Miradas que ayudan a crecer

Miradas que ayudan a crecer

Además del alimento propiamente dicho, el niño necesita de ese verdadero sostén que resulta la palabra y la comunicación con sus padres para tener un desarrollo emocional pleno.

TEXTO. MARCELA CARDOZO (*). FOTO. EL LITORAL.

Comunicarse es ante todo creerse entendido y comprendido, es imaginar que el otro nos responde. Para que un niño hable, o mejor dicho, para que el lenguaje entre en función en un niño, debe haber un otro, mamá, papá, o la persona que lo cuida, que le preste las palabras, que le done la significación. En el intercambio de miradas entre el bebé y su madre, en el llanto del bebé que su madre interpreta, el niño va estableciendo un modo de comunicación adecuado y acorde a su edad cronológica.

El bebé, cuando nace, necesita alimentación, sostén, cuidados y miradas. Esa mirada embelesada de la mamá, cuando le da el pecho o la mamadera saciándole nada más ni nada menos que el hambre, esa mirada lo va creando, y su voz lo calma y lo introduce en un mundo de hablantes, donde cada objeto tiene un nombre

No solo es importante hablarle sino cómo hacerlo. Esas palabras tienen que ir acompañadas de la mirada que lo sostienen al bebé.

UNA VERDADERA COMUNICACIÓN

En el desarrollo emocional del individuo, dice Winnicott, el precursor del espejo es el rostro de la madre. (rostro espejo, mirada-imagen, voz y eco). Es en “la mirada creadora” que el niño tiene acceso a su plenitud. Una madre vuelve a crear a su hijo cada vez que lo mira con admiración, siempre más hermoso, más inteligente que ella.

Un padre vuelve a crear a su hijo cada vez que lo mira con orgullo, portador de todas las esperanzas que -quizás- él no ha podido realizar.

En el mismo sentido, con el intercambio de miradas, de voces y la atención hacia el niño establecemos una comunicación con él. Por ejemplo: al cambiarlo le decimos: “hiciste caca mi amor, te limpio así estás más cómodo”.

¿Por qué es importante esto?. Le está prestando un “decir”, “su significación”; no alcanza el alimento para que el ser humano viva, debe ser alimentado con algo más, un mucho más que es esa posición simbólica donde lo ubica en el lenguaje. Sin ésto, por más comida que le demos, muere. Y hay muchas formas de morir, no es lo biológica la única muerte. Muchas veces un diagnóstico de sordera, parálisis cerebral, trastorno generalizado del desarrollo, disfacia, etc. provoca una ruptura feroz de la red simbólica, de tal suerte que todo lo soñado e imaginado sobre este niño cae.

En varias entrevistas con padres de niños con dificultades del lenguaje, los mismos preguntan si estas dificultades de comunicación de su hijo son derivadas de algún problema orgánico. Es en esta circunstancia donde nosotros, como terapeutas del lenguaje, debemos revisar en su historia familiar el lugar que ocupa ese niño y si se han comunicado con él. Porque en muchas entrevistas con padres ha surgido la pregunta: ¿cómo hay que hablarle a un bebé? ¿Qué entiende?. Entonces, volviendo a conceptos ya citados, ese bebé a quien nadie le habla y nadie le presta su significación, ¿cómo arma su lenguaje? Es ese silencio conmovedor el que lo deja fuera de la comunicación.

UNA HISTORIA

Llega a consulta un niño de 4 años con cuatro palabras y un nivel de comprensión no adecuado a su edad cronológica. Su mamá le traducía todo, igual que la hermana tres años mayor que él, y su papá no comprendía nada. Es un padre angustiado por no poder comunicarse con su hijo, que me pregunta en una de las entrevistas para padres, “¿algún día mi hijo me va a pedir jugar a la pelota conmigo?”

Hubo un trabajo importante de los padres y una apuesta fuerte a este niño. Al finalizar el tratamiento no solo jugaba a la pelota con el padre sino que van a la cancha juntos; dice el papá “salida de hombres”. Un detalle importante fue que un día el niño me plantea el alta porque estaba cansado de venir y, si bien ya no presentaba dificultades en su comprensión, su expresión era muy buena salvo algún fonema que le costaba adquirir pero se encontraba en proceso.

Me pareció importante poder escucharlo ahora y colocarlo en el lugar de “lo lograste, ya podés comunicar tu deseo, nadie habla por vos”, desde ese lugar ese fonema que se ausentaba a veces ya no lo hará más. Ya es ese niño hermoso y precioso que sus padres desearon.

Debemos estar atentos, no sólo en la alimentación, vestido, limpieza, sino también a alimentarlo simbólicamente, darle un espacio y sostén. El lenguaje es vida, vuelo, energía profunda del ser al encuentro de los otros seres.

(*) Docente del Primer Programa Argentino de Formación en Primera Infancia y Crianza.