Argentino de Teatro

Sexta edición de un evento de representación

En distintas salas de la ciudad, diversos elencos del país participaron de un encuentro del que se apropiaron definitivamente los santafesinos.

Sexta edición de un evento de representación

“Ala de criados”, de Mauricio Kartun. Foto: Falvio Raina

Leonel Giacometto

La sexta edición del Argentino de Teatro, realizada entre el 4 y el 8 de noviembre pasado en distintas salas de la ciudad de Santa Fe, dejó en claro, una vez más, cuán a la altura de otros festivales a nivel nacional e internacional está el equipo de la Secretaria de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), encabezado por Luis Novara.

Hay que tener en cuenta que, hoy por hoy, dentro del territorio nacional son muy pocos los Festivales de Teatro organizados fuera del ámbito estricto y cuestionado del Instituto Nacional del Teatro (INT). Si bien el VI Argentino de Teatro contó con el apoyo del INT, el Argentino de Teatro sigue manteniendo, como desde sus comienzos, cierta independencia estética y política a la hora de su organización. Esta última característica le confiere un brillo especial dentro del mapa cultural que, quizás, se opaque un poco con los criterios de selección de espectáculos, no siempre a la altura de un Festival de estas características.

Durante estos días elencos de distintas ciudades del país (Rosario, Neuquén, Tucumán, Córdoba y Buenos Aires) llenaron las salas del Teatro Municipal 1º de Mayo (incluida la interesante Sala Marechal), el Centro Cultural Provincial, el Foro Cultural UNL y el Teatro de La Abadía, realizando en algunos casos dos funciones cada espectáculo. Esto demostró el interés del público por ver teatro y, sobre todo, por asistir al hecho teatral más allá de la calidad de algunas obras.

Noche tras noche

La primera noche abrió con una función de “Una tragedia argentina”, de Daniel Dalmaroni, producción 2008 de la Comedia de la UNL, con dirección de Luis “Lito” Senkman y un elenco que, junto con el director, demostró que, a veces, el teatro tiene su propia lógica y más allá de un texto menor el resultado es mayor. “Ala de criados”, de y por Mauricio Kartún, fue la segunda obra de la noche inaugural. Cuarta obra que Kartún escribe y dirige (antes fueron “El clásico binomio”, “La madonnita” y “El niño argentino”) y esta vez, como otras, preso por placer Kartún del teatro histórico, sitúa todo en el verano de 1919, en Buenos Aires, durante la llamada Semana Trágica. Pero la tragedia sucede, primero, afuera y luego adentro, donde transcurre la obra, en una playa donde veranean (¿y se refugian?) tres aristócratas (o hijos de) que no hacen otra cosa, al principio, que estar, que dejarse estar, que dejar pasar el tiempo oscuro con el mar de fondo y el amor ácrata de un no criado de nombre Pedro que hierve las cabezas y los cuerpos de los adinerados jóvenes.

La gran apuesta de Kartún, dramaturgo, es la incorporación de un procedimiento que vincula, digamos, lo teatral con la literatura, con la esencia de la literatura, con el devenir situacional de los acontecimientos narrativos en pos de un todo, en pos de lo concreto, de la visión concreta de un espectáculo teatral, tan poco afecto últimamente de contar algo con la autoridad de lo que existe. En ese sentido, Mauricio Kartún es un cruzado hoy por hoy, un autor verdadero (entiéndase bien el término “autor”) que sigue apostando a un teatro que no se queda relamiéndose en signos rápidos y en las simpatías de los actores, sino que, de alguna manera, produce ficción concreta y hasta dialoga en el terreno político.

Desde Buenos Aires

La segunda noche, Buenos Aires reinó en Santa Fe. Dos obras venidas de donde atiende Dios subyugaron, divirtieron e histeriquearon con el público del VI Argentino de Teatro. La primera fue “Amor a tiros”, de y por Bernardo Cappa. Tres polícías, dos mujeres y un varón, encerrados en un subsuelo a la espera de un ilícito dan marco a un espectáculo en el que sobresalen, principalmente, las actuaciones y un dispositivo escénico que funciona como soporte perfecto del hacer de los actores. Lástima que el texto, devenido de la llamada dramaturgia del actor, queda a medio camino sobre el final.

“Lote 77”, de y por Marcelo Minino fue, quizás, la más controvertida (por ponerle un adjetivo) del Festival. Hay un gay humillado en la obra, un rubio que quiso ser jugador de fútbol y se rompió la rodilla; y un pibe llámeselo normal y desocupado. Tres ex compañeritos de la escuela. Los tres nacieron en el 77, se cruzan en baños públicos pero no sabemos para qué. O sea, hacen que hacen que entran a un baño, lo dicen, uno hace pis, el otro habla, y el otro mira (al público). Se intercambian. Los tres en tres corrales del que entran y salen mezclando sus historias de varones con cositas sobre el ganado argentino. Cositas. Y agua, mucha agua. Hay una manguera y una canilla y ellos se mojan y hablan y hacen que hacen que se golpean y se mandan entre ellos pero nada más, puro histeria de la escena y una dramaturgia tirabuzón, que se repite siempre igual y no avanza. No hay arremetidas masculinas, no hay cuerpos contra cuerpos, no hay jugos, ni saliva, ni apuro por manosearse.

Rosario y Buenos Aires compartieron la tercera noche, viernes. “La temperatura”, de y por Gustavo Guirado fue la obra rosarina. Como teniéndole mucha fe a un ritual de conjuro a medio hacer, la obra transcurre en un rancho (o similar) en algún lugar de la pampa, entre el último cuarto de siglo del siglo XIX y no sabemos cuánto más se extiende en el tiempo. Lo que vemos y escuchamos son cuatro sobrevivientes de un circo criollo que se extravió, con posibles ensoñaciones perversas o siniestras pero que no logran hablar de un todo, con la astucia de una metáfora que engloba pero que no define. Se destaca la actuación de Claudia Schujman, La Señora, que gasta energías para que alguno de los otros la preñe, le haga un hijo para poblar el territorio que ha quedado desierto, devastado.

“Así da gusto”, de, por y con Ana María Bovo, vino de Buenos Aires, del Teatro Maipo más específicamente, donde trabaja la protagonista de la obra, Olinda Petrungaro, asistente de vestuario que, por pedido del dueño del teatro, Lino Patalano, a bajo costo y poca producción, le pidió subirse al escenario y contar todas las anécdotas de la cocina (de los camarines más específicamente) de ese teatro centenario. Chiquita pero potente, la obra, como su actriz, están enmarcadas en un texto que tiene mucho cuidado con su desarrollo y apela a su complementación con una actuación (la de Ana María Bovo) que sabe mucho de narración oral y ritmos escénicos.

Ultimas jornadas

Las últimas dos noches fueron de tres espectáculos cada una y de lo más variados. El sábado arrancó con “Bardo criollo”, dramaturgia colectiva del Grupo El Bardo de la ciudad de Paraná, Entre Ríos, y el director uruguayo Richard Rivero, que pergeñaron este espectáculo de circo criollo que desajustó la calidad del Festival, pero no en desmedro del grupo en sí, sino, y dicho esto por sus integrantes, por su participación en el VI Argentino de Teatro. De Buenos Aires vino “La de Vicente López”, escrita y dirigida por Julio Chávez, actor que desde hace unos años viene participando del proceso de construcción de espectáculos denominados “off o independientes” con propuestas que bordean una especie de realismo extrañado y que, de alguna manera, pregonan por la recuperación de ciertos valores olvidados abajo y arriba del escenario. El sábado cerró con “El jardín de los cerezos”, de Antón Chejov, producción de la Comedia Cordobesa con dirección de Luciano Delprato que, al parecer, se propuso contestarle algo al autor ruso y extrapolarlo a lo que podría ser la década del 60 del siglo pasado, lo que dio por resultado un pastiche pretensioso de olvidable factura.

La última noche empezó a la tarde, con “Payasadas”, del grupo tucumano del mismo nombre que, construida con técnicas básicas de clown, expresión corporal, mimo, acrobacia, danza y música hizo delicias del público infantil y de uno que otro adulto que experimentó la magia simple del teatro infantil. De Neuquén, con dramaturgia de la santafesina María Rosa Pfeiffer y dramaturgia de Gustavo Azar, llegó “Un simio oscuro”, una divertida comedia sobre el mundo de los folcloristas del interior del país que pugnan por la visibilidad en un ambiente tan feroz, delirante y placentero como es el de los músicos (o el del teatro). El cierre del VI Argentino de Teatro fue el estreno de “La muerte de Dantón”, de Georg Buchner, la producción 2009 de la Comedia Universitaria UNL, con dirección del cordobés Luciano Delprato y un elenco de actores santafesinos y entrerrianos.

Como siempre, como desde la primera vez, este VI Argentino de Teatro fue la muestra de capacidad intrínseca de una ciudad, de una universidad y de un equipo que se convirtió en un referente del mapa cultural argentino.

Sexta edición de un evento de representación

“El jardín de los cerezos”, de Anton Chejov. Foto: Pablo Aguirre

Critea. El VI Argentino de Teatro contó además con la presencia de críticos especializados que se desempeñan en diferentes medios (gráficos y virtuales) de nuestro país, invitados especialmente para el evento, lo que dio al mismo proyección nacional.

Los mismos son miembros de Critea (Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina / www.critea.com.ar) quienes, además de cubrir el VI Argentino de Teatro para todo el país, realizaron todas las mañanas, en las instalaciones del Foro Cultural, charlas abiertas y desmontajes de los espectáculos para los grupos participantes y público interesado.

/// EL DATO

Sexta edición de un evento de representación

“Amor a tiros”, de Bernardo Cappa. Foto: Pablo Aguirre

Sexta edición de un evento de representación

“La de Vicente López”, de Julio Chavez. Foto: Pablo Aguirre

Sexta edición de un evento de representación

“La temperatura”, de Gustavo Guirado. Foto: Pablo Aguirre

Sexta edición de un evento de representación

“Así da gusto”, de Ana María Bovo. Foto: Flavio Raina