En el origen de los robots

están los autómatas

Alberto Santacruz

(EFE)

Los autómatas son a los robots lo que los homínidos al hombre. Quien haya querido conocer el origen “Neanderthal” de los míticos C-3PO y R2-D2 tuvo la oportunidad de ver, por primera vez en Europa, una exposición española de la colección de autómatas del maestro Vittorio Moreli.

Un total de 70 autómatas o “muñecos con alma y vida”, como le gusta afirmar al propio Moreli, integran esta exposición, valorada en 500.000 euros (630.000 dólares). Muñecos circenses, personajes teatrales, animales grandes y pequeños, músicos, costureras y limpiadores son algunos ejemplos de “estos personajes que recobran vida cuando se les da cuerda”.

Son obras de maestros históricos, como Vichy, Lambert, Bontems o Renou, y ha sido Moreli, tras 45 años de trabajo, quien los ha coleccionado y ahora los muestra por primera vez fuera de su taller. Su afición surgió cuando, como relojero, recibió el encargo de arreglar un conjunto de músicos autómatas. Cuando lo reparó y observó que se movían, entendió que su vida, según afirma, “era dar vida a estos muñecos”, cuya alma, escondida, “recobra brillo cuando se les da cuerda”.

Algunos tienen más de doscientos años de historia, como los realizados con huesos en cárceles inglesas por presos napoleónicos, y otros se aproximan a los cien años, procedentes de los antiguos talleres franceses y japoneses.

Son autómatas. De los antiguos, de los del sistema de relojería, donde la complejidad es máxima. Merced a su labor, una mujer se peina, otra cose, un oso mueve la boca, un conejo toca el violín, un hombre come sandía y varias mujeres mueven su abanico o su sombrilla mientras coquetean con la mirada. Todo se mueve, incluida la imaginación y el tiempo.

Mirar a estos seres es como viajar en un reloj. Es como entrar a una muestra del Neandertal para conocer el origen del hombre. En este caso, para conocer el origen de los robots.

Moreli ha reparado decenas de autómatas a lo largo de su vida, especialmente aquellos que salieron de los talleres parisinos del barrio de Le Marais, allá por el siglo XIX.

Considerado como uno de los coleccionistas más importantes de Europa, el rostro de Moreli refleja los desvelos sufridos por restaurar estos autómatas, cuyos mecanismos exigen agudeza visual, paciencia y meticulosidad. El responsable de la exposición, Ángel Casado, explicó que los muñecos autómatas fueron introducidos en España por la cultura árabe, si bien su auge tuvo lugar entre los siglos XVII y XIX, época en la que los talleres “competían por hacer los mejores automatismos”.

Tal fue la competencia por obtener fama, que hasta hubo casos de fraude, como el conocido “El jugador de ajedrez”, un autómata de mediados del siglo XVIII que supuestamente jugaba como nadie, hasta que un buen día se descubrió que su base se escondía una persona “de carne y hueso” muy hábil en la materia.

En el origen de los robots están los autómatas

Los autómatas, con sus complejísimos sistemas de relojería, son codiciados por coleccionistas de todo el mundo.

Foto: Archivo El Litoral