EDITORIAL

Más pobreza, más poder

Los procesos electorales no sólo representan para la ciudadanía una herramienta tendiente a elegir a sus representantes, sino que generan la posibilidad de realizar múltiples lecturas para comprender mejor el perfil de una sociedad en un contexto determinado.

Más allá del cimbronazo que las elecciones del pasado 28 de junio provocaron en el mapa político nacional, los últimos comicios demostraron claramente que la influencia de los partidos gobernantes disminuye a medida que aumenta el poder adquisitivo de los votantes.

La ecuación es simple. Cuanto más pobre es una sociedad, más posibilidades tienen quienes gobiernan de perpetuarse en el poder. Cuando mejor es la situación económica y social de una comunidad, mayores son las posibilidades de recambio o alternancia política.

De acuerdo con un estudio realizado por la consultora Economía & Regiones sobre la base de datos del Indec, la provincia de Santa Cruz es el distrito con mejores sueldos de la Argentina, con un promedio de 5.180 pesos. La siguen Chubut ($ 4.552), Neuquén ($ 4.333), Tierra del Fuego ($ 4.296) y Capital Federal ($ 3.572). En el extremo opuesto se ubican Misiones ($ 2.059), Formosa ($ 2.026), Tucumán ($ 1.994), Chaco ($ 1.926) y finalmente Santiago del Estero, con un sueldo promedio de 1.887 pesos.

Con estos datos, la consultora Nueva Mayoría elaboró un informe -publicado por el diario La Nación- en el que se demuestra que los partidos en el poder resultaron victoriosos en los ocho distritos donde los ciudadanos cobran los salarios más bajos del país.

Los gobiernos provinciales vencieron cómodamente en las legislativas en Salta (puesto 17º), La Rioja (18º), Jujuy (19º), Misiones (20º), Formosa (21º), Tucumán (22º), Chaco (23º) y Santiago del Estero (24º).

Mientras tanto, en los ocho distritos con mejores sueldos promedio se observa una paridad entre triunfos y derrotas de los grupos oficialistas, que resultaron victoriosos en Chubut, Neuquén, Capital Federal y San Luis; pero perdieron en Santa Cruz (1º), Tierra del Fuego (4º), Buenos Aires (6º) y Río Negro (8º).

Para cualquier desprevenido, esta serie de estadísticas tal vez resulte contradictoria. Se podría suponer que los votantes más postergados deberían inclinarse por castigar a sus gobernantes y confiar el voto a sectores opositores, como una alternativa válida en la búsqueda de un mejor nivel de vida.

Sin embargo, queda claro que estas profundas carencias limitan los márgenes de acción y atan las posibilidades de subsistencia de muchos a las dádivas de quien detenta el poder. Quien controla el gobierno maneja los recursos públicos que, en las provincias más postergadas, prácticamente representan la única fuente de ingresos, garantizan la compra de conciencias, financian la corrupción y sostienen un círculo vicioso sustentado en la pobreza material e intelectual de los ciudadanos.