Programa educativo de la UNL

Estudiar en la cárcel: respiros de libertad entre rejas y expiaciones

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En el pabellón. Para los internos, estudiar no es sólo “hacer algo” con el tiempo, sino ocupar la mente en algo productivo.

Foto: Luis Cetraro

Bajo la modalidad a distancia, presos de Las Flores estudian mientras cumplen condena. Tienen un pabellón con libros y computadoras, un “ámbito resiliente” adonde se sienten activos. La experiencia de seguir una carrera en contexto de privación.

 

Luciano Andreychuk

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A medida que uno comienza a adentrarse en la cárcel de Las Flores la percepción temporal se altera. Allí, los minutos pasan con tal aplomo que el tiempo -que no es el tiempo real, el de toda una tarde de shopping o de un paseo al aire libre- pareciera volverse un padecimiento existencial. Avanzados unos 300 metros por el ingreso lateral del penal, ya se divisan los paredones interminables hacia arriba, los alambrados y las rejas infranqueables. Es la hora de recreación, y los internos la aprovechan con un picadito de fútbol. El calor es tan sofocante a esa hora de la siesta que afiebra, percute en las sienes y arde en el cemento.

El recorrido continúa; cruzamos el sector de huertas. “Por acá andaba La Llorona, ¿sabés? En lo último de su vida, parecía un fantasma andrajoso que vagaba en pena”, lo asaltó el recuerdo al guardia que nos guiaba. Un nuevo oficial penitenciario retiene nuestros documentos y nos relojea con desconfianza. —Pasen -gruñe, y vuelve al mate y los bizcochos con grasa.

Transitamos ahora un pasillo por cuyas ventanas enrejadas se asoman sombras desconocidas. “Anónimos habitantes en el acopiadero de las culpas, los arrepentimientos, las supervivencias”, dicta un pensamiento. Ya cuando la asfixia del encierro comenzaba a desesperar, llegamos finalmente al pabellón universitario. Al abrirse el portón, la pequeña sala exhaló una bocanada de algo que se pareció bastante a la libertad.

En el pabellón

—Vengan, adelante nomás -invita una voz. Allí nos esperaba un grupo de presos que estudia a distancia carreras de pregrado a través de un programa que implementa la Universidad Nacional del Litoral (UNL) en Las Flores, Coronda y la cárcel de mujeres (ver aparte). La sala cuenta con varias computadoras, y una biblioteca con libros y volúmenes sobre diversas disciplinas.

A la charla accedieron cuatro internos. ¿Cómo es estudiar en un contexto de privación de libertad? ¿Qué significación tiene esta actividad para sus cotidianidades sujetas a las rigurosas normas del sistema penitenciario? En el anotador personal las preguntas, nerviosamente garabateadas, esperaban ser dichas. No fue necesario: la conversación se fue dando espontáneamente, sin directrices.

Ocupar la mente

“En vez de quedarnos en la celda pensando, nos venimos aquí a estudiar. Pero no es sólo hacer algo con el tiempo, que es lo que sobra aquí. Se trata de realizar algo productivo y que sirva, como aprender”, rompe el hielo Mario Valentino, que cursa una tecnicatura de Higiene y Seguridad Alimentaria.

“Está carrera está muy buena porque se relaciona con el tema salud, y aprendemos que muchas enfermedades se pueden prevenir en función de lo que uno consume”, dice Lucas Fabre, el otro interno que sigue la misma especialidad. Hace 17 años que está preso “por cinco segundos de estupidez”, se arrepiente. “Pero hoy tengo la oportunidad de superarme gracias a la universidad”.

Alfredo Farías sigue un bachiller en Ciencias Jurídicas, también por UNL Virtual. Hombre de 50 y pico, gesto parco, dice haber andado por otras penitenciarías. Y después de idas y vueltas, de estar “pagando errores”, admite haber encontrado en el estudio una actividad dignificante. “No es cuestión de estudiar sólo para hacer algo, sino de ocupar la mente en algo productivo”, afirma.

Emilio Vázquez sigue la tecnicatura en Diseño Mobiliario, y va aún más lejos: “Uno piensa en algo a futuro, aún estando preso. Yo, por ejemplo, tengo un proyecto para crear una granja avícola que presentaré cuando salga en libertad. Y por eso estoy proyectando, pensando en un cambio de vida a futuro”, sueña.

La resistencia resiliente

La posibilidad de estudiar invita a mirar la dura realidad de la reclusión desde otra perspectiva. “Este pabellón universitario se ha vuelto para nosotros un ámbito resiliente (de resiliencia, la capacidad de autosuperación ante cualquier adversidad). Tratamos de ayudarnos entre nosotros. Se ha creado aquí una sinergia grupal de estudio y de pertenencia”, rescata Valentino.

“Aquí estamos a resguardo, porque de lo contrario el sistema mismo hace que el recluso se postergue, se embrutezca, se deje comer por los barrotes... Entonces, tratamos de no permitir que el sistema nos absorba. Es una forma de resistencia”, dice Farías. Su vida no está “institucionalizada” por el modelo penitenciario, recalca. Para él, estudiar es una muestra de ello.

“Yo estudio también para que mis hijos no pasen por esto. Para que un día pueda mostrarles mi título y hacerles ver que ellos también podrán lograr cualquier cosa. Si mis hijos -que están afuera- ven que me recibí estando preso, todo tendrá más sentido para mí”, se confiesa Valentino.

“Acá en la cárcel hay un nivel primario, un Eempa y un pabellón universitario. Además, hay cursos de capacitación en electricidad y demás oficios; pero se necesitan las ganas de progresar incorporando conocimientos que quizás sirvan el día de mañana”, coinciden Fabre y Vázquez.

La conversación había terminado. Uno bromeó, otro se puso a ojear un libro que debía leer, y para el final quedaron los saludos y la despedida. “Cuatro pequeñas libertades encarceladas”, fue la última sensación. El camino hacia la salida del penal ya no se haría tan largo ni tan interminable.

“aquí, o vivís “anestesiado’, o tratás de hacer algo productivo, como estudiar”.

“La realidad acá duele, pero si duele es porque estás vivo. No hay que dejar que duela tanto, y para eso estudiar sirve”.

Universidad en Prisiones

El Programa Educación Universitaria en Prisiones de la UNL se inició en 2004 y permite a alumnos privados de su libertad -en las cárceles de Las Flores, Coronda y la de mujeres de Santa Fe- que puedan comenzar y concluir sus estudios superiores a través de UNL Virtual, el sistema de educación a distancia de esa casa de estudios.

Cuenta con un equipo de coordinación que actúa de nexo entre la UNL Virtual y los internos. Los internos reciben en CD’s los módulos de estudio e imprimen los materiales para poder estudiar. Los coordinadores del programa hacen de facilitadores pedagógicos, con visitas semanales al penal. Pasaron por el programa cerca de 150 estudiantes en condición de internos. Ya hay tres alumnos que se recibieron, dos de Las Flores y uno de Coronda.