El encanto de una voz

Por Livio Maderi

“Las primas”, de Aurora Venturini. Mondadori, Buenos Aires, 2009.

Las mujeres de esa casa platense son un error de la naturaleza: la madre fue maestra de puntero y ahora vegeta en la total apatía; la hermana padece de corcovo vertebral (“de espalda y sentada semejaba un bicho jorobado de piernecitas cortas y brazos increíbles”), y la narradora, Yuna, aunque menos disminuida que su hermana, resbala por la vida desentendiéndose de violaciones y asesinatos con una especie de lúcido autismo y sublimando a través de las artes plásticas con resonante éxito. Estas hermanas tienen primas; una desaparecerá pronto; la otra, enanita y prostituta, será una rara compinche de adolescencia y primera juventud de Yuna.

Sobre este tembladeral familiar, Aurora Venturini construye una novela desopilante que fluctúa entre la sordidez y la candidez. Esa ambigüedad está dada por la riqueza del tono de la primera persona, un habla entrañable y terrible a la vez que se permite recurrir a cualquier recurso efectivo: del costumbrismo a las frases trastabillantes singularmente parecidas a las construcciones de autores cultos admirados por la intelligentsia y la crítica actual argentina (la narradora aduce que usar como se debe los signos de puntuación le desperdigarían las ideas). Esa riqueza en el habla reconoce en Aurora Venturini una rica tradición -en verdad demonizada en las últimas décadas- de la literatura argentina: esa capacidad mediúmnica de asumir voces de las que hicieron gala de Marco Denevi y Silvina Ocampo a Manuel Puig.

Nacida en La Plata, en 1922, Aurora Venturinui fue colaboradora de Eva Perón y amiga de Jean-Paul Sarte, Simone de Beauvoir, Albert Camus y Violette Leduc. En 1948, Jorge Luis Borges le entregó el Premio Iniciación, por su libro “El solitario”. “Las primas” salió a la palestra gracias al Premio de Nueva Novela Página/12 en 2007.

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