Los dioses se han posado sobre este plantel...
De aquella mitología griega
a esta de Maradona y Palermo
El técnico cambia cuestionamientos por una “sabiduría” que tenía escondida; el goleador no para de escribir páginas de su historia personal.
Lo grita y no lo puede creer. Martín Palermo tiene una estrella especial y siempre puede salir con alguna sorpresa. Jugó diez minutos y metió un gol.
Foto: Agencia EFE
Enrique Cruz (h)
(Enviado especia a Polokwane, Sudáfrica)
Siete cambios es demasiado para cualquier equipo; no lo sintió la Argentina. Grecia jugó a defenderse inexplicablemente y hasta llegando al límite del reglamento (de allí el enojo de Maradona por la forma en que le pegaron a Messi), aun frente a un rival supuestamente “disminuido” por la decisión del técnico de guardar titulares; pero no lo atacó nunca. Palermo tiene, como Maradona, un “dios aparte” y aún sigue escribiendo páginas cargadas de gloria, emoción y sorpresa (un colega, con razón, le dijo después del partido que lo único que falta es que meta un gol en la final). El equipo está bien y los que entran le meten presión al técnico, como pasa ahora con Clemente Rodríguez (figura ante los griegos).
Estas frases, que parecen sacadas de contexto unas de otra, son la prueba fiel de que hay algo que consiguió la selección y es ese clima interno propicio que resulta fundamental para lograr el objetivo. No se advierten fisuras, el técnico le ha dado una identidad ofensiva clara al equipo, hay individualidades que ponen su sello aún sin rendir al máximo (caso Messi, al que el gol se le está negando de una manera ya casi insoportable) y se nota que Maradona, tantas veces sumido en la parafernalia de una vida dislocada, muchas veces transitando caminos de oscuridad producto de la droga, de sus dislates, del hecho de ser Maradona metido en el cuerpo y la mente de un hombre como cualquier otro, que necesita cosas que no tiene y que tiene cosas que le hacen mal y que lo conducen a esos senderos de oscuridad que son hasta peligrosos para su vida, se ha transformado en lo que muchos pensábamos que jamás podía ser: un conductor de grupo.
El tema no es que los jugadores hablen bien de él porque nadie se “atreverá” a crear un conflicto con el técnico en medio de un Mundial, ganando, máxime tratándose de Maradona, con la repercusión adicional que eso podría traer. El tema es que los jugadores hablen bien de Maradona y eso se lleve a los rendimientos en la cancha.
Un Mundial, como ya se dijo, es una competencia muy especial. Se necesita un máximo de concentración y de compenetración, pero, a la vez, se requiere un mínimo de margen de error. ¿Se puede conseguir esto sin experiencia? ¿Se puede lograr sin una preparación adecuada? ¿Por qué lo está cosechando un Maradona generador de tantas dudas en la parte precompetitiva? A muchos (entre los que me incluyo) nos sorprende. Uno no sabe el desenlace que tendrá esto porque, como se dice, un Mundial es una competencia muy especial: participan los mejores, no hay mucho tiempo de preparación, algunos llegan luego de temporadas desgastantes y no debe haber otro torneo en el que la definición de todos llegue a partir del rendimiento individual de los jugadores.
Pero, en definitiva, el mensaje futbolero colectivo se nutre de las actuaciones individuales y de la forma en que los jugadores logren absorber una idea y la lleven adelante. Eso es lo que Maradona ha tenido en claro. Basado en la practicidad, en su propia experiencia como jugador y en sabias decisiones que hasta nos sorprenden a los que éramos escépticos, Diego ha formado un grupo que está bien en lo interno, con el ánimo alto y cargado de lo más importante, que es la mística futbolera. ¿Alcanzará? Quién sabe. El Mundial es algo muy especial.
Volvamos a las frases del principio. Metió siete cambios Diego. SIETE. Sin embargo, casi todos los que entraron rindieron. Y si alguno no se desempeñó como sabe y debe (¿Milito?, ¿Agüero?), fue porque Grecia se metió atrás y jugó impresentablemente a defenderse. Milito no está acostumbrado a jugar con dos o tres defensores cargados sobre sus espaldas. En el Inter tiene espacios porque Mourinho no es Maradona para parar sus equipos: los planta 20 ó 30 metros más atrás que Diego. Pero, en contrapartida con lo de los puntas -para mí, justificados-, está lo bueno que hizo Clemente