Carta Pastoral de los obispos argentinos

La Iglesia Católica renueva

su forma de evangelizar

Teresa Pandolfo

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Días atrás, prelados de la Iglesia Católica se reunieron en Buenos Aires y dieron a conocer la “Carta Pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la misión continental”.

“El propósito fue bajar el documento de Aparecida (ciudad de Brasil donde se realizó un encuentro de los obispos de Centro y Sudamérica) al Continente, dice Mons. José María Arancedo, en una entrevista con El litoral.

En la Carta, “la Iglesia invita a renovar nuestro ardor apostólico, como la caridad del cristiano y de la Iglesia, y a renovar el estilo, porque se habla de una conversión pastoral”, dice el prelado.

“Se invita a asumir el estilo evangélico de Jesucristo en todo lo que hacemos. Este estilo exige acogida cordial, disponibilidad, la pobreza y la atención de las necesidades de los demás. Y también marcaría que esta renovación pastoral de la Iglesia debería pasar por el modo de relacionarnos con los demás”, precisa.

Dice a continuación que “el tema relacional importa el vínculo que se crear, para que permita transmitir actitudes. Entonces, en la Iglesia, la renovación pastoral pasa por un cambio de estilo en el relacionamiento con los demás”.

El arzobispo sostiene que en esta etapa, más que hablar de destinatarios de la misión de la Iglesia habría que hablar de interlocutores con los cuales encontrarnos para testimoniar a Cristo, en un diálogo e intercambio enriquecedor.

“La pastoral parece desarrollarse en lo vincular, en las relaciones, para que los programas pastorales no terminen siendo máscaras de comunión”. Y lo explica diciendo que “aquí importa en primer lugar, lo que es previo a cualquier programa de acción, antes de la organización de tareas, el cómo la voy a hacer, el modo, la actitud, el estilo”. Aparece, entonces, ese estilo cordial, discipular que tiene que expresarse en actitudes de servicio de diálogo.

Reitera como un punto importante en la renovación “repensar el modo de relacionarse con la sociedad, con la gente, el no imponer algo sino ofrecer algo. Y el modo tiene que tener la cordialidad, el respeto, aceptar lo diverso en el buen sentido de la palabra, y en esa diversidad aportar lo que la Iglesia puede”.

Como acciones destacadas en la Carta Apostólica, la Iglesia busca recuperar un estilo misionero en la pastoral ordinaria y que el cristiano no sólo sea discípulo sino también misionero.

Mons. Arancedo indica que a veces corremos el peligro de distinguir uno y otro y separar. “Uno puede distinguir el discípulo del misionero, pero no separar. Parecería que el discípulo tiene algo de intimidad y el misionero es más el salir pero el verdadero discípulo tiene que salir y el verdadero misionero debe nacer del discipulado, para que su palabra no sea una palabra hueca”.

Escuchar al Espíritu

—Cuando se lee el documento de Aparecida, queda la impresión de que se tendría que tener un nuevo Pentecostés.

—Eso es lo que se dice en la Carta: que debe haber algo nuevo. El desafío es el que nos marca el tiempo presente. Lo que hay de nuevo es el Espíritu que sopla en este tiempo en la Iglesia de nuestro Continente. ¿Y qué nos dice? ¿Qué nos viene soplando? La necesidad de renovar (hacer nuevo) nuestro estilo evangélico; eso es lo que nos dice el Espíritu. Es un acontecimiento al modo de Pentecostés, en Aparecida.

—¿No nos hemos separado demasiado del Evangelio en nuestra forma de vida?

—Creo que sí. Nos hemos quedado como una especie de cultura cristiana pero sin la vivencia, sin el fuego de esa cultura y, entonces, ha quedado como un ropaje exterior. Decimos Occidente cristiano..¿qué es Occidente cristiano?

-¿Qué deberíamos recuperar del Evangelio?

- Una intimidad. El Evangelio es una vida, no es una doctrina y por lo tanto no es asimilar una doctrina sino asimilar una vida en comunión con Jesucristo, a través de su palabra, de los sacramentos, de la oración. Se hace necesario recuperar esa intimidad. Por eso la frase tan común que se dice en estos días, lo dijo el Papa: “ser cristiano no es adherir a una cultura, a una cuestión ética sino que es el encuentro con una persona que da sentido y transforma la vida”. Lo que falta es el encuentro con Jesucristo.

Creo que a veces debemos preguntarnos en qué nivel me encuentro con Jesucristo. Puede haber un nivel exterior, superficial pero si no tiene profundidad pasa como en las relaciones humanas si se da solamente una relación tangencial con otro. Tal vez hay un momento de entusiasmo pero sino hay profundidad, esa persona pasa. Cuando hay profundidad, esa persona es única para mí, el encuentro es profundo.

En las relaciones tangenciales, que no tienen profundidad, esa persona pasa y viene otra. La profundidad es lo que hace que esa persona sea única para mí.

Es la respuesta de San Pedro cuando se iban todos y Jesús les pregunta si también ellos (los apóstoles) se irían y el discípulo le responde. “A dónde iremos, solo Tú tienes palabras de vida eterna”

Por eso, también es importante, preguntarnos en qué nivel nos encontramos con Jesús; si es meramente intelectual, consciente, o si ese encuentro va calando hondo en el inconsciente, en nuestro modo de pensar, en las raíces, en el talante interior. Si el Evangelio cala hondo, entonces, ¿a dónde voy a ir?

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Mons. José María Arancedo explica que la vocación discipular y misionera es una sola, al mismo tiempo.

Foto: Guillermo Di Salvatore