fueron fruto de las violaciones continuadas que sufría a cargo de su dueño. El dominio de los esclavistas sobre sus sirvientes se extiende hasta el punto de que todas las mujeres, al margen de su edad, pueden ser utilizadas sexualmente.

Al igual que muchos otros de sus compañeros, Rabah pensó en escapar, e incluso lo llegó a hacer en alguna ocasión, pero finalmente siempre decidía regresar.

Esta sumisión se explica porque, como cuenta M’Barek, “los dueños separan a los niños de sus madres desde pequeñitos, y les enseñan que Alá les ha elegido para servir y que si se escapan irán directamente al infierno”.

El control sobre las mentes de sus siervos llega hasta el extremo de enfrentarles a su propia familia, como le sucedió a Ahmed, a quien sus hermanas quisieron matar a golpes después de que él hubiese decidido demandar a su amo por unas tierras que éste le había arrebatado.

“Vinieron armadas con palos y empezaron a golpearme por todo el cuerpo”, dice enseñando una gran cicatriz en la cabeza. “Pero pude rechazarlas a bastonazos y desde entonces no he sabido nada más de ellas”. Su demanda lleva años en los tribunales y es el único motivo que empuja a seguir adelante a Ahmed, que sobrevive gracias a las limosnas de sus amigos y desconocidos.

“Hasta que la Justicia no me dé la razón y me dé lo que es mío no descansaré; no seré un hombre libre”, dice.

Esclavos siglo XXI en Mauritania

Huyendo de la miseria que los acompañará durante toda su vida en su país natal, muchos jóvenes huyen de Mauritania en precarias embarcaciones que los llevarán a territorio español. La mayoría pierde la vida en el intento.

Foto: Agencia EFE-Archivo El Litoral

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Un país conflictivo

Mauritania, oficialmente República Islámica de Mauritania, es un país en el noroeste de África. Tiene una extensa costa en el océano Atlántico, entre Sahara Occidental en el norte y Senegal en el sur.

Ocupa una superficie de 1.030.700 km2 por lo que es el 29º país del mundo por superficie. De esos 1.030.700 km unos 300 km están formados por agua contenida en pequeños lagos y oasis. Se encuentra situada a orillas del océano Atlántico. Tiene una frontera de 1.561 km con Sahara Occidental al oeste y norte, 463 km con Argelia al noreste, 2.237 km con Malí al este y al sur y de 813 km con Senegal al sur, si se suman todos los km fronterizos Mauritania tiene una frontera de 5.074 km. Mauritania está situada en la región del Sahel y tiene una costa de 754 km.

El país se encuentra dominado a excepción de una estrecha banda litoral, por el desierto del Sahara que ocupa casi la totalidad del territorio y que se ha ido extendiendo desde los años 1960, debido a las grandes sequías que ha ido sufriendo. Todas las ciudades importantes del país, como Nouakchott, capital del Estado, y Nuadibú, la capital comercial se encuentran en la estrecha banda litoral. Las principales ciudades del interior son Tidjika, Atar y Chinguetti.

Durante la mayor parte del siglo XX, Mauritania fue colonia francesa, hasta que su independencia fue reconocida en 1960. Con la independencia, grandes números de pueblos indígenas entraron a Mauritania, trasladándose al área norte del río Senegal. Educados en idioma y costumbres francesas, muchos de estos recién llegados se convirtieron en oficinistas, soldados y administradores en el nuevo Estado.

Los moros reaccionaron a este cambio al aumentar la presión para arabizar muchos aspectos de la vida mauritana, tales como la ley y el idioma. Se desarrolló un cisma entre aquellos que consideran a Mauritania una nación árabe (principalmente moros) y los que buscan un papel dominante para los pueblos no moros. La discordia entre estas dos visiones conflictivas de la sociedad mauritana era evidente durante la violencia intercomunal que estalló en abril de 1989, pero ya se ha calmado. La tensión entre estas dos visiones sigue siendo una característica del diálogo político. Un número significativo de ambos grupos, sin embargo, buscan una sociedad más diversa y pluralista.