EDITORIAL

Después de los paros, garantizar la educación

El prolongado conflicto docente ha llegado a su fin y las clases se han reanudado, aunque los dirigentes gremiales no se privaron de decir que están preparados y atentos para próximas jornadas de lucha. En particular quienes más han insistido en esta suerte de “revolución permanente” que no excluyó la propuesta de un paro por tiempo indeterminado, han sido los dirigentes docentes de Rosario cuya desmesura y faccionalismo ideológico exime de mayores comentarios y, en todo caso, abre un serio interrogante hacia el futuro.

Es una señal alarmante para la educación de la provincia que en una de las ciudades claves del territorio, los maestros apoyen a dirigentes cuyos planteos extremos merecen calificarse de irresponsables y temerarios. O, su defecto, de oportunistas, ya que estas propuestas reiteradas y de alguna manera obsesivas a favor de huelgas salvajes especulan con que el gobierno de Binner no les descontará los días no trabajados.

De todos modos el conflicto se ha superado y es alentador para la provincia y para la propia educación que un número importante de maestros hayan votado con sensatez y responsabilidad en las respectivas asambleas de base. La moderación se ha impuesto en esta coyuntura; pero está claro que por las modalidades de este gremio y por el tipo de luchas internas que se desarrollan existe una fuerte tendencia a simpatizar con las propuestas de máxima, no porque sea ésta la ideología mayoritaria en el gremio, sino porque la huelga en el actual contexto es la salida más ventajosa. “Correrse por izquierda” se ha transformado en una práctica social habitual sobre todo cuando se avecinan las elecciones.

Hacia el futuro las autoridades políticas de la provincia deberán debatir seriamente el tema del pago de los días de huelga, no sólo por el perjuicio que provoca a la educación o por el gasto que deben financiar los contribuyentes, sino también porque los días no descontados favorecen a las propuestas más irresponsables.

En lo inmediato, es necesario decidir si los días de clases perdidos podrán recuperarse. Admitiendo el derecho a huelga, pero reconociendo que las demandas han sido atendidas, queda por saber si los maestros se preocuparán por atender los derechos básicos de los educandos, quienes hasta aquí son los únicos que han perdido.

Una actitud responsable de los docentes sería la de arbitrar todos los medios necesarios para que el objetivo de 180 días de clase se cumpla. No hacerlo, no perjudica al gobierno y tampoco al Estado. Por el contrario, los exclusivos perjudicados, una vez más, serán los chicos, transformados en rehenes de la incompetencia estatal, las refriegas internas del gremio y el arribismo de más de uno.