al margen de la crónica

El hábito de generar conciencia

Algunos hábitos se aprenden en la casa; otros en la escuela. Lo ideal es que esto que se ha aprendido -en uno u otro lugar, o en ambos a la vez- acompañe al ser humano a lo largo de su vida, más allá de que se sumen años y arrugas en el rostro.

Desde instituciones educativas que están ubicadas en distintas localidades del interior de la provincia se promueve, por ejemplo, la participación de los alumnos en la Feria de Ciencia y Tecnología para que ellos investiguen y trabajen sobre diversas problemáticas que afectan el “día a día” e impactan negativamente sobre la salud, el medio ambiente y la comunidad de su pueblo. En este espacio, se pretende que el conocimiento sirva como herramienta para mejorar las condiciones de vida de la gente y trabajar en función del bien común. Una iniciativa interesante que aporta y ayuda a formar ciudadanos con interés por el bienestar social.

A pesar de todo este trabajo -que se empieza a hacer desde que las personas son muy chicas-, algunos adultos se olvidan fácilmente de lo que una vez aprendieron -en su época escolar o en el seno del hogar- y andan por la vida “mirando su propio ombligo” sin interesarle nada de los demás. Arrojan basura en lugares que no corresponden -si “total nadie los ve”-, irrumpen con fuertes sonidos en medio del silencio de la noche; o desparraman los virus -al transitar con alguna enfermedad y sin ninguna precaución- entre la gente sin interesarles las consecuencias que puedan generar. ¿Egoísmo, ignorancia o desinterés?

No sé sabe bien qué rótulo corresponde a estas acciones que son protagonizadas por este tipo de adultos -a los que las enseñanzas les cayeron en “saco roto”- a quienes nada les importa. Lamentablemente, estos seres humanos existen, andan sueltos y... son muy peligrosos.