Pequeños y medianos productores

Vivero local cumple 25 años de labor

Ariel Durán-Sergio Ferrer

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Néstor “Pipo” Vignatti incursionó por primera vez en el terreno de las plantas en 1984, cuando fundó Vivero Cultivos Pimpaji, emprendimiento ubicado desde 1987 en las adyacencias de la denominada Curva Ricchieri de Santo Tomé (tramo urbano de la Ruta Nº 11) y en el que lo acompaña su esposa, Laura Degli Esposti, quien -justamente- es licenciada en Edafología, la ciencia que abarca el estudio del suelo. “Siempre estuvimos en Santo Tomé, aunque el local sobre Av. Ricchieri es el segundo, puesto que empezamos en calle Mosconi, primero, con un invernáculo pequeño y, después, con tres. Pero ese lugar quedó chico, por lo que, ya en una segunda etapa del vivero, optamos por asentarnos sobre la ruta; fue cuando iniciamos la producción de plantas, con la intención de lograr el autoabastecimiento de plantines ornamentales de flores”, acotó el productor.

Para todos los gustos

“Empezamos a producir las plantas que necesitábamos para la venta porque, cuando llegaba el momento de mayor demanda -en agosto, septiembre y octubre-, teníamos problemas de producción con Buenos Aires, ya que nos quedábamos sin mercadería para vender. Ello nos fue llevando a que intentásemos producir acá, para satisfacer las necesidades de nuestros clientes”, prosiguió explicando Vignatti, quien le puso Pimpaji a la empresa, luego de fusionar los sobrenombres de sus tres hermanos: Pingo, Pata y Jimmy.

“Durante veintidós años el vivero fue únicamente mayorista, pero hace tres que abrimos una boca de expendio al público; continuamos con la venta por mayor en lo que tiene que ver con macetas, plantas ornamentales -exterior e interior-, árboles, arbustos; las dos cosas se complementan bien, de manera tal que acá existe casi de todo”, añadió Vignatti, quien también puntualizó que el volumen de plantas es importante, porque producen una cantidad considerable y puesto que también las traen de Buenos Aires, Corrientes, Misiones, Formosa y Mendoza.

Evolución del plantín

“Nuestro fuerte es la producción de distintos cultivos, especialización que la dan los composts (o tierra) que utilizamos, de acuerdo con la zona en la que se vende el plantín; por eso la calidad y cantidad de plantines que producimos es nuestro distintivo”, explicó “Pipo” a continuación, sin dejar de remarcar todo el control fitosanitario que realizan, así como el hecho de que en Pimpaji puede haber más de 100.000 plantines. “Partimos desde la semilla, que por lo general es importada, preferentemente de países proveedores como Dinamarca, Holanda y Estados Unidos (California); a partir de allí, con base en sustratos especiales, producimos la siembra, que lleva todo un proceso”, acotó.

“Cuando tienen entre cuatro y seis hojas, se separan de las bandejas de siembra y se pasan a otras, que permiten poner unas 300 plantas un poco más distanciadas; cuando toman tamaño, pasan a un envase que normalmente se denomina del 10 (por los centímetros de la boca); ahí se hace el plantado y una vez que la planta evoluciona se realiza el separado, ya que están puestas una al lado de otra; eso es para dar lugar a que siga evolucionando la planta; después sí, se arma el plantín que el cliente compra”, completó.

Cultivos Pimpaji es un emprendimiento familiar que desde el año 1984 viene aplicando distintas innovaciones en la materia. Se destaca por la calidad y cantidad de los plantines que producen.

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El productor santotomesino aclaró que en todos sus invernáculos y el resto del vivero puede haber unos 100.000 plantines.

Agencia Santo Tomé

El calor, ese eterno enemigo

“Trabajamos con trece invernáculos, de 6 metros de ancho por 40 de largo cada uno; son estructuras metálicas construidas en otro momento del país, que hoy serían prohibitivas por su costo”, respondió Néstor Vignatti en relación con las instalaciones de Cultivos Pimpaji, vivero que cuenta con una superficie de casi media hectárea. Después, comentó: “Veinticinco años atrás era demencial hacer invernáculos de 5 metros de altura o más; nosotros no sólo logramos construirlos, sino que, además, incorporamos aberturas cenitales y laterales -que se levantan con una manija-, que les otorgan características especiales, las cuales hicieron que hasta del Inta vinieran a observarlos.

“A los 4 metros, en la parte superior de cada invernáculo, se abre una cortina que permite la salida del aire caliente; la parte lateral también se abre, generando así una corriente de aire fresco que hace que salga expulsado el aire caliente por arriba; igualmente, los pisos contienen arena, que al estar mojada y enfriarse, genera otra corriente de aire frío que expulsa el caliente”. Este método -que pone en evidencia recursos contra el calor- es fundamental para el vivero y responde a un principio básico, surgido, tal como lo expresó el propio Vignatti, de la imperiosa necesidad de superar los inconvenientes que plantean las altas temperaturas reinantes en esta zona (la producción de Pimpaji es totalmente manual y artesanal; “Pipo” y su señora trabajan con dos empleados).