Menos margen para Julio Cobos

 

El vicepresidente Julio Cleto Cobos afronta una verdadera encrucijada. El oficialismo le exige que se someta a la voluntad de la presidente y de su marido, mientras que los voceros de la UCR le reclaman que, para ser candidato en las próximas elecciones, en adelante deberá votar en contra de los proyectos y disposiciones del Ejecutivo.

Lo sucedido con el caso Redrado fue elocuente. Cobos votó por la remoción del ex titular del BCRA y ello le valió la inmediata condena de la UCR, de los principales dirigentes de la oposición y de algunos de los principales editorialistas nacionales, quienes no vacilaron en acusarlo de cómplice o de haber cedido al chantaje emocional de la pareja oficial.

A nadie le importó o a nadie le interesó que el voto de Cobos coincidiera formalmente con el propósito del Ejecutivo, aunque sus fundamentos fueran diferentes. En efecto, a la hora de justificar ese voto, Cobos consideró que Redrado debía ser removido no por defender las reservas, sino por haber sido cómplice, entre otras cosas, de la manipulación del Indec. Una de sus principales colaboradoras les señaló a Morales y a Carrió que la defensa de Redrado tal como ellos la planteaban significaba la defensa de Guillermo Moreno y de todo el andamiaje recaudador del kirchnerismo. No obstante, otros señalan que los índices empleados por el BCRA no eran los de Moreno.

Así las cosas, Cobos para ser popular y disfrutar de la benevolencia de otros dirigentes debería ejercer la oposición sistemática o, como le gusta decir a Cristina, poner palos en la rueda. Sin dudas, el “abc” de la vieja política es que la oposición debe ser oposición, es decir, muy crítica con el gobierno y marcar punto por punto cada uno de sus errores porque, en definitiva, ése es el lugar que le asignó el voto popular.

En el caso de Cobos, esta concepción se relativiza, ya que por las singularidades de nuestra realidad política él es, en primer lugar, el vicepresidente de la Nación y luego, por lo menos desde la resolución 125 en adelante, un dirigente opositor que a juzgar por las mediciones de opinión cuenta con un amplio abanico de adhesiones.

Asimismo, no se debe perder de vista que en las democracias modernas la oposición, además de criticar, propone alternativas viables o superadoras. Hay que tener en cuenta, entonces, que una oposición irresponsable u oportunista no le hace ningún favor a las instituciones que dice defender y a la opinión publica que promete respetar.

Sin duda que, atendiendo a los arrebatos hegemónicos del oficialismo, es importante que exista una oposición que controle y denuncie. Pero también es verdad que, ante una situación de gravedad institucional y económica, se impone que la oposición mire más allá de sus narices y construya ante la sociedad la opción de una alternativa seria. Éste es un tema clave para la salud democrática, habida cuenta de que el oficialismo se presenta como la única alternativa de gobernabilidad, argumento falaz cuya refutación corresponde a la oposición.