EN BUENOS AIRES

Un viaje por la historia argentina,

en el palacio Errázuriz Alvear

Desde junio, el edificio de Av. Libertador será escenario de un inusual recorrido por la historia argentina, cuando abra las puertas de sus salones y recámaras, recientemente restaurados.

De la Redacción de El Litoral

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Télam

Distintos actores personificarán en clave de humor a las personas que vivieron en el grand hotel particulier de Av. Libertador 1902, y guiarán a los visitantes por sus escaleras de mármol y dameros, ventilando secretos familiares que entretejieron el ideario de toda una época.

Este inusual paseo entre los espejos y arañas del salón de baile, románticas fuentes y corredores palaciegos repletos de obras de arte, culminará en la recién restaurada “Habitación Errázuriz”, una de las iniciativas del Museo Nacional de Arte Decorativo, con motivo del Bicentenario.

Buena parte de la historia argentina, la cosmovisión y la composición de la sociedad de principio de siglo XX pueden entenderse recorriendo las cuatro plantas del palacete diseñado por René Sergent -con la mayor parte de los materiales importados desde Francia-, un reconocido arquitecto de moda en Europa que nunca pisó la Argentina.

Las escuelas primarias de todo el país serán las invitadas especiales de este ciclo, que incluirá lúdicas visitas guiadas gratuitas con material didáctico para que alumnos y maestros continúen fuera del museo el recorrido que comienza con la inauguración de esa mansión, en 1918.

“Recuperar espacios de este edificio histórico que, en este caso, eran utilizados como oficinas públicas, tiene que ver con ingresar e instalarse definitivamente en el circuito del público nacional”, sostuvieron los organizadores de este ciclo desde el Museo de Arte Decorativo.

Esto -aseguraron- “es algo muy importante a nivel simbólico; pues cada espacio recobrado del edificio es un fragmento rescatado de nuestra propia historia, lo cual nos conecta con nuestra identidad como pueblo y redunda en beneficio de toda la comunidad”.

MAJESTUOSO

Relicarios, platería colonial, enormes relojes de bronce, sillas barrocas y bastoneros de porcelana funcionarán como escenografía que envolverá a la concurrencia de la antigua mansión, mandada a construir por el diplomático chileno Matías Errázuriz Ortúzar y su esposa Josefina Alvear.

Prima de Marcelo Torcuato de Alvear -presidente argentino entre 1922 y 1928- Josefina se casó con Matías en 1897.

Él era un hombre de mundo, que a los 31 años había desarrollado una exitosa carrera diplomática en Brasil, Ciudad del Vaticano, Uruguay, España y Argentina.

La casa tenía cuatro plantas construidas con funciones precisas, comunicadas con interminables escaleras de mármol y un elegante ascensor, algo impensado para la mayoría de las construcciones de la época.

El garaje, las bodegas, los cuartos de servicio y las salas de esgrima y billar estaban en el subsuelo; y los salones del primer y segundo piso estaban reservados para los invitados; mientras que cuatro departamentos particulares coronaban la planta alta, uno para cada miembro de la familia.

Inaugurada en 1918 para exhibir la colección de arte familiar, la residencia fue un epicentro cultural y social que, tras la muerte de Josefina el 3 de julio de 1935, fue adquirida por el gobierno del General Agustín Justo para fundar el museo que hoy conocemos.

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En el palacete vivió sus intrigas y recelos una de las familias tradicionales de la Buenos Aires de 1900.

Foto: Télam

Monumento histórico

Pinturas de Sorolla, Zorn, Boldini y Carolus Durán, esculturas de Drivier y Troubetzkoy daban forma a los retratos de familia, que presidían los salones de invitados del viejo palacete.

Decorados por los diseñadores más renombrados de la época con eclécticos muebles y obras de arte europeo y oriental, allí estaba el comedor inspirado en el Palacio de Versalles.

Las valiosas colecciones que enmarcaban aquellas tertulias escenificarán el recorrido que culminará en el dormitorio que Errázuriz diseñó con el prestigioso decorador André Carlhian.

La habitación estará abierta al público en su diseño original, como parte de la puesta en valor del acervo arquitectónico y cultural del museo.

Los trabajos incluyeron la restauración de mármoles, pinturas y muebles, así como el diseño de las telas que cubrían las paredes en la misma tapicería que se solicitaron por primera vez, hace un siglo, en Francia. Algo inusual puede verse en la “Habitación Errázuriz”: el placar de traje entero empotrado en una de las paredes, un adelanto por aquellos días, cuando el concepto de armario para colgar ropa era al menos una extravagancia.

El edificio Alvear, Monumento Histórico Artístico Nacional desde 1997, puede parangonarse con el Museo Nissim de Camondo en París, la Frick Collection de New York, o la casa de Isabella Stewart Gardner en Boston, entre otros.

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