La experta sueca Inger Enkvist y una crítica a las reformas educativas

Quienes egresan de la escuela de

hoy “saben menos, y eso es grave”

Señala que los reformistas han querido modernizar la pedagogía sin éxito. Sus polémicas tesis provienen de haber investigado y comparado los sistemas educativos de distintos países, principalmente de Europa. Una opinión distinta, aguda y sin reservas.

Mariela Goy

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Los conceptos de Inger Enkvist en materia educativa generan debate en Europa y en cuanto simposio es invitada a disertar. La experta sueca defenestra lo que dio en llamar la “nueva pedagogía”, centrada más en los métodos de enseñanza que en los contenidos y con una marcada tendencia a “negociar” con el estudiante, en lugar de evaluar su desempeño. Como consecuencia, los alumnos que van egresando de las escuelas de hoy “saben menos, y eso es grave”, asegura, en un español impecable.

Enkvist es doctora en Letras, ocupa la cátedra de Español en la Universidad de Lund (Suecia) y se especializa en sistemas educativos comparados. Desde ese lugar, sostiene que Finlandia es el país con mejor nivel educativo porque no se sumó a la ola reformista de sus vecinos; que el presidente español se equivoca si cree que comprando una computadora a cada estudiante va a elevar la calidad de la enseñanza, y que Cuba obtiene buenos resultados educativos porque impone orden y autoridad, mal que les pese a los demócratas.

En una larga conversación con El Litoral en un céntrico edificio porteño, la pedagoga se manifestó como defensora de la cultura letrada y partidaria de retornar a la educación “de antes”.

—Usted hace una crítica severa a las reformas educativas de las últimas décadas. ¿Qué errores se han cometido?

—Uno de los errores es que no se enseña ya el contenido del mismo modo, sino que se hace mucho hincapié en los modos de enseñar, esto es: que los alumnos deben trabajar en equipo o en forma individual, que deben ir a la biblioteca o utilizar una computadora. Se enfatiza el “cómo” en vez del “qué”.

Además, se ha entendido la igualdad no en el sentido de dar buenos conocimientos a todos, sino en el de mantener a todos dentro del mismo grupo, en el mismo aula. Pareciera mejor no pedir tanto contenido, tanto resultado, vamos a darnos por satisfechos si esto funciona bien, si no hay rebelión ni quejas. En resumen, privilegiamos el cómo, los métodos, no poniendo suficiente énfasis en los contenidos, y pensando demasiado en lo administrativo.

—¿Qué consecuencias a nivel intelectual ha generado todo esto en quienes van egresando de las escuelas?

—La consecuencia es que saben menos. Y alguien puede pensar ¿pero es realmente tan grave esto? Sí, es grave y por varios motivos. Uno es que para sacar conclusiones, para entender el mundo, se tiene que saber lo más posible. Es por ver algo en la calle, que saco una conclusión instantánea. Pero si no sé nada de ese asunto, ni siquiera lo voy a ver. Los griegos de la antigüedad decían: “Llevar todo consigo”. Tenemos que tener los conocimientos en la cabeza para poder utilizarlos. Así que si el alumno sabe menos, eso es muy grave porque se va a desenvolver con menos acierto en su medio.

También es importante la formación de los hábitos culturales, que es escribir con corrección, con buena ortografía. Si el chico vacila mucho, va a escribir lo menos posible, lo cual lo limita social y profesionalmente. Y si no aprende a leer con soltura y con gusto cuando va al colegio, simplemente no va a comprar libros, no va leer, y se va a desarrollar menos como persona humana.

He trabajado bastante en los suburbios de París y sobre por qué ha habido rebeliones de adolescentes. Desde el punto de vista de la educación uno se pregunta qué ha pasado con esos chicos que iban a la escuela pública francesa, la que solía tener buena calidad. Y es que ha entrado esta “nueva pedagogía” que dice que hay que negociar con los alumnos, preguntarles si les gusta hacer esto o lo otro. Además, desde el gobierno se ha dicho que nadie debe repetir ahí, que todo el mundo debe pasar de curso. Una combinación de factores externos a la educación ha llevado a que los alumnos vayan avanzando por el sistema, pero sin aprender. Para resumir, esos chicos no han entrado en el mundo del libro, que no es lo único pero sí una de las medidas importantes para abrir el mundo a los jóvenes.

La educación “de antes”

—Usted habla de “nuevas pedagogías”. ¿En contraposición con qué: una pedagogía tradicional, clásica? ¿Y por qué es mejor esta otra?

—Es la pregunta del millón. Aún estoy buscando un adjetivo que no sería ni tradicional ni clásica; yo diría “de antes”. Lo típico de esta otra pedagogía es que ve el mundo de la educación como una torre: uno sube a primero, después a segundo, a tercero y, en cada curso, aprende ciertos conocimientos y habilidades. Pero si de pronto un profesor de séptimo tiene alumnos que no saben lo de tercero, va a tener que dar 3º, 4º, 5º y 6º a la vez. Y eso es poco eficaz, desesperante y los alumnos con problemas comienzan a “descolgarse” de la línea de enseñanza, porque no entienden, porque se sienten fracasados, porque su autoestima se siente vulnerada.

Los reformadores han querido encontrar una educación moderna, porque la de antes ha sido igual durante tantos años. Pero el problema es que todavía no hay alternativas, no hay ningún modelo mejor que éste de cursos separados, con contenidos separados, y con pruebas o control de lo que se aprende.

—Tanta centralidad en el conocimiento, en el aprendizaje ¿es suficiente para hacer una buena escuela?

—En Chile, días atrás, vimos un documental donde un profesor muy moderno y joven trabajaba con sus alumnos la diferencia entre el soliloquio y el fluir de la conciencia. Al final del video, se entrevistaba a un chico de 17 años y se le preguntaba cuál prefería de ambas. El chico contestó: “Me gusta más el fluir de la conciencia porque me cuesta menos”. ¿Qué está diciendo ese alumno? Primero, que le parece perfectamente normal basar su evaluación de la enseñanza en su gusto; segundo, que prefiere lo irracional a lo racional como conclusión de 10 años de educación estatal y obligatoria; y por último, que prefiere no esforzarse. Es tremendo. Ese chico es el típico producto de la “nueva pedagogía” que le pregunta al alumno su opinión en lugar de preguntarle qué ha aprendido. Es el alumno el que evalúa el proceso de educación y no los educadores; ha habido una inversión total. Y ahora están detrás de los alumnos algunos padres que se irritan si el hijo no está contento, con lo cual se complican las cosas todavía más.

—¿La conclusión sería entonces volver al conocimiento, al esfuerzo, a la escuela que imponía autoridad?

—Sí. Las estadísticas de PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) dieron a Cuba en un muy buen lugar, y claro, a los demócratas no nos gusta mucho que salga tan bien Cuba. Habrá que decir que para que la educación primaria y parte de la secundaria sean buenas, se necesita algo de orden. No se trata de convertirnos en Cuba, sino de aprender que algo de orden y de autoridad se necesita en las aulas.

Docente y alumno

—Se habla mucho de la autoridad perdida del docente, ¿cómo se la puede recuperar?

—Hay que mejorar la calidad de los docentes, porque pedir más autoridad a una maestra poco formada, no tiene sentido y diría que es un engaño. El gran problema en los países latinoamericanos es la calidad de las maestras de preescolar y primaria. Si los alumnos tienen una maestra mediocre en primaria, es difícil que tengan respeto al profesor más tarde. Eso de empezar mal tiene unas consecuencias muy negativas que se desplaza a lo largo del sistema educativo.

También hay que entusiasmar a las maestras. Proponerles alcanzar un nivel de enseñanza más alto, dándoles quizás un pequeño plus salarial. Para esto los docentes deben saber que la sociedad se interesa por lo que están logrando. En Madrid, hace dos años, inventaron una prueba para los chicos de 10 años en matemática y lengua. Primero hubo protestas, pero después el 90 % de los colegios hizo las pruebas. Al año siguiente, repitieron la experiencia y el resultado había mejorado mucho. Es decir, con sólo saber qué se va a hacer, con introducir medidas de comparación, las maestras se preocuparon por mejorar la enseñanza.

—¿Y por el lado de los alumnos? ¿Qué tienen que poner de sí?

—Lo importante es el resultado y los profesores pueden seguir diferentes caminos hacia un buen resultado. En general, la mejor manera de “enganchar” al alumno es que éste sienta que está progresando. Es mejor buscar recompensas que refuercen lo que uno está haciendo, así que la recompensa por haber leído un libro es darle otro libro. Para el estudiante de secundaria, tener un profesor interesante, que sabe enseñar, que propone tareas interesantes y que a la vez lo haga avanzar, ésa es la recompensa.

Pesada mochila

—¿Parte de la crisis educativa no tiene que ver también con que se le ha dado a la escuela tareas que son ajenas a su competencia natural de enseñar? Aquí en Argentina, por ejemplo, debe brindar el servicio de comedores y cierta asistencia social.

—Sí, es cierto; aquí los docentes dicen que les cargan cada vez más cosas en la mochila. Tomo un ejemplo británico, de una experiencia con alumnos que entran con un nivel muy bajo. Ellos tienen profesores que dan clases, y después hay alguien especial para el apoyo social, otra persona para trabajar con los chicos que no se presentan al colegio. De todo lo que está afuera de la enseñanza, se ocupan otras personas para que el profesor pueda ser profesor al ciento por ciento. Hay que volver a ser serios. Mi temor es que muchas políticas no tienen un respeto profundo por el conocimiento. Es que los políticos han elegido el mundo del poder, de la influencia y de la visibilidad social. No están en la política los profesores, investigadores, la gente que quizá ve lo invisible.

—En nuestro país se iniciará pronto el debate hacia la reforma curricular del nivel secundario, que es el que más se vio afectado por la reforma de los ‘90, que produjo un vaciamiento de contenidos. ¿Cuál es su aporte a la discusión que viene?

—Primero, decir que estas otras medidas de las que hablé antes son más importantes que lo curricular, porque si no funciona el marco general de la escuela, si el profesor no es bueno, si no hay tranquilidad en el grupo, da lo mismo el currículo, porque los chicos no van a aprender de ninguna manera. En general, creo que se han equivocado los gobiernos sacando humanidades, porque para que un joven sepa quién es y dónde está ubicado tiene que tener historia, geografía, literatura.

Volviendo al tema de los profesores que intentan hacerlo todo creativo, quizá es porque no confían realmente en que el conocimiento sea algo que llene al alumno de alegría. Deberían confiar en el conocimiento y no lo hacen. Y los que forman a los docentes, tampoco confían. Es un tipo de corrupción interior al sistema educativo. Hay que restaurar la confianza en los conocimientos.

Quienes egresan de la escuela de hoy “saben menos, y eso es grave”

“En vez de preguntar al alumno qué aprendió, se le consulta su opinión”, dice la especialista de Suecia -izquierda-, en parte del diálogo con El Litoral.

Foto: Fredy Heer.

La figura

Título. Doctora en Letras por la Universidad de Göteborg. Se especializa en sistemas educativos comparados. Es docente de Español en la Universidad de Lund.

Obras. Publicó diversos libros sobre pedagogía entre las que se destacan “La Educación en peligro” y “Repensar la educación”. Anunció a El Litoral que su próximo trabajo se llamará “Lengua y aprendizaje” y se publicará dentro de 9 meses.

Argentina. Vino unas 5 veces en 10 años. La semana pasada presentó su libro “Íconos latinoamericanos”, donde efectúa una crítica cultural y política del populismo.

Críticos. Sus detractores la acusan de no tener especialización en Psicología ni en Pedagogía.

Quienes egresan de la escuela de hoy “saben menos, y eso es grave”

“Hay que restaurar la confianza en los conocimientos”, señala la entrevistada.

Foto: Archivo

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Se sobrevalora la tecnología

—¿Cuál es su opinión sobre las nuevas tecnologías en el aula?

—Hay una exageración absoluta por parte de los políticos. Por ejemplo, Zapatero en España acaba de decir que, para luchar contra el fracaso escolar, va a dar un ordenador a cada chico de la secundaria. Se está equivocando, es muy caro y no va a hacer subir el nivel educativo. Porque, para que suba, el joven tiene que tener un mejor dominio de la lengua, saber más vocabulario, leer más rápido, ser más eficaz en sacar conclusiones, manejar mejor la matemática. Éstos son conocimientos mentales que nada tienen que ver con la tecnología. La tecnología sí tiene un lugar, pero como demostración de las cosas que no están en el aula, que puede ser un país extranjero, una máquina muy cara que el profesor no puede mostrar; para este tipo de propósito sirve y no para que el alumno teclee o entre a Internet.