“Edipo cumple años”

En la bandeja, la furia y el humor

Roberto Schneider

Edipo Tálamo es el nuevo personaje que junto con la cooperativa Safari al Africa presentó el primer actor santafesino Adrián Airala en la Sala Marechal del Teatro Municipal y que ahora se presenta en el Foro Cultural. En la nota previa al estreno declaró a El Litoral que no se podía proclamar “hijo de estos tecnotiempos” pero sí su sobrino. “Al menos -sostuvo- hoy no tengo ganas de prescindir de lo que la tecnología me ofrece. Entonces gesté un producto esencialmente teatral que entre sus materiales involucra en alto porcentaje el universo digital”. Contundente, la aseveración se plasma en la escena. Y con mucha calidad, casi infrecuente por estos lares.

En un dispositivo escénico de belleza incuestionable, vestido de manera elegante, Edipo Tálamo se presenta al público. Antes, en la pantalla, un “bus” lleva inscripto “Dorian tour” y el primer homenaje surge nítidamente. Todo lo que transcurre después (y en ese “todo” caben las infinitas formas de violencia que se ejercen, desde las relaciones humanas hasta el neocolonialismo, desde las formas más sutiles de estupidización de masas hasta las muertes y la contaminación de la Tierra, en el mundo contemporáneo), todo aquello de lo que este creador habría preferido escabullirse, su obra lo restituye en la forma de un soberano acto de exorcismo, un exorcismo que se lleva a cabo a través de un discurso dramático que está como desprendido, arrancado al género en cuyos modales escénicos ya no caben todo ese ruido y esa furia.

El que se oye y se ve es un discurso entre las ruinas, y hecho también de ruinas: las ruinas de la civilización, de la cultura occidental, y sobre todo las ruinas de la ilusión humanista, que ya no pueden ser reensambladas en un orden promisorio, pero que pueden y deben echarse al rostro del espectador-burgués, del espectador-turista, del espectador-visitante de museo, un extranjero en su propio mundo, discapacitado para toda reacción, toda confrontación, toda revolución posible. La escritura de Airala es ese discurso que surge de la imposibilidad de todo discurso, excepto el ruido y el grito producidos por la continuidad de la conciencia más allá de toda esperanza de un cosmos narrativo; de la imposibilidad de todo diálogo, excepto el collage de voces constreñidas a sus individualidades estancas, más acá de cualquier armonía o contrapunto.

En “Edipo cumple años” la “forma” escénica debe buscarse y extraerse de un modo siempre provisional de esa condensación de la palabra -lírica, profética, profundamente elaborada- en torno a su objeto impensable, que entrega el autor como jirones fantasmales de una materia cultural de la que se ha borrado el elemento del tiempo. Se trata del producto de una “máquina” en la que se muelen juntos textos clásicos con la cultura modernísima de la hipocresía que mira para otro lado, mientras mira el mundo en una pantalla con la basura que flota en las aguas servidas junto a una aldea tercermundista.

La ruptura del marco tradicional en Airala responde a una conciencia profunda del desgarro, que difícilmente pueda imitarse pero que necesariamente encuentra su eco en dosis de humor inteligente. Su puesta en escena -en la que colaboran nombres como los de Marcos Martínez, José Ignacio Serralunga y Fernanda Aquere- está colmada de una plasticidad escénica inagotable y como la gran poesía, de infinitos ecos posibles. Hay una cuidada elaboración de cada uno de los elementos plásticos y sonoros; hay momentos autorreferenciales de profunda emotividad; hay un homenaje fantástico a Emma Peel, el personaje interpretado por Diana Rigg en la ya mítica “Los vengadores” y hay, esencialmente, una actuación de profundos y brillantes resultados. Cierta dosis de hermetismo que puede alejar al gran público no puede opacar a una de las voces más potentes y de resonancias profundas y complejas de la escena santafesina.

En la bandeja, la furia y el humor

Adrián Airala es el dramaturgo que estructura su obra de manera impecable. Su actuación es soberbia. El espectáculo es de exquisito buen gusto y son excelentes los soportes estéticos.

Foto: Pablo Aguirre