Borges y Guastavino

con ritmo de milonga

Nidya Mondino de Forni

Comenta Jorge Luis Borges al retornar a Buenos Aires: “Aquello fue algo más que un regreso al hogar, fue un redescubrimiento. Fui capaz de ver a Buenos Aires con avidez y vehemencia porque había estado fuera mucho tiempo. La ciudad, no toda la ciudad, por supuesto, sino algunos pocos lugares que emocionalmente me significaban algo, inspiraron los poemas de mi primer libro ‘Fervor en Buenos Aires’ ”.

Buenos Aires

“Antes, yo te buscaba en tus confines / que lindan con la tarde y la llanura / y en la verja que guarda una frescura / antigua de cedrones y jazmines.// En la memoria de Palermo estabas, / en su mitología de un pasado / de baraja y puñal y en el dorado / bronce de las inútiles aldabas, / con su mano y sortija. Te sentía / en los patios del sur y en la creciente / sombra que desdibuja lentamente / su larga recta, al declinar el día.// Ahora estás en mí. Eres mi vaga / suerte, esas cosas que la muerte apaga”. (De “El otro, el mismo”).

Por otra parte, su obra está impregnada de imágenes tangueras y poblada de cuchilleros, hombres de ley, códigos inquebrantables y arrabales que lo llevaron a mostrarse admirador del tango primitivo, pícaro y alegre de principios de siglo XX.

“... y oigo el eco de esos tangos de Arolas y de Greco / que yo he visto bailar en las veredas”. (De “El tango”).

También en su libro “Evaristo Carriego” encierra toda una definición sobre la música: “En un diálogo de Oscar Wilde se lee que la música nos revela un pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y nos mueve a lamentar desventuras que no nos ocurrieron y culpas que no cometimos, de mí confesaré que no suelo oír ‘El Marne’ y ‘Don Juan’ sin recordar con precisión un pasado apócrifo, a la vez estoico y orgiástico en el que he desafiado y peleado para caer al fin, silencioso, en un oscuro duelo a cuchillo. Tal vez la misión del tango sea ésa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y del honor”.

Así y de esta íntima relación con la música ciudadana surgen sus tangos y milongas cuyos versos, a su vez, inspiraron a importantes compositores.

Entre ellos al músico santafesino Carlos Guastavino, que pone música en 1968 a la “Milonga de los Hermanos” que evoca el acto mismo de narrar una historia de cuchillos y muertes. Guastavino, con un lenguaje tradicional y con evidentes aproximaciones a lo popular, elige el ritmo de milonga pampeana para los versos del poeta.

Recordemos que la milonga pampeana tiene su origen en un ritmo andaluz de procedencia desconocida, caracterizado por un insistente arpegiado de la guitarra y que solía escucharse en los cortijos andaluces, cuando al atardecer, los campesinos se reunían a conversar, comer, cantar, bailar...

Llega a Buenos Aires con los primeros colonos, en su mayoría andaluces, quienes dispersándose por la pampa crían el ganado vacuno y caballar y cultivan la tierra. Se convierte en el acompañamiento preferido para contar vivencias, al atardecer, en la pulpería. Imaginémoslo al gaucho allí cantando, acompañado de su guitarra la

Milonga de los hermanos

“Traiga cuentos la guitarra / de cuando el fierro brillaba, / cuentos de truco y de taba, / de cuadreras y de copas, / cuentos de la Costa Brava / y el Camino de las Tropas.// Venga una historia de ayer / que apreciarán los más lerdos; / el destino no hace acuerdos / y nadie se lo reproche / ya estoy viendo que esta noche / vienen del Sur los recuerdos.// Velay, señores, la historia / de los hermanos Iberra, / hombres de amor y de guerra / y en el peligro primeros, / la flor de los cuchilleros / y ahora los tapa la tierra.// Suelen al hombre perder / la soberbia o la codicia; / también el coraje envicia / a quien le da noche y día / el que era menor debía / más muertes a la justicia.// Cuando Juan Iberra vio / que el menor lo aventajaba, / la paciencia se le acaba / y le armó no sé qué lazo / le dio muerte de un balazo, / allá por la Costa Brava.// Sin demora y sin apuro / lo fue tendiendo en la vía / para que el tren lo pisara.// El tren lo dejó sin cara, / que es lo que el mayor quería.// Así de manera fiel / conté la historia hasta el fin; / es la historia de Caín / que sigue matando a Abel”.

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“Compadrito”, de Pedro Figari.